Macron le pone un ‘hasta aquí’ a Putin
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A punto de cumplir 72 años, Vladimir Putin parece imparable en su carrera política, tanto doméstica como internacional. Ignora, encarcela, desaparece o elimina a todo aquel que intente enfrentarlo dentro de Rusia. Asesinó a su más visible adversario, sin decir una palabra al respecto. Pareciera que no tiene por qué dar explicaciones, y no ve ni escucha a quienes le reclaman. Es preciso tener en cuenta que, desde el tiempo de los zares, la Santa Rusia se cuece aparte. Como a tantas otras sociedades, el rasero occidental, europeo céntrico, poco o nada le significan.
En el frente internacional, ningún presidente de Estados Unidos ha podido con él, ni como amigo ni como cómplice o enemigo. En el seno de lo que algunos analistas califican como la “democracia más madura del planeta”, Donald Trump es su porrista más entusiasta, por el contrario, Biden siempre ha tenido una posición firme frente al ruso, pero su equipo, herencia de Obama, lo frena e ignora evadiendo una mayor firmeza.
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Desde el colapso del “socialismo realmente existente”, e incluso desde antes, los intereses materiales han sido y son la causa profunda de las pugnas por el control del mundo, pese a que las partes en conflicto hayan alegado y aleguen motivos ideológicos. Putin no es la excepción, su apuesta no es ideológica, nada tiene que ver con socialismo o capitalismo. Su apuesta es más simple, se trata de la “Santa Rusia”, sueño que ya alentaban los zares Romanov.
Putin apela a sentimientos nacionalistas muy arraigados y pregona una suerte de venganza por la “humillación” que dice sufrieron con el colapso del Orbe Soviético y el término de la Guerra Fría. Para este exagente de la KGB comisionado en Alemania Oriental, esa humillación sólo puede subsanarse restaurando la condición de Estado Imperial de gran potencia, con él mismo al frente.
Putin conquistó el poder hace veinticinco años y ahora se prepara para gobernar hasta 2036 amparado por la reforma constitucional que impuso en 2021. Si lo consigue, sumará 37 años de poder y 85 de vida, y pareciera que va lográndolo. Un día sí y otro también, ignora o se burla de las democracias occidentales. La oposición doméstica baila con la más fea: represión y muerte. En el tablero internacional, Ucrania padece la mayor ofensiva, Putin no encuentra límites y las sanciones no le hacen ni cosquillas. La economía rusa creció gracias al apoyo de China, con la neutralidad de India. Lentamente se configura un nuevo polo de poder que, tarde o temprano, podrá contrapesar la hegemonía Occidental.
La guerra siempre es inhumana, Ucrania no es la excepción. Rapto y secuestro de decenas de miles de niños, bombardeos indiscriminados, crímenes de guerra contra la población civil, por parte de las tropas rusas e israelíes. En este contexto, el bully va ganando, tanto en los discursos como en la percepción del público.
Pero justo cuando pareciera que Putin se encuentra en la cúspide, el centrista Emmanuel Macron, presidente de Francia, le puso un hasta aquí en defensa de los derechos humanos, la independencia y la democracia para Ucrania. La ecuación es muy sencilla, quien piense que Putin se detendrá en Ucrania, está muy equivocado. Defender a Ucrania es defender a Europa.
Los vacíos de poder se llenan con lo que hay y las democracias occidentales están urgidas de un líder. La partida de Angela Merkel y el ensimismamiento del gobierno estadounidense habían dejado ese vacío. Macron asume hoy ese liderazgo. Le restan tres años a su segundo mandato de cinco. Le toca dejar su sello, su legado, ¿y qué mejor forma que defendiendo los principios de los que Francia ha sido siempre una pionera?
El llamado de Macron generó el apoyo inmediato y automático de dos democracias, cuya historia no les permiten quedarse de brazos cruzados: tiene el apoyo incondicional del canciller federal Alemán, el socialista Olaf Scholz y el primer ministro de Polonia el centro derechista Donald Tusk.
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Si bien el compromiso es firme, aún dejan espacio para que Putin opte por la moderación. No habrá ofensiva europea. Inicialmente no se prevén tropas europeas en Ucrania. Pero es claro el compromiso defensivo. La línea roja que pinta Europa al autócrata ruso es clara y no hay forma de echarse para atrás. Hacerlo sería desastroso. Es interesante que los tres gobernantes cuenten, al menos en lo fundamental, con el apoyo de todas las fuerzas políticas de sus respectivos países. Llama la atención, sin duda, la postura de la líder francesa de extrema derecha, Marine Le Pen, pareciera querer cortejar votos del centro, de cara al proceso electoral de 2027.
El surgimiento de Macron como voz cantante de las democracias occidentales, sembrará miedo en el bully de Moscú. Así son los bullies, lo son hasta que alguien les pone un estate quieto.