En mi casa mando yo

Opinión
/ 8 enero 2025

Agradezco a Amazon haberme conseguido aquella película de Dreyer. Es una ejemplar lección que enseña lo que cualquier marido en sus cabales sabe

A través de Amazon he conseguido algunas de las mejores películas que tengo. Antes de que existiera esa importante empresa me era imposible dar con esos filmes. Tenía muchos de la Colección Criterion, distribuida en Estados Unidos y Canadá por Virgin; pero esas otras películas, las producidas en países cuyo cine no llega ordinariamente a América, no las podía conseguir.

Pondré un ejemplo. Desde que vi por primera vez “La Pasión de Juana de Arco”, del cineasta danés Carl Theodor Dreyer, sentí que estaba en presencia de un genio. Traté de hallar entonces otras obras suyas. No tuve éxito. Afortunadamente recurrí a Amazon, y pude así tener acceso, si no a toda la filmografía de ese director, sí a varias obras importantes suyas: “Gertrud”, “Vampyr”, “El cuarto matrimonio de Dame Margaret” y otras.

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Ahora un buen amigo me envió una de las más interesantes producciones de ese gran artista de Dinamarca. Se llama “Du Skal Aere Din Hustru”, algo así como “El que Manda en la Casa”. En su película Dreyer narra la historia de una familia de clase media en Copenhague. El marido, hombre tiránico, oprime a su joven esposa; la ve como a una sierva. Ella está al borde de un colapso nervioso a causa de los maltratos del sujeto. Afortunadamente llega a visitarlos la antigua nana del marido. La buena mujer se da cuenta de la situación y decide tomar bajo su cuidado a la muchacha. La convence de salirse de su casa e irse con ella.

Entonces la rutina del sujeto se vuelve una ruina. No hay quién haga la comida; los hijos andan a la buena de Dios; la vida del individuo es caos. La historia termina felizmente: aquel hombre despótico, violento, se da cuenta de que no puede vivir sin su mujer. Va a buscarla, y de rodillas le suplica que regrese a casa. En la escena final de la película él está lavando los platos de la cena mientras ella, en la sala, escucha el radio y lee una revista.

Con frecuencia la vida imita al cine. Tuve un conocido muy semejante al protagonista de la película de Dreyer. Le exigía a su esposa que le tuviera siempre en el buró lo que él llamaba “elementos”. Eran 15: el reloj despertador; sus anteojos para ver la tele; una caja de kleenex; las aspirinas; el bicarbonato; un vaso de agua; el control del televisor; la tablet; un lápiz bien afilado y una pluma, con una pequeña libreta para anotar las ideas que le vinieran en la noche; el calzador; el cepillo de limpiar los zapatos, unas tijeritas y un cortauñas. Si cualquiera de esos “elementos” no estaba en su lugar el cabrón se enfurecía y maltrataba de palabra y de obra a su mujer. Una noche el tipo llegó a su casa y la encontró vacía. En el buró halló, junto a los 15 elementos de costumbre, uno más: la copia de la demanda de divorcio que su esposa había interpuesto contra él.

Yo jamás he tenido elementos en mi casa, aparte de los cuatro de la naturaleza. De cualquier modo le agradezco a Amazon haberme conseguido aquella película de Dreyer. Es una ejemplar lección que enseña lo que cualquier marido en sus cabales sabe: para conservar la tranquilidad y la dicha del hogar lo mejor que puede hacer un hombre es dejar que en la casa mande su mujer. Y aquí paz y después gloria, amén.

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