Estampas del surrealismo mexicano

Opinión
/ 6 marzo 2022
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Es de sobra conocido que México es un país surrealista, tan es así que nuestra terca manera de ser asombró a varios maestros de esa corriente cultural, entre ellos a su creador, el francés André Breton, mismo que se quedó sorprendido cuando en su visita a México el chofer de un transporte urbano se detuvo a media calle y bajó del autobús para platicar con un amigo suyo en las calles de Coyoacán, mientras todo el pasaje esperaba pacientemente en el autobús, algo que sólo pasa en el subconsciente, dijo Breton. Lo mismo Salvador Dalí, el pintor catalán que señaló que México era más surrealista que sus cuadros, y Luis Buñuel, el cineasta aragonés que construyó en México su hogar surrealista, como la casa de estudiantes de Madrid.

Y para verificar que México es un país surrealista sólo basta ir a cualquier hemeroteca para ver encabezados de noticias que son la normalidad cotidiana. “¡García Luna cómplice del Chapo!”. “¡Lozoya cena en el Hunan!”. “¡Enamorada la maestra Gordillo!”. “Calderón protegió a familia de Margarita por guardería ABC”. “Ministro Medina Mora acusado de lavado de dinero”. “¡No te preocupes, Rosario!”. “¡Gabriela de León acusada de violencia de género!”. “México en paz, ¡fusilan a 17!”. “Mejía Berdeja quiere gobernar Coahuila”. “Preso el estafador de Ficrea. ¡El bufete de Goyo lo defenderá!” y, de lo más profundo de la vileza humana: “Destruyen memorial de niños muertos en la guardería ABC”.

Cualquier encabezado que usted desmenuce nos dará una trama truculenta de ilegalidades, peculados, chicanadas, prevaricatos, inmundicias y el cinismo brutal de nuestra miseria perenne.

“¡No te preocupes, Rosario!”, le dijo el presidente Enrique Peña a nuestra paisana y ahora está en la cárcel de manera injusta, porque todo lo que ella hizo fue por amor, mientras que el cínico ladrón de Emilio Lozoya cenaba en el restorán más exótico de México.

O vea usted ese pique entre Felipe Calderón y el presidente López Obrador culpándose del genocidio mexicano, un País en el que diariamente mueren más civiles que en la guerra de Ucrania, 100 al día, más los desaparecidos que ya suman más de 95 mil y donde ningún efecto tiene el clamor de sus familiares que a diario nos repiten en los medios que los siguen buscando, que respetemos los memoriales que deben servir para la no repetición de ese delito. Y siguen desapareciendo.

Y lo que es una patética tragicomedia es el caso de Elba Esther Gordillo, una gorgona millonaria e impune en este País donde la impunidad es el motor de la corrupción. Una comedia trágica porque ella hace su propia sátira bailando con su joven marido: “Tú eres mi primero, mi último, mi todo!” de Barry White, algo espeluznante, pero también demasiado infame porque fueron millones de niños los que esta lideresa magisterial desgració por varias generaciones hasta que el presidente Peña nos hizo el favor de meterla al “bote” y del cual, de manera surrealista, salió muy enamorada y amenazando con volver a malograr escolapios, un acto criminal del más pernicioso y devastador charrismo educativo, el peor de todos los sindicalismos mexicanos.

Y conste que las piadosas Elba Esther Gordillo o Gaby de León pudieron ser la blanca novicia en un filme surrealista de Luis Buñuel. ¿A poco no?

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