Hablemos de Dios 203

Opinión
/ 7 diciembre 2024

Gracias por leerme y atender estas ideas y ensayos. Aunque usted siempre me favorece con su atención, al parecer y sólo al parecer, lo último aquí publicado ha despertado el doble de atención. El éxito no es mío, sino suyo. Eso de creer a ciegas en la Biblia, la verdad no se me da. Jamás se me ha dado. Eso de abrir la página al azar y esperar una “recomendación” o sortilegio o magia que Dios exhorte para solucionar un problema o diez, la verdad es superchería como creer en la “Santa Muerte.”

Cuando alguien platica conmigo y me dice de su fidelidad y culto a la “Santa Muerte (lo que eso signifique), lo escucho con paciencia. Al final siempre hago la misma pregunta socarrona: Oiga muy bien, lo respeto, Pero eso que usted adora es una calavera, un esqueleto? ¿Dónde está la muerte? Es decir, el esqueleto, la calavera, la catrina de José Guadalupe Posada es lo concreto, lo inmaterial y efímero y eterno es la muerte ¿dónde está su Santa Muerte de ser santa, en fin.

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El éxito de esta ya muy larga, larga saga de textos y ensayos explorando al inasible Dios, es suya, no mía. Los dos estamos creciendo. Vamos juntos en esta tirada de naipes. De hecho, es una tirada de naipes o cubilete eterna. Explorar, encontrar a Dios. Imaginar a Dios. O de plano, crear a Dios a nuestra imagen y semejanza. No al revés. Iniciamos el día de hoy: es un buen autor. En un buen autor uno encuentra todo. En su palabra se condensa el universo entero. No es grandilocuencia, sino verdad y destino.

Los poetas traen la verdad en su palabra. Abordan todos los tópicos, aristas, ríos y lagunas posibles. Mojan su tinta y pluma de ganso en cada continente y tema, que es imposible no leerlos cuando son eso, artistas, vividores y genios. Es el caso del poeta ibérico Luis Alberto de Cuenca. Tengo en la mano una antología de sus textos, “Jardín de la memoria”.

De su vasta producción, esta recopilación de sus textos poéticos, tiene la virtud de que es una antología personal. El propio poeta la seleccionó, pues. Y sus registros y temas son variados. Rápidos ejemplos al azar. Aquí usted encontrará humores/olores: “¿Y a qué olían tus ojos?” luego, “olí una mezcla de perfume y sangre”. Fetichistas somos todos, al abrir el vestido de la musa amada, éste olía a “flor mojada”. ¿Sudor, aroma de mujer, perfume, o de plano como Josefina la de Napoleón que le espera sin bañarse por semanas? No poca cosa, señor lector. Regresemos al “Fetish”...

“Tu última visión antes del sueño
Son unos zapatitos de cristal
Pateándote los riñones”.

¿Referencias a la buena música, aquella que no necesita de partituras, sino de libertad y solvencia de creación como el jazz? El bueno y eterno y triste y melancólico jazz. Sin duda, como buen autor que lo invade todo y lo quiere abarcar todo, Luis Alberto de Cueca, lo escribe así:

“Oyendo a Dinah Washington –son las diez de la noche
De un veintitrés de octubre–, se me ocurre decirle
Al presunto lector de mi “literatura”
Que procure evitarla como se evita a un huésped molesto...”

ESQUINA-BAJAN

Al final del texto el cual se cumple cabalmente, deja caer lo siguiente: “que entienda que lo lee/ como lo que es: un grito (o un susurro) de angustia/ y soledad”. Caray, y qué si no es lo anterior es el jazz: un grito en silencio pidiendo ayuda para morir en soledad.

Deambulan también héroes literarios y reales. Es decir, en su poesía se mezclan perfectamente realidad y literatura ¿Alguien sabe dónde comienza una y termina la otra? por que al final de cuentas, esto y no otra cosa es la sustancia de algo volátil, tangible, efímero y real: los sueños. Lea usted:

“Como Machado, yo también soñaba
De niño con los héroes de la Ilíada,
Pero mezclándolos en coctelera
Con los padres de la revolución
Marat, Robespierre, Babeuf, Lenin y Trostki
Vivían en mis sueños de muchacho...”

Pero lo bien cierto (es que me desvié mucho y me emocioné mucho con este poeta ibérico) y para seguir con nuestra tirada de naipes ¿qué piensa o que sabe o que idealiza o que poetiza Luis Alberto de Cuenca sobre Dios o sobre la Biblia? Hay un texto suyo titulado “Religión y poesía”, si señor. Donde habla en pocos versos, pero milimétricos y pesados, de tres conceptos fundamentales que el catolicísimo ha aportado al mundo cristiano y no cristiano: la alabanza, el júbilo de ser y el drama.

En otro buen poema, Luis Alberto de Cuenca escribe lo siguiente: “A golpe de dolor, Gólgota arriba,/ con la cruz de la angustia a las espaldas/ y el pecho devorado por el buitre/ de una lenta y cruel melancolía, seguimos avanzando”. Caray, qué manera magistral de condensar hoy la vida de creyentes por igual: agobiados por la “nada” (es decir, Internet y sus redes que todo lo pudren), hoy el moderno “Dios” es un “celular inteligente” atado a la mano. Los celulares son “inteligentes”...

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