En la vorágine virulenta, prohibido olvidar viejas batallas
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Iniciamos el 2022 con un repunte en los contagios de COVID-19. En Coahuila se miran niveles históricos, por lo que prevalece una espiral de miedo, incertidumbre, desesperación y ansiedad.
Ayer el gobierno de Coahuila anunció que el regreso a clases se pospondría una semana más.
Aunque informó que el retraso se debe a una capacitación y no a los incrementos de contagios por COVID-19.
El viernes se informó que se registraron mil 485 nuevos casos en el estado con 203 pacientes hospitalizados. Ayer fueron mil 764 y la cifra de hospitalizados aumentó a 225. Los casos de COVID-19 reportados en la primera mitad de enero superan al total reportado en el mes de diciembre. Y se ven cifras históricas para Coahuila.
Y en medio de esta vorágine virulenta que a todos nos tiene absortos y a la expectativa del mañana, se nos olvidan otros temas, otros hechos, otros aniversarios, otras enfermedades, como los incrementos en atenciones por problemas de salud mental.
El lunes 10 de enero se cumplieron dos años de que un menor de 11 años ingresó armas de fuego al Colegio Cervantes de Torreón y disparó contra sus compañeros y maestros. Mató a una maestra y después se quitó la vida.
El caso que retumbó a nivel internacional pasó de noche en apenas su segundo aniversario. Pareciera como si quisiéramos enterrar los demonios en lugar
de hablarlos, discutirlos y afrontarlos. Poco se dijo y poco se recordó el caso.
Pasamos, hace dos años, de criminalizar a los niños al llevarlos a las escuelas con mochilas transparentes y pasarlos por detectores
de metales a encerrarlos en sus casas o llevarlos completamente acorazados a las escuelas, con tanta protección para evitar que se contagien y hacerlos pasar por sanitizaciones estériles y detectores de fiebre.
Ayer sábado 15 de enero se cumplió una década de la desaparición en el municipio de San Pedro de cinco jóvenes originarios de Gómez Palacio, Durango. Los jóvenes, que trabajaban para Telcel, se comunicaron con los jefes para avisar que una camioneta con hombres armados los estaba parando. Desde entonces las cinco familias desconocen el paradero de sus hijos. Salvo uno de ellos, todos iban vestidos como arlequines y regresaban a bordo de una combi de la empresa telefónica. Por eso se le conoce en Coahuila como el caso de los arlequines desaparecidos.
En 10 años no hay avances en el paradero de los jóvenes.
Hace unos días, también integrantes de Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en Coahuila (Fuundec) se manifestaron por la falta de avances en las investigaciones. El reclamo, entre una lista larga, es que la pandemia ha servido de excusa para que no se avance en las indagatorias.
Son apenas ejemplos de viejas batallas que no se pueden olvidar. Seguro hay muchas más en diversos rincones.
AL TIRO
Se nos ha dicho que tenemos que aprender a vivir con esta pandemia. Hoy es la variante Ómicron, mañana quizá sea otra. Los contagios quizá alcancen todavía un punto más alto (esperemos que no), pero en algún momento volverán a descender.
No sabemos si habrá nuevas o el regreso de viejas restricciones. No sabemos si los niños y las niñas regresarán a clases presenciales el 24 de enero, como se ha previsto, o si se volverá a retrasar. Si ahora sí se comenzará a pedir el certificado de vacunación en lugares cerrados, en bares, restaurantes o estadios. No sabemos si ante el aumento de los contagios nuevamente se sufra un golpe a la economía, sobre todo del sector servicios.
Vivimos en una constante incertidumbre y un miedo generalizado por la pandemia que nos hace, también, olvidar otros temas que tienen igual importancia.
Porque frente a tiempos desalentadores y una vorágine virulenta, no podemos permitir enterrar viejas batallas, viejas demandas y nuevos frentes.