El mito de la Caverna: Entre la verdad y manipulación, no se deje engañar
El mito de la Caverna fue escrito por Platón alrededor del año 380 a.C. y aparece en el Libro VII de la República, es una alegoría –figura literaria que se vale de una imagen para comunicar otra–, y la plantea su maestro Sócrates. La narración se enmarca en la disyuntiva de la educación y la falta de esta, la posesión de conocimiento o la falta de este.
Se vale entonces de la idea de tres prisioneros que desde niños se encuentran cautivos en una cueva –tienen la cabeza y los pies encadenados, sólo ven hacia una dirección–, la caverna tiene una entrada de luz y más atrás un fuego que ilumina el espacio. En esa parte pasan –dice el texto– toda clase de personas, figuras de animales, cosas varias. Ellos sólo ven las sombras que se proyectan, no pueden ver nada más por sus condiciones.
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Se plantea la liberación de un prisionero que vaya, vea, regrese y compare la realidad; en fin, ilustrativa en exceso la alegoría para hacer una reinterpretación de la realidad en la que ahora vivimos. ¿Una realidad deformada o bien una realidad subjetiva e impuesta? Sin lugar a duda, la educación libera –preguntémosle a Paulo Freire si no–, el conocimiento aclara la realidad y las ideas la transforman.
La disyuntiva es la siguiente: ¿es lo mismo poseer educación, conocimiento, cultura, ideas, que no poseerlas? O para no salirnos del cuadro platónico, ¿cómo se concibe la realidad con conocimiento y con educación o sin estos elementos?
La pregunta es ¿qué pasaría si ellos no estuvieran condicionados por las cadenas? La respuesta es simple, verían una realidad distinta a la que proyecta el fuego y la luz. El mito de la caverna representa la deformación de la realidad que surge de no ver la realidad completa, objetiva.
Pareciera que el momento que vivimos es semejante a la narración platónica. Es una alegoría que encaja perfectamente con el estado que guarda la sociedad mexicana. El subjetivismo, donde la realidad depende del sujeto, con sus estructuras mentales, formación, ideología, religión y contexto; le hace percibir una realidad difusa. El relativismo moral donde el bien, la verdad y la justicia dependen del cristal con que se mira, nos ha hecho un daño profundo polarizando, complicando y dividiendo al país.
Los diferentes grupos fácticos nos presentan su propia cosmovisión, su propia idea de lo que debería ser el futuro del país –según sus intereses–. La realidad que visualiza el Gobierno Federal, la de los frentes y partidos involucrados en la búsqueda de la silla presidencial, la de las organizaciones empresariales que defienden sus intereses, la de las instituciones religiosas que se empeñan en seguir mostrando músculo, la de los medios de comunicación tradicionales que siguen dando patadas de ahogado, la de quienes usufructúan las redes sociales por el sólo hecho de clamar al derecho de libre expresión y manifestación de sus ideas; siguen encadenados de pies y cabeza viendo una realidad unilateral.
Hoy visualizamos la realidad del Gobierno Federal, la realidad de los frentes y partidos, la realidad de las organizaciones empresariales, la realidad de las instituciones religiosas, de comunicación en señal abierta, privada e internet que nos muestran muchos Méxicos y que a cualquier precio buscan imponernos su visión y perspectiva. ¿Quién tiene la verdad? ¿Todos? ¿Nadie? ¿Qué debemos hacer para desentrañar la verdad? Por estos días en los que pululan las visiones parciales de la realidad, ¿qué se debe de hacer?
Lo que vivimos no es simple, no lo trivialicemos. Todos los grupos en cuestión quieren una buena parte del pastel y no les interesa imponer sus visiones. Es importante que veamos lo que ocurre fuera de la caverna.
En ese sentido, es importante hacer un ejercicio de revisión de la información que llega a nuestras manos. Si como se decía al inicio de esta reflexión, la alegoría del mito se enmarca en la disyuntiva de la educación y la falta de educación, la posesión de conocimiento o la falta de este; recordemos que a nuestro país no le ha ido muy bien en las pruebas que miden ciencias, matemáticas y español, así que la manipulación, el engaño, el doble discurso y la mentira son tierra fértil para que una visión parcializada de la realidad tenga éxito
Y si le añadimos la emotividad, el sentimentalismo, las creencias, el fanatismo, las ideologías mal entendidas, la defensa de los intereses, el sensacionalismo, las verdades a medias, las mentiras piadosas y los dichos que no se comprueban, la mezcla es altamente peligrosa. Estamos ante un caldo de cultivo complejo donde no se vislumbra un buen futuro.
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Es importante, por tanto, revisar toda información que se emita. ¿Qué dice? ¿Quién lo dice? ¿Qué dijo en otro momento al respecto? ¿Cuál es su expertiz o la de sus asesores? ¿Qué relación tiene con la problemática o la agenda política que aborda, defiende o representa? ¿Cuál ha sido su trayectoria? ¿A qué grupos de poder pertenece? ¿Cómo se ha comportado en otros momentos? Hay dos cosas importantes a tomar en cuenta: lo popular y lo verdadero son cosas distintas, y lo otro es que nadie posee la verdad absoluta.
La democracia y la demagogia –apelar a los sentimientos para conseguir los propósitos que se tienen– son cosas distintas, eso ahorita está de moda. Hoy quienes buscan el poder –y sus voceros– irán hasta las últimas consecuencias para convencernos de la realidad que desde su óptica alcanzan a ver y al tiempo imponer, aunque en otro momento la apreciación de la realidad haya sido distinta. De nosotros depende en qué realidad queremos vivir, trivializar el momento nos traerá graves complicaciones. Así las cosas.