Electricidad y agua, los retos del nearshoring

Opinión
/ 28 mayo 2024

El fenómeno del nearshoring constituye una magnífica oportunidad para atraer inversiones, pero el éxito depende de que seamos capaces de garantizar agua y energía

Los “apagones” que se han padecido en distintas regiones del país −incluida la nuestra− en las últimas semanas, derivado de las olas de calor que han azotado el territorio nacional, revelan una realidad inocultable: no contamos con la capacidad suficiente para producir la energía que se requiere en el país.

El problema con ello es que, además de los inconvenientes que a nivel doméstico causa que la energía eléctrica sea suspendida, la capacidad de producción constituye un elemento clave para la competitividad, es decir, para atraer inversiones que generen empleos.

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Tal hecho resulta particularmente importante en un momento como el actual, en que el fenómeno de la relocalización de empresas −mejor conocido como nearshoring− convoca al desarrollo de estrategias para atraer capitales a diversas regiones del país pero, sobre todo, a la norte.

Sin embargo, como lo consigna el reporte que publicamos en esta edición, quienes dirigen los parques industriales instalados en todo el país refieren, como el principal problema que enfrentan, la falta de energía eléctrica para garantizar las operaciones de las empresas instaladas en ellos.

Nuestra entidad no es ajena al fenómeno. De acuerdo con el informe “Potencial regional y sectorial del nearshoring en México”, elaborado por la división de investigación del banco BBVA y la Asociación Mexicana de Parques Industriales (AMPIP), se detectaron afectaciones por energía eléctrica en 44 por ciento de los parques instalados en Coahuila.

El segundo aspecto referido como un problema para el desarrollo industrial no es menor: se trata del agua. En uno de cada cinco parques localizados en la entidad se identificó un problema de abasto, cifra similar a la detectada en otros estados norteños como Chihuahua, Baja California y Nuevo León.

En este segundo caso, la respuesta que se ha dado es una de carácter simplista: que el agua disponible se destine exclusivamente para consumo humano.

Sin duda es lógico que, frente a una creciente sequía, se privilegie el abasto a los domicilios y se restrinja el uso de agua para fines industriales. Pero esa no es una respuesta sistémica al problema, pues con dicho criterio no seremos capaces de crear nuevas fuentes de empleo y las ciudades que demandan puestos de trabajo dejarían de tener sentido.

Estamos hablando de dos retos monumentales para quienes ocupan −o pretenden ocupar− posiciones en los gobiernos federal, estatal y municipal. Son desafíos que requieren mucho más que discursos coyunturales diseñados para agradar al público que los escucha.

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Cabría esperar, como se ha dicho en múltiples ocasiones a propósito de los temas complejos de la agenda pública, que quienes hoy buscan el voto ciudadano para encabezar los esfuerzos colectivos asuman la necesidad de diseñar soluciones de amplio espectro y largo aliento para enfrentar con éxito el problema que implica la escasez de agua y el déficit energético actuales.

Los datos ahí están y no dejan lugar a dudas. Lo que falta son propuestas robustas capaces de hacerles frente de forma eficaz.

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