La ley de la selva

Opinión
/ 30 abril 2024
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Crear pequeños mundos implica atenerse a sus condiciones

El cuarto de mi roomie es una selva. Desde que llegamos a esta casa, él se dedicó a llenar su espacio con plantas y flores: amoenas, anturios, lenguas de suegra, palmas arecas.

Sobre la cabecera de su cama instaló una repisa en la cual puso dos monsteras con macetas de barro. En cada extremo de la repisa colocó julietas cuyas ramas casi alcanzan el suelo. Por si fuera poco, su ventana comunica con el pequeño jardín, donde un fresno inunda todo de verdor. En la copa de ese árbol se posan cotorras serranas: cada vez que entro a su cuarto (cuya cama siempre está cubierta con un edredón de estampado vegetal) se escucha el canto escandaloso de las aves.

Mi cuarto es muy diferente. Tengo una cama, una mesa, un cesto de ropa sucia y uno de ropa limpia. Parece el espacio de un estudiante foráneo. Eso sí, huele a puro desinfectante y Microdacin porque #ObsesivoCompulsivo. Mi roomie sugirió que trajera las cosas de mi antigua habitación, la que está en la casa de mis padres, pero le dije que no era necesario porque “Todo lo que tengo lo llevo conmigo” (que me perdone Herta Müller por usar ese verso aquí).

Estábamos con la historia de mi roomie. Le pedí que me ayudara con unas cosas, él se negó porque estaba acostado en ese pedazo de selva que es su habitación. Yo insistí y él fue de mala gana. Cuando entró a mi cuarto, se escuchó un golpe muy fuerte, lo acompañé de regreso a su cuarto y vimos que la repisa había cedido por el peso de las plantas: las macetas de barro estaban quebradas sobre su almohada; había mucha tierra, raíces y pedazos de madera rota.

-Pude haber muerto- dijo.

-Así es -le respondí. Es la ley de la selva, vives o mueres, y a mí me tocó salvarte en esta ocasión.

Ni él ni yo creemos en el destino, pero sí en la ley de la selva, y dice que ahora tomará más en cuenta mis peticiones. Pueden ser de vida o muerte.

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