“El anciano maestro don Esteban García, / con madera vernácula, cedro rojo y nogal, / construyó el escritorio, probando su maestría / en el sabio dibujo y hábil obra manual. / Fue de mi padre. Creo verle en él todavía / leyendo o escribiendo, su trabajo habitual. / La cerrada gaveta que entonces me atraía / a fascinarme vuelve con atractivo igual. / La muerte me hizo dueño del vetusto escritorio. / En las varias fortunas del vivir ilusorio, / sabiéndolas, de todas algo siempre guardó. / Y en la hora presente, igual que en la pasada, / es, como entonces era, la gaveta cerrada / el inviolado abrigo de un secreto dolor”. Este bello soneto alejandrino, o sea escrito en versos de 14 sílabas, se debe a la pluma de don José García Rodríguez, ilustre saltillense. A más de poeta de fina sensibilidad fue autor en el pasado siglo de novelas que aún se leen con deleite, y de cuentos galanos y traviesos −“Entre historias y consejas”−, cada una de cuyas páginas regala una sonrisa. Maestro de mérito, fue director tanto de la Benemérita y Centenaria Escuela Normal de Coahuila como del glorioso Ateneo Fuente, las instituciones en que se ha fincado el prestigio cultural de mi ciudad. A más de eso destacó en la actividad política. Fue miembro de la diputación que desconoció a Victoriano Huerta como Presidente y facultó a don Venustiano Carranza para levantar un ejército que combatiera al gobierno espurio formado tras el proditorio asesinato de Madero y Pino Suárez. Venero la memoria de don José García Rodríguez. Lo recordé ayer, pues la escuela donde se instala siempre la casilla en la cual voto lleva el nombre de ese prócer coahuilense que reunió en su persona las cualidades del buen escritor y el ciudadano íntegro, combinación insólita, pero que en él se cumplió a cabalidad. Traigo hoy en mi escarcela un par de aplausos, tributados con ambas manos para mayor efecto. El primero es para el INE y su personal en Saltillo y en Coahuila. Organizaron y llevaron a cabo la jornada electoral en forma que no dudo en calificar de perfecta. Los funcionarios de mi casilla, amables y eficientes, fueron ejemplo de buenos ciudadanos. Tenían atenciones especiales para las personas de la tercera edad, y no se diga para mí, que pertenezco a la cuarta, muy entrada ya a la quinta. El otro aplauso es para mis paisanos saltillenses, que acudieron a las urnas en número elevado. Recorrí la ciudad –deformación profesional de antiguo reportero– y en cuantos centros de votación estuve había una larga fila de electores en espera de depositar sus votos, lo cual habla del elevado espíritu cívico que siempre ha caracterizado a la comunidad en la cual tengo el privilegio de vivir. Nuevamente, igual que tantas veces, me sentí orgulloso de Saltillo y de los saltillenses. Y ufanía sentí también de mi país, que pese a todos los pesares ha conservado los procedimientos democráticos conseguidos a costa de tantos esfuerzos y tantos sacrificios, y que no debemos permitir que se nos arrebaten. Elección democrática fue ésta en la cual ayer participé. Hemos de luchar con denuedo por que no sea la última; por que se mantengan vigentes las leyes que norman los procesos electorales, y que no sean vulneradas las instituciones ciudadanas, independientes y autónomas del poder público, encargadas de organizar las elecciones, contar los votos recogidos y dar a conocer sus resultados. Hay quienes pretenden hacernos volver a la época en que el Gobierno tenía en sus manos tal función. Así como fuimos a votar estemos prestos a defender a México contra cualquiera que pretenda apoderarse de él. México es de todos los mexicanos. La democracia no se toca... FIN.
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