No he olvidado seguir explorando al señor Diablo en esta saga de textos, lo único, es que a semejante y sulfuroso personaje, hay que tenerlo acotado, por cualquier cosa o motivo. No vaya a ser que se nos suba a la cabeza o al cuerpo, de hecho, gente que tiene ciertas perturbaciones y/o problemas, nos habla de una muletilla tremenda: es que por las noches se me sube el muerto”. De infarto eso, pero caray, es lo que sienten.
Dios, tenemos los humanos la urgencia de tener un Dios. Creo, es un título de la poetisa coahuilense, Enriqueta Ochoa: las urgencias de un Dios. El éxito de esta ya larga saga de columnas explorando a Dios y todo lo cual lo rodea, es mérito suyo, no mío. ¿Ya todo sobre Dios está dicho?
No. Es justamente lo contrario: necesitamos abordarlo con nuevos ojos, con nuevas lecturas, con nuevos razonamientos e incluso, con nuevos y renovados sentimientos. Y a los sentimientos, señor lector, también es menester abonarlos, siempre. Sí, como querer y abonarle terreno y fertilizante a la mujer amada.
Y nadie, creo nadie o algunas ínsulas solamente (algunos humanos), se pueden sustraer a no buscar, documentar y sentir o tratar de sentir a Dios. Y claro, ese libro hecho de libros, la Biblia, es nuestra materia prima, ha sido nuestra materia prima para explorarlo en esta ya larga saga de ensayos sabatinos, los cuales son o amenazan con ser interminables.
Hay un verso poderoso, casi aforismo, es un haikú del poeta Phillipe Lowell (Puerto de Essex, Inglaterra, 1965), forma parte de un nuevo libro suyo en preparación. Me lo ha compartido para su edición generosamente en este espacio. Su libro tentativamente se llamará “El rigor del metal”, el texto es:
“Permanecer en el silencio
De esta luz.
Eso es todo”.
Pues sí, tal vez en esta corta, parca, tremenda y certera definición, habita Dios. ¿Cómo es Dios? pues nadie lo puede ver. ¿Sentirlo? Eso quisiéramos todos al menos una vez en la vida. ¿Verlo? Imposible. Dice a la letra la Biblia, nadie lo puede ver y vivir. Ni siquiera Moisés pudo con semejante visión y resplandor. Creo usted ha leído el texto directo en su Biblia, pero vale la pena transcribirlo para ejemplificar claramente lo anterior: “Dijo más: No podrás ver mi rostro; porque no me verá hombre, y vivirá./ Y dijo aún Jehová: he aquí un lugar junto a mí, y tú estarás sobre la peña;/ y cuando pase mi gloria, yo te pondré en una hendidura de la peña, y te cubriré con mi mano hasta que haya pasado./ Después apartaré mi mano, y verás mis espaldas; más no se verá mi rostro” (Éxodo 33: 20-23).
Conocer a Dios, imaginar a Dios. Es exactamente lo mismo lo anterior. Al menos para mí. Por eso nosotros los escritores lo buscamos afanosamente. ¿No lo encontramos? Pues lo imaginamos. Es mejor. Lo repito : el escritor Jorge Amado, brasileño él, cuando Vadinho muere y resucita un instante en la obra “Doña Flor y sus dos maridos” le hace decir: “Dios es gordo.” ¿Por qué Dios debería ser flaco y guapo y bien portado siempre? No hay gordo infeliz, cosa cierta. Los flacos si lo somos y siempre, siempre estamos atiriciados. Bueno pues ¿Y si Dios no es varón, sino hembra? En un conocido soneto, William Shakespeare escribe: “Tu rostro es de mujer, que así fuiste creado,/ Tú, señor y señora de mi sola pasión...”
ESQUINA-BAJAN
La idea de Shakespeare no es mala: hombre y señora. Dios lo es todo. Y si lo es todo, lo puede todo. Siempre. Incluyendo eso llamado eternidad. Y usted lo sabe, en lo personal eso de la vida eterna no me late en lo más mínimo. Para nada. En varios textos de esta saga, usted y yo lo hemos abordado: hemos hablado de la eternidad. ¿Usted quiere ser eterno y cree en dicha promesa de Dios? Lo respeto.
¿Eternidad? Lea usted al poeta lusitano Ledo Ivo en su texto “El hombre vivo”: “Me felicito a mí mismo por ser transitorio. Siempre tuve miedo de la eternidad,/ ese gran perro oscuro que me olfateaba las piernas y me seguía sin morder”. Líneas después y antes de su gran final, escribe el brillante poeta: “Nada quiero de ti, Muerte, ni aún las recompensas del otro lado/ con que amenizas el fin de los que sufrieron mucho...”
¿Lo notó? Pues sí, es la Biblia y es promesa de vida eterna para los pobres y jodidos de este mundo los cuales son los favoritos de Dios, no aquellos humanos acaparadores de riquezas en la tierra y no en el cielo. En fin. No creo en nada de esto. Como el poeta lusitano Ledo Ivo.
Al final de cuentas, es lo mismo de siempre: utilizamos ideas, no cosas. Se viaja al otro mundo (de existir) desnudo, como se llegó a este mundo. Las cosas materiales en teoría y sólo en teoría, son intrascendentes. Tan intrascendentes son, pero cuando las necesitamos en el aquí y ahora, son objetos materiales indispensables. Por eso aquellos versos del Nobel de las letras, T. S. Eliot resuenan en eso llamado eternidad: “Tres estados hay que se confunden a menudo/ y aunque son totalmente diferentes florecen/ en el mismo seto: el apego a las personas/ a las cosas y a uno mismo...”
LETRAS MINÚSCULAS
Gran final por hoy: “Tanto puede mi pluma que seguirás viviendo”, William Shakespeare. Sí, Dios es invención de poetas y su pluma.