Ideológicamente irreconciliables, operativamente necesarios

Opinión
/ 22 enero 2023

Si Cuauhtémoc Cárdenas, Plutarco Elías Calles y Manuel Gómez Morín se sentaran en una mesa con la intención de hacer un bloque para contender en unas elecciones, sería impensable que se pusieran de acuerdo.

Músculo, capacidad de consenso, altos niveles de pluralidad dicen algunos. Lo cierto es que por estos días, ¿a quién le importan las plataformas doctrinales o los principios, ideales y valores partidistas? Pero sobre todo, ¿a quién le importa el consenso hacia dentro de los partidos sobre si los militantes querían formar parte del bloque aliancista o no? Lo más grave es que la membresía de simpatizantes no mostró ninguna objeción al respecto y lo peor es que muy probablemente ni siquiera los tomaron en cuenta para concretar los acuerdos de la perversa mezcla. Sólo para aclarar, perverso significa cambiar el rumbo original de las cosas.

Hoy en el País conviven y convivirán hasta que no encuentren otra salida parecida a la ambición: priistas, panistas y perredistas en un sólo combo. ¿Cómo conciliar la izquierda (PRD), el centro (PRI) y la derecha (PAN)? ¿Cómo hacer que convivan el iuspositivismo, el iusnaturalismo y el mimetismo en una sociedad tan polarizada como la nuestra? Pues los actuales líderes de los partidos en cuestión, milagrosamente lo lograron. La fórmula: ambición y poder.

Los llamados “padres fundadores” tenían en claro el objeto formal por el que dieron a luz la existencia de los partidos. Aglutinamiento de las fuerzas del País para generar una estructura de unidad en torno al presidente en turno –corporativismo–, búsqueda de gobernabilidad o la aparición de un bloque opositor que frenara el impacto del libre mercado y el liberalismo económico contra la justicia social. Lo que haya sido, quienes dieron a luz a los partidos tradicionales lo tuvieron claro.

Sabían que las convicciones, los ideales, los principios y los valores dan sentido y rumbo a la vida de los seres humanos y son la brújula de cualquier proyecto. ¿Podría imaginar a Carlos Castillo Peraza o al ingeniero Cárdenas conviviendo con Salinas de Gortari? Está muy claro, la identidad, las convicciones y las ideologías, pasaron a mejor vida.

Louis Althusser dice que la ideología es un sistema de ideas y de representaciones que domina el espíritu de un hombre o de un grupo social. ¿Cuáles serán las ideas o representaciones sociales que dominarán esta alianza nacional y, lo quiera o no, estatal y municipal? Y en un consenso cupular en las dos entidades federativas, en el Estado de México los priistas y perredistas tendrán que votar por un candidato panista y en Coahuila los panistas y los perredistas –que son pocos– tendrán que votar por un priista. ¿Lo habrán sopesado?

Probablemente usted no tendrá problema con eso. Pero ¿y el tema de las convicciones y los principios? No me diga que “a quién le importan”. Digo, no le importan a quienes operaron en lo alto, sin tomarlo en cuenta a usted. Éstos, es notorio, nunca tuvieron en cuenta que la ideología aglutina, engancha a la sociedad, genera compromisos, hace que las instituciones tomen diferentes posturas, se sabe a dónde se va; en el caso de los partidos, aclara lo complejo de la política y proporcionan una orientación a los votantes.

No tener un soporte ideológico es no tener rumbo, carecer de una brújula que oriente el camino, y al final da lo mismo ir hacia un lugar que hacia otro. Que complicado se la pusieron a los militantes y simpatizantes que en muchos de los casos tendrán que forzar la capacidad empática para complacer a sus líderes nacionales y sus acuerdos turbulentos.

Ante los altos niveles de corrupción en estados donde históricamente no ha habido alternancia –Estado de México y Coahuila–, donde no hay figuras que aglutinen las voluntades populares, donde los partidos se partieron, donde los partidos tienen dueño y se manejan como negocios familiares dejaron de importar las convicciones y la ideología. El problema es que a muchos no les quedará de otra que volverse “plurales” ante las exigencias partidistas que tienen como trasfondo la ambición y el poder.

Así que, por estos tiempos, lo irreconciliable se concilió. Probablemente Efraín González Luna, Manuel Gómez Morín, Carlos Castillo Peraza y otros tantos líderes históricos del panismo, junto con el general Lázaro Cárdenas –quien intentó implementar la educación socialista en nuestro País–, Lombardo Toledano, Arnoldo Martínez Verdugo, Heberto Castillo y otros se levantarían de sus respectivas tumbas si pudieran tener conciencia de que aquello por lo que lucharon fue sobrepasado por la ignorancia, el desconocimiento de la historia y la falta de convicciones que sus actuales líderes nacionales muestran.

Lo mismo les pasará a los priistas coahuilenses que no les quedará de otra que acoger a sus contendientes históricos y que ya no podrán decir “a ver gánenle al PRI”, porque serán parte de ese combo. A lo mejor ya olvidaron que con y a pesar de sus candidatos, independientemente de su guapura y juventud, la tienen ganada sin haber competido porque la fuerza del partido se soporta en la estructura y las redes que por muchos años tendieron y a las que hoy se suman los otrora partidos antagónicos que siempre quisieron, pero nunca pudieron.

De ser ideológicamente irreconciliables, se volvieron operativamente necesarios. Todo por una rebanadita del pastel. Como corolario, los morenos en temas de convicciones e ideología andan por las mismas. Así las cosas.

fjesusb@tec.mx

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