La tradición de regar banquetas con agua potable en Saltillo

Opinión
/ 12 mayo 2024

Ante este escenario apocalíptico, la ONU, como rogativa frente a un cuerpo muerto, ha señalado que la prosperidad y la paz dependen del agua

He visto cómo a banquetas de residenciales y también a banquetas de colonias populares, sus propietarias o empleadas les rocían enormes cantidades de agua potable para dejarlas limpias. Si bien esta práctica es una costumbre, no por ello ha sido positiva ni en el pasado ni ahora, sobre todo considerando la falta de agua potable que se vive a escala mundial.

Es cierto, los mayores responsables en gastar el agua potable son 3,304 usuarios privados que tienen fines lucrativos, léase constructores, empresas mineras, productores de refrescos o cervezas y productores de huevo, entre otros. Sin embargo, no se ve que en un futuro cercano pierdan sus privilegios. Y no por ello, las pequeñas acciones ciudadanas deberían detenerse, incluso, pueden ser un elemento de negociación ante el actual estado de cosas.

Es triste pensar que para salvarnos algunos cuantos años como ciudad, del colapso generalizado que se avecina, seamos los ciudadanos los que nos encontremos cambiando viejos hábitos irresponsables ante la negativa de grandes consumidores de agua de ceder en formas de extracción y en cantidades empleadas de este recurso hídrico. Así, cuidaremos solo el 5 % del agua potable para abastecimiento ciudadano, en contraposición al 95 % del agua en donde no tenemos ni uso ni injerencia. Esto nos deja jugando al juego de té, por decirlo de algún modo. Pequeñas raciones. Como de caricatura.

Como ejemplo cercano de algunos esfuerzos municipales importantes, tenemos a la ciudad de Monterrey, la que desde hace varios años desarrolló un mecanismo efectivo para ayudar a ahorrar agua potable entre la ciudadanía: las multas. Y son multas que la ciudadanía debe pagar si entre otras cosas, riega banquetas o cocheras, si lava el auto con manguera, si descarga sustancias químicas o tóxicas a las alcantarillas o si causa daños al medidor de agua. En Coahuila no se ha podido articular este esfuerzo. Ya es tarde, la crisis hídrica es evidente, sin embargo algo pasa en el modo de procesar la información tanto en las autoridades municipales como en la ciudadanía, ya que en la generalidad, sólo se preguntan por el agua, si falta. Además, en diversos hogares no relacionan el hecho de que se tire el agua lavando las cocheras o los patios de mosaico, con el que el agua destinada al uso ciudadano en forma global, sea menor. Sin embargo, tal vez, incentivos municipales a manera de descuentos a quienes disminuyan el consumo de agua, podría apoyar el uso razonable del agua potable.

Así como lo recomiendan los jardineros avezados, las áreas verdes se deben regar solo durante la noche o cuando menos, al desaparecer del horizonte la radiación solar, esto para que el agua no se evapore y llegue en el momento óptimo para el desarrollo de las plantas. Sin embargo, vemos muchos surtidores de áreas verdes operando en la mañana o al mediodía.

Estas reflexiones tan simples y que parecerían insulsas, tienen que ver con algo así como prepararnos para otra pandemia, solo que aquí la pandemia se relaciona con que ya casi todos hemos experimentado la falta de agua.

Ante este escenario apocalíptico, la ONU, como rogativa frente a un cuerpo muerto, ha señalado que la prosperidad y la paz dependen del agua. Pero nadie se mueve. Son únicamente palabras dirigidas a un escenario de poderes sordos.

Las autoridades municipales seguro saben que invertir en estrategias de apoyo para la limpieza de tinacos o aljibes, es dinero público bien invertido, ya que sirve para mejorar la salud de los ciudadanos, su vida productiva o laboral, así como el medio ambiente. Porque, el problema de dimensiones épicas es que el 59.1 % del agua dulce superficial de nuestro país está contaminada, ello de acuerdo con datos de la Red Nacional de Medición de la Calidad de Agua (Renameca). Así, en muchas ciudades mexicanas deben comprar agua para beber a un sobreprecio infame.

El vocablo banqueta proviene del sustantivo banco y este a su vez del germánico bank que significa asiento sin respaldo. Se acompaña del sufijo femenino eta, que implica un diminutivo.

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