En defensa de la nueva escuela mexicana
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“La educación no cambia al mundo, cambia a las personas que cambiarán al mundo”.
Paulo Freire.
Una nueva embestida judicial se fraguó para frenar la distribución de los libros de texto gratuitos pertenecientes al enfoque adoptado por la reforma educativa de 2019 en que se decretó la nueva escuela mexicana. La Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) otorgó el fallo para suspender la distribución del material educativo en Chihuahua y Coahuila, lo que a toda luces pinta como un absurdo, ya que se toma un criterio político para justificar estos actos y no un argumento pedagógico, mucho menos científico para justificar tal resolución. Con estas acciones solo denotan la arbitrariedad y perversidad tendenciosa del poder judicial contra el gobierno de la Cuarta transformación, junto con una intención electorera del gobierno de Coahuila por iniciar la controversia ante la SCJN.
No obstante, el tema no es la distribución de los nuevos libros de texto, ese solo es un elemento que tiene en conflicto a los sectores conservadores y oligarcas que tiene una razón oscura y perversa de lo que se opone estos sectores. Lo que realmente les coleriza es el cambio radical del paradigma de la enseñanza en la educación pública con la nueva escuela mexicana, pasando de un método memorístico-repetitivo, a la enseñanza analítica-crítica con base en proyectos, negando el enfoque por áreas de conocimiento rígidas del anterior método.
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Hablar del método educativo que debemos dejar atrás, es hablar de un paradigma educativo que se supeditaba a las lógicas del mercado -educación neoliberal- para que en un futuro fuera posible tener mano de obra barata y calificada dentro del mercado laboral del gran capital multinacional y transnacional sin que se tuviera razonamiento crítico; hablar del nuevo modelo educativo es hablar de uno con principios de solidaridad y de comunidad, de conciencia hacia la realidad de las alumnas y alumnos para ser más competentes, desarrollando sus habilidades personales y poder enfrentar retos de las distintas realidades del país.
La disputa por la educación lleva siglos porque cada cambio de régimen político, siempre va acompañado por una batalla en la transformación educativa. Haciendo un recuento histórico, nos remontamos a la época de la Independencia, donde “la educación dejó de ser un bien privado, controlado por la Iglesia católica, y formador de las élites económicas, religiosas y políticas masculinas, para convertirse en un bien público, que más bien se fue orientando a desarrollar los conocimientos y las habilidades de sectores cada vez más amplios de la sociedad, incluidas las mujeres e incluso las comunidades indígenas.” (https://goo.su/ZV2u).
Posteriormente, durante el periodo de la reforma, se estableció un batalla por la separación de la iglesia y el Estado que propició mayor control por la educación por el Estado, donde éste asumió el control de la educación pública impartiendo contenidos basados en la ciencia y el racionalismo, alejados de las doctrinas de la iglesia, sus dogmas y el anticientificismo que caracterizan a la educación religiosa. en La Constitución liberal de 1857, se “estableció la libertad de credos y también la libertad de enseñanza, dando a las familias que así lo quisieran y que tuvieran los medios para ello, la posibilidad de llevar a sus hijos a escuelas privadas en las que siguió teniendo una injerencia decisiva el clero católico” (https://goo.su/ZV2u).
En la Revolución Mexicana, el debate en torno a la educación se intensificó provocando un antes y un después con la discusión del artículo constitucional que procura la educación pública, originando dos bloques de constituyentes que se contrapuntearon con diferentes enfoques de cómo debía conducirse la educación pública, con los más cercanos a Venustiano Carranza defendiendo un contenido similar al de la Constitución de 1957 con la libertad de enseñanza. Contrario a ello, el Estado, desde su punto de vista, no podía impedir a las familias que así lo quisieran llevar a sus hijos a escuelas privadas y se debía permitir la enseñanza de la religión en ellas; la educación pública sería laica. y el bloque más radical encabezado por Francisco J. Múgica, se opuso. (https://goo.su/ZV2u)
La Constitución de 1917, que actualmente nos rige, plasmó una visión social en la educación pública, así como en otros aspectos más. Esto definió el carácter y el contenido de la educación, donde el proceso educativo estaría controlado y dirigido por el Estado con la creación de la Secretaría de Educación Pública (SEP) encabezada por José Vasconcelos, que construyó un gran sistema educativo que universalizando el derecho a la educación de niños, adolescentes y adultos, transformando nuestro país. (https://goo.su/ZV2u). Para finalizar, en 1959, el presidente Adolfo López Mateos promulgó la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos (CNLTG) para proporcionar libros de textos de manera gratuita a los alumnos de educación pública, dando lo básico necesario para la educación de niños, adolescentes y adultos.
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Como anteriormente mencioné, cada transformación de régimen político viene acompañado de un cambio en la educación, y la reforma educativa de 2019 que decretó la nueva escuela mexicana, no fue la excepción. Sin embargo, este nuevo paradigma no parte de un juicio de valor subjetivo o un capricho del presidente López Obrador, sino de lo severo del rezago educativo y las secuelas del anterior enfoque -memorístico- que quedó rebasado por las propias circunstancias sociales. Al mismo tiempo, se encrudece más lo agotado de esa visión gracias a la pandemia que dejó como saldo 2 millones más de personas con rezago educativo que abonaron a los 28 millones que existían antes de ella, en 2019. El rezago educativo se entiende como aquellas personas entre 15 a 59 años de edad que no saben leer y escribir o que tienen dificultades para leer, escribir, sumar, etc. Además, México se ubica en el lugar 68 en rezago educativo en el mundo a pesar de ser la décima cuarta mejor economía del mundo, lo que denota un grave problema de desigualdad, porque son pocas las personas que tienen mucho y muchas las que tienen poco.
Por lo anterior, se planteó una transformación radical a la educación pública y su enseñanza para reducir la brecha de desigualdad y rezago educativo que enfrenta el país. Esta transformación pone en el centro de la discusión a los alumnos para que obtengan herramientas analíticas junto a una visión crítica, con miras para poder aspirar a una sociedad más justa e igualitaria. Una sociedad en donde haya lugar para todos y nadie se quede en el camino hacia el bien último, que es el beneficio colectivo, la verdadera transformación que México necesita.