Quienes tenemos la fortuna de tener hermanos, hermanas, o ambos, sabemos desde la profundidad de nuestro conocimiento más prístino, su vital significado. Existe una familia en común con ancestros también que nos son comunes, pero la fraternidad en muchas ocasiones va mucho más allá de la consanguinidad, lo que queda aún más claro al paso del tiempo porque la gente que vamos conociendo en las distintas etapas de la vida representan un espejo.
El 20 de marzo de este año presenté el libro de mi autoría titulado “Que los muertos no pasen de largo”, que es un conjunto de 45 crónicas sobre personas y personajes a los que conocí y que ya no se encuentran en el plano terrenal. Estos textos representan un homenaje a sus historias de vida, y se plantean desde la experiencia misma de haber convivido con personas extraordinarias, pero más aún, se ponen en valor sus aportaciones a los demás, que finalmente indican su alto nivel de fraternidad.
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Cuando se toman las grandes decisiones personales siempre hay alguien a quien se comparten, digamos a manera de complicidad, aunque se piense que ello pueda despertar el sentimiento de la envidia; pero lo que vales es la posibilidad de verte y escucharte en otros.
Ahora que estamos en tiempos electorales me he atrevido a preguntar a mis familiares y a mis amigos en calidad de familia ampliada, por quiénes votarán sorprendiéndome que ejercerán el voto por candidatos de diferentes partidos políticos, lo que significa un voto diferenciado que resulto de un escrutinio sobre los antecedentes de dichos candidatos. Me dio gusto saber que han investigado los perfiles de los candidatos y que están conscientes del poder de su voto. Muchos de ellos en un contexto de fraternidad están haciendo llamadas telefónicas para promover que acudan el próximo 2 de junio a ejercer el voto sin indicar por cuáles candidatos habrán de dirigir el sufragio.
Conozco a muchas personas que irán en familia a votar y que luego de cumplir con tan importante responsabilidad y derecho ciudadano, se acompañarán para compartir alimentos. También hay quienes me han dicho que no tiene caso votar porque ya se sabe quiénes ganarán, pero esta es una visión que me parece miope porque precisamente debemos votar para que sea posible una democracia representativa que acompañe el proceso de elección de quienes nos gobernarán en algunas entidades de la Federación, en alcaldías y de quienes serán los legisladores en los congresos locales y en el Congreso de la Unión.
Así que hermanémonos derribando al abstencionismo que sigue siendo un componente mayoritario en las elecciones mexicanas. Al votar la mayoría de quienes integramos el padrón electoral estaremos satisfechos de los resultados, independientemente de quiénes sean los ganadores. Luego no nos quejemos de no sentirnos representados por los candidatos que vayan a ocupar posiciones políticas. Los electores tenemos la última palabra.