La encuesta de Reforma, un misil que apunta al ánimo de los electores de Xóchitl
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Con el paso del tiempo y su arribo a la Ciudad de México y Guadalajara, el periódico El Norte se convirtió en el Grupo Reforma. Desde entonces este medio nacional ha sido portavoz de los intereses y opiniones más socorridos de las clases medias urbanas y el electorado proclive al pensamiento de centro, centroderecha y derecha.
En los años del autoritarismo priista, El Norte fue su contrapeso en el norte del país, en tanto que el periódico La Jornada y Proceso jugaban ese papel en el Centro, y el Diario de Yucatán lo hacía en el Sureste. No puede ni debe regateárseles la resistencia que representaron.
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En el arranque del actual sexenio recibió mucha difusión un mensaje de Alejandro Junco, su director general, que fue prácticamente un llamado a la resistencia. Luego, tras varias décadas de servicio de Lázaro Ríos como director editorial, sumaron al Dr. Juan Pardinas, recién desempacado como director del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO). No sorprende que, en el presente sexenio, Reforma sea objeto de señalamientos constantes por parte del Presidente. Pertenecer o colaborar con este medio, amerita su automática descalificación en las mañaneras.
De tiempo atrás las encuestas de Reforma cobraron gran influencia, eran acertadas y serias. Lorena Becerra fue su última encuestadora, ella ganó credibilidad por su metodología y acierto de sus cifras. Con Pardinas constituyó un dúo de gran seriedad y credibilidad. Conozco a Juan desde hace más de veinte años, me consta su honestidad, seriedad y gran capacidad. Pero de repente todo cambió. El pasado 7 de octubre, Reforma anunció la salida de Pardinas y poco después la de su encuestadora. Ocupó su lugar Roberto Zamarripa, editorialista de Reforma, conocido por su cercanía con cierto pensamiento de izquierda, lo que nada tiene de objetable, por el contrario, Zamarripa fue uno de varios editorialistas que Reforma incorporó a sus páginas para ampliar el abanico de voces, grupos y tendencias.
El pasado martes 19 cayó la bomba. La encuesta de Reforma colocó a Claudia Sheinbaum 24 puntos por encima de Xóchitl Gálvez. Más aún, colocó al presidente López Obrador con 73 por ciento de aprobación. Ni las encuestas más favorecedoras al Gobierno han ido a tales extremos. Expertos y opinólogos se dieron a la tarea de estudiar la metodología utilizada para la encuesta. Para la mañana del día de su publicación, los conocedores ya sabían que se trataba de una vacilada: de mil entrevistados, 47 por ciento se negó a responder. No se da a conocer el nombre del responsable de la publicación, parece claro que no hubo quien quisiera poner su nombre al lado de esas cifras. ¿En serio, 73 por ciento de aprobación?
Pareciera que el objetivo pactado por los dueños de Reforma y el Gobierno fue otro: el misil apuntaba directamente al estado de ánimo de los electores de Xóchitl y de la oposición: “No hay nada que hacer, perdieron, depongan las armas y la energía”. Parece que lo están logrando. Xóchitl se vio obligada a hacer cambios en su equipo de campaña. Puso la operación territorial electoral en manos de Rubén Moreira (la iglesia en manos de Lutero) y confió la operación de la campaña a Max Cortazar, exvocero de Felipe Calderón, mientras que el inamovible Santiago Creel permanece como coordinador de Campaña de nombre y sin poder, habrase visto semejante cosa.
Ahora bien, la falsedad e inconsistencia de la encuesta de Reforma no significa que se equivoque en la tendencia. Doy más peso a la encuesta realizada por GEA-ISA, cuyo director general es Guillermo Valdés, quien dirigiera el CISEN en tiempos de Felipe Calderón. Lo hago así, no por el resultado o por la diferencia entre candidatas que es prácticamente la misma, veinte puntos. Llaman mi atención las preguntas que sondean el estado de ánimo del mexicano, su percepción de las cosas y de la situación en general.
La oposición partidista lleva décadas diciendo que Andrés Manuel López Obrador es un peligro para México, una reencarnación de Chávez y de Castro, que llevaría a México a la debacle. Llevan seis años anunciando una catástrofe con proporciones de cataclismo, particularmente en el plano económico. Lo cierto es que esa catástrofe nunca llegó y el mexicano lo sabe, lo siente y lo dice.
Los encuestados por GEA no celebran el desempeño económico, pero tampoco expresan gran queja, lo que en términos políticos es un gran triunfo para el Presidente. El 48 por ciento dice estar bien económicamente, sólo el 7 por ciento percibe una situación negativa. En seguridad pública me quedé helado. Se reconoce que existe un problema en la materia, pero el 56 por ciento está de acuerdo con la estrategia del Presidente. En la cuestión social, AMLO es un auténtico rockstar, entrega dinero a toda la familia, es dinero de nuestros impuestos sí, pero lo da, y la gente lo agradece.
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En esta, como en toda elección, no se trata de lo que digan o dejen de decir los candidatos o los partidos. Se trata de lo que siente, piensa y opina la sociedad que va a votar. En México, la oposición está hablando a una muy pequeña porción del electorado, se ha empecinado en creer y hacer creer una realidad que no existe o que, al menos, el electorado no ve ni ahora ni en el futuro inmediato. Por otro lado la alianza deforme que armaron, no permite articular o defender un discurso sobre democracia, transparencia y desarrollo. Xóchitl, una buena candidata, es rehén de los partidos. Son lo que son y han sido en el pasado, carecen absolutamente de credibilidad.
La encuesta de Reforma define sin duda un antes y un después. El modus operandi de siempre sigue siendo el rey: manda, se reafirma y se confirma, intimida y corrompe; eso no significa que el electorado perciba lo que dicen y han venido diciendo los partidos de oposición.