Las charadas
Ilusionistas de la lengua. Quienes desarrollan centros comerciales y nuevos fraccionamientos. Al momento del bautismo, de llevar los planos de construcción ante las autoridades municipales. Para la mente del consumidor, la palabra elegante.
Así las colonias con créditos mixtos de Infonavit o los espacios de venta con acceso controlado. Las nomenclaturas, el ejercicio mental del fracaso. Plusvalía del arrabal. A los asistentes, visitantes o propietarios, transitan, pagan y enloquecen sin llevar zurcidas en sus ropas la estrella de David.
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Ateísmo a los cuidados del dios gobierno. Quien puede, gasta. También en tiempos de paz, la disidencia social reflexiona en la oculta sombra de los sectarios mercadólogos.
Ya nadie vive en quinto patio o consume productos nacionales de Conasupo. El orgullo de pertenencia es el castigo. La penitencia es no contar con dispositivo móvil. El código QR es la llave de la modernidad para todos los confundidos.
Cada municipio periférico, cada alcaldía próxima al caos, habilitan joyas premium. Donde antes era la marranera, el pantano, el páramo seco de torbellinos, las charadas ofrecen residencias de tres pisos, con terraza al estilo mudéjar.
Amenidades en áreas comunes. Planee su vida, la de sus hijos. A pocos minutos de los centros comerciales con las franquicias de la modernidad.
Ingresos mixtos comprobables desde el sueldo de ejecutivo o presidente de conglomerado internacional. A la rebaja presupuestaria le incluyen varios sistemas de enfriamiento y calor, según las estaciones.
Así en esas priválias y cajoneras de artículos inservibles, la tropa de trabajadores de las plantas industriales, los coreanos y chinos, se pasean a la par, la pléyade de arribistas nacionales.