Economía con justicia social
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Desde hace mucho tiempo, desde los años 80 del siglo pasado para ser precisos, se implementó un régimen económico contrario a los intereses populares. Este régimen llamado neoliberalismo, se supeditaba al mercado, dejándole libertad de definir el futuro y la estabilidad de las personas y haciendo a un lado al Estado en el ámbito de economía, dejándole oportunidad de participar únicamente en los asuntos públicos y políticos. Aunado a esto, se implementó una política social perversa que buscaba focalizar los problemas del pueblo y entregar dádivas disfrazadas de programas sociales sin ningún tipo de investigación previa, modelo que se llevó hasta la perfección con el padre de la desigualdad moderna, llamado Carlos Salinas de Gortari, y trascendió sexenio tras sexenio hasta Enrique Peña Nieto.
El expresidente Salinas utilizó su programa insignia, PRONASOL -Programa Nacional de Solidaridad- que en el pasar de los sexenios fue cambiando su nombre (Oportunidades y Prospera), para entregar apoyos discrecionales sin ningún control por medio de aparatos sociales totalmente corrompidos y coludidos con el partido en poder (PRI), que a su vez eran usados como métodos clientelares y asistencialistas, buscando generar coacción contra el pueblo para permanecer en el poder y retener al electorado. Estos programas no servían para solucionar las problemáticas de las que se supone que se ocupaban, sino que eran una distracción para desviar el recurso hacia las manos de sus preferidos del gobierno.
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El día 26 de julio un dato revelador e importante para el futuro de la cuarta transformación se hizo presente; el INEGI dio a conocer los resultados de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH), en donde resalta que del 2018 a 2022, el sector más pobre del país aumentó su ingreso en un 19.9 por ciento. El objetivo de esta encuesta es mostrar un panorama estadístico de los ingresos y gastos de los hogares hablando de su monto, procedencia y distribución, lo cual quiere decir que un aumento de este tipo, sobre todo después de una pandemia y un conflicto bélico en Europa, dota a la política social implementada por el gobierno popular de la 4T, encabezado por el presidente López Obrador, de efectos positivos, motivo de aplauso en esta materia.
La llegada del gobierno de Andrés Manuel López Obrador trajo consigo una modificación radical en la aplicación de estos programas sociales que pasaron de ser focalizados a ser universales y se convirtieron en derechos constitucionales, negando lo clientelar y discrecional, entregados con el sustento de estudios de zonas y de sectores. Esto quiere decir que ahora no importa si la persona que recibe el beneficio pertenece a un partido o a otro, o si es parte de cierta etnia o grupo social. Hoy ese nuevo régimen implementado por la 4T ha dado resultados que sirven para darle continuidad y profundidad a este movimiento de transformación que ha llevado durante lo que va del sexenio a salir de la pobreza a 5 millones de ciudadanos y ciudadanas, a pesar de la adversidad.
Cabe destacar que el crecimiento económico del tercer trimestre del 2023 respecto al mismo periodo del 2022, pone a México en el 3.6 por ciento de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB). Este aumento se ha logrado conjuntamente con el hecho de que existe una buena política social diferente, salarial y laboral favorable para la clase trabajadora, así como una buena relación con los empresarios -con confianza-, y la fortuna de la relocalización -nearshoring- de las empresas de otras partes del mundo para invertir en México, y le ha dado buenos resultados al país. Esto tiene una relación directa con el desarrollo y la justicia social, algo que se ha impulsado siempre desde la llegada de la 4T y que la comentocracia ha tachado de demagogia la comunicación política al momento de utilizar el lema “Por el bien de todos, primero los pobres”, cuando es un principio rector y una política central del gobierno. Al poner siempre por delante al pueblo, se otorga un mayor acceso a sus derechos y justicia social.
Otra cosa que es de aplaudirse y de subrayar con el plumón más vistoso, es que la desigualdad se redujo; el indicador de Gini, que es una herramienta analítica para medir la desigualdad económica de una sociedad, ha puntuado cifras favorables para nuestro país. Cuando este indicador es cercano a 1 hay mayor desigualdad y cuando es cercano a 0 hay menor desigualdad, dictando anteriormente una desigualdad de 0.426 y en la actualidad reducida a un 0.406. Quizá esta reducción no sea muy pronunciada, pero es contundente y digna de señalarse.
Esto se traduce en que el más rico de México antes del gobierno de López Obrador ganaba 21 veces más que un pobre y ahora gana 16 veces más, lo cual demuestra un combate a la desigualdad y a la pobreza estructurado, cabal, en congruencia con lo que siempre se ha buscado y no las falsas mentiras de la tecnocracia neoliberal de los manuales de economía fríos y cuadrados de los gobiernos anteriores que veían al pueblo como un número, como un indicador, con esa teoría del goteo, donde si llueve arriba, digamos en la clase empresarial, goteaba a la clase trabajadora, a los de abajo. Se acabó esa frialdad de la economía y ahora hay calor con el pueblo; la economía se utiliza para beneficiar, para apoyar y para sacar adelante a los sectores más empobrecidos del país. Y esto se va a seguir haciendo porque se busca establecer un nuevo régimen político y económico con justicia social, dejando lejos esos tiempos inmundos donde todos éramos cifras para pasar a ser personas con acceso a derechos.
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