Hay amores que nunca deben olvidarse...

Opinión
/ 10 agosto 2024

Tuve la fortuna, y me parece que ya se lo he compartido estimado lector, lectora, en otros textos, de tener maestros de Historia de México, excepcionales, uno de ellos, sobre todo, un militar ya retirado, que me dio clases en segundo de secundaria, hizo que me volviera apasionada de ella. Sabía dar su cátedra, era un profundo conocedor de la misma, apasionado hasta el tuétano. No nos aburríamos, era imposible caer en ese estado, con un señorón cultísimo y que además sabía transmitir como pocos, sus enseñanzas. Él hizo que me enamorara de México, que me bebiera la Suave Patria de López Velarde y que me emocionara hasta las lágrimas con México, creo en ti... de Ricardo López Méndez. Participé en concursos de declamación con esos dos poemas, y no es que quiera presumir, pero me llevé con ambos el primer lugar. Mucho influyó, no me cabe duda, mi maestro mágico, don Daniel Tapia Colman, en esas victorias, yo llevaba ya sus clases de dicción y en mi sentir, los poemas de García Lorca, Rafael de León, Alberti, Machado, León Felipe, entre otros.

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El amor a tu tierra arraiga en lo que de ella sabes, de ese amor nace el patriotismo, de lo que sientes, de lo que te inspira, de lo que tus padres te han enseñado al respecto, de tus vivencias en tus diferentes edades, y precisamente hoy, que la política en nuestro país es un verdadero des... despropósito, resulta esencial colmar los corazones de esperanza y recordarnos la riqueza cultural, espiritual, humana y el enorme potencial económico de nuestro México. Cabe destacar, que a lo largo del siglo pasado el patriotismo fue desplazado por otro concepto más amplio y racional del amor a nuestro país, me refiero al nacionalismo, que no solo alude a la unidad territorial, sino a los recursos que tenemos, y por supuesto a la lengua, a las tradiciones, a la historia que nos vincula y nos da la cultura de la identidad. Infortunadamente, este concepto se ha venido desgastando, lo han ido ensuciando las conductas maniqueas de políticos y gobernantes carentes de escrúpulos, ya no me atrevo a decir valores éticos, porque ni los conocen, ni les apremia saber de ellos. Esta caterva de sinvergüenzas, despatriados, se han dedicado a dividir a la sociedad en buenos y malos, quienes les lamen las patas son los buenos y los que se niegan son los malos. Por supuesto la soga con que los “lazan”, son las dádivas a unos, los pactos de cloaca con otros, y más mugre de la que ya se conoce y se sabe. Por otro lado, y es importante subrayarlo, la globalización, tanto económica como cultural, también han contribuido a la disminución de los sentimientos patrióticos, pero esto se combate con integración regional y levantando las trabas a la movilidad de personas y de productos. El populismo de que se valen tanto la derecha como la izquierda contribuye a la manipulación a lo grande. Ejemplos tenemos al por mayor, ahí está Venezuela, y bueno, aquí tampoco cantamos mal las rancheras. Se juega con los sentimientos, con las emociones de la población. Pero ¿esto será razón para no amar a nuestra tierra? Por supuesto que no, lo que debemos es reencauzarlo, el amor es hermoso cuando enraíza en la libertad y en la hermandad. Los amores ciegos son nefastos. El que los hombres y mujeres de esta centuria NECESITAMOS, es el que nos conduce a vivir sin separatismos estúpidos, y a luchar con nuestro trabajo, con los conocimientos que tenemos, con lo mejor de nosotros mismos, con un objetivo toral, que es alcanzar el bien común.

El territorio en que estamos asentados se conforma con dos realidades, una externa que es la geográfica, marcada por la cultura, y una interna, definida por la subjetividad. Tristemente, ha habido manipuladores, como Adolfo Hitler, que sembró “patrioterismo” entre sus connacionales, con consejas como la de que eran una raza superior, y los llevó hasta una guerra en la que murieron millones de inocentes. Y el de casa reclamándole a España... si los mexicanos somos mestizos, nuestros ascendientes fueron andaluces, extremeños, castellanos, nahuas, tlaxcaltecas, purépechas, etc., de esa mixtura procedemos. Además la conquista del imperio azteca no la hicieron solos los españoles, se sumaron pueblos indígenas que estaban hartos del sojuzgamiento de los señores mexicas.

Hoy es momento, para que nosotros, los que habitamos AHORA esta noble tierra llamada Estados Unidos Mexicanos, nos hagamos cargo de ella, pero con amor, con amor genuino, no del que nos sale el 15 de septiembre. El amor a la patria se demuestra con sentido de responsabilidad hacia ella. ¿Cómo? Reconociendo y apreciando nuestras riquezas humanas, naturales y culturales protegiéndolas para que también las disfruten las generaciones que vendrán mañana. Cumpliendo con nuestros deberes cívicos, conociendo nuestros derechos y también nuestras obligaciones, aprendiendo a respetar la ley y exigiendo a nuestros gobernantes que las cumplan y las hagan cumplir, SIN DISTINGO ALGUNO. Que impere la ley nos conviene a todos. México está viviendo hoy día una crisis superlativa de INSEGURIDAD PÚBLICA. Los grupos de la delincuencia organizada se están convirtiendo en los amos del país, se ríen y se carcajean de la guardia nacional, del ejército, y lo más deleznable es que el primer obligado y responsable por mandato constitucional de que en el país haya paz, diga que todo está bien. El amor a la patria demanda compromiso con la generación de bienestar generalizado, y para eso se requiere que cada uno de nosotros haga, nomás la parte que le toca, pero BIEN. Hagamos una reflexión y digámonos sin concesión alguna, si estamos cumpliendo con nuestro deber de amor con el país en el que nacimos, en el que hemos vivido y viven cuantos son caros a nuestro corazón. “Obras son amores y no buenas razones”. ¿Cómo ve?

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