LEGADO DE VIDA

Opinión
/ 5 septiembre 2022

El sorprendente potencial que todos tenemos que emerge sobreponiendo a propios y extraños

Todas las personas tenemos la capacidad de encontrar y “decodificar” lo que existe en nuestro interior para transformarlo y darle forma y, con base en esfuerzo, lograr la realización personal, lo cual significa encontrar el sentido de la existencia para crecer intencionadamente, de manera responsable y creativa, en esa dirección.

Como seres humanos podemos decidir más allá de nuestras limitaciones biológicas, psíquicas o sociales para lograr la plenitud personal. Esta senda de la autorrealización tiene como nutrientes esenciales la libertad, la disciplina, la esperanza y la determinación.

Definitivamente, es un camino complejo y difícil, de subidas y bajas, pero cuando nos concentramos y ponemos el alma en el ruedo, ese sorprendente potencial que todos tenemos, paulatinamente emerge, sobreponiendo a propios y extraños.

PERSONAJES MEMORABLES

El próximo mes de octubre se cumplirán 72 años en que un caricaturista de 27 años de edad publicara la primera tira de “Peanuts”, desde entonces Charlie Brown -ese niño de suéter amarillo con una raya negra horizontal- y su pandilla, incluyendo al famosísimo Snoopy, se convirtieron en personajes memorables y mundialmente famosos.

Pero hay una historia poco conocida atrás de esa pandilla, es la vida de un niño real colmada de inverosímiles esfuerzos y de una preclara determinación; me refiero a la biografía de su creador Charles Schulz quien llegó a comentar: “cuando era chico, creía que mi cara era tan sosa que la gente no me reconocería si ellos me vieran en otro lugar diferente al sitio donde normalmente me veían... Pensaba que mi apariencia tan común era un disfraz perfecto. Este tipo de pensamiento fue el que provocó la redonda y común cara de Charlie Brown.”

La vida de Charles Schulz representa un poderoso mensaje para los jóvenes que se piensan “incompetentes” o se sienten marginados: nada ni nadie puede en contra de un sueño transformado en voluntad, energía y significado de vida.

SPARKY

Charles M. Schultz (1922-2000), fue un niño tímido, inseguro, frágil y solitario, de pequeño sus compañeros lo bautizaron con el apodo de “Sparky”, a manera de burla, pues era el nombre de un caballo, personaje de una tira cómica de la época.

La escuela le resultó casi imposible: fue un pésimo estudiante. Reprobó las materias de octavo grado, perdiendo ese año escolar. En secundaria “tronó” física, latín, inglés y álgebra.

Se transformó en un joven introvertido, socialmente torpe. Jamás pudo invitar a alguna chica a salir, por temor a ser rechazado, su cortedad llegaba al extremo que se asombraba cuando algún compañero de clase lo saludaba fuera de las horas de escuela.

Sparky era un perdedor: lo sabían todos, lo sabía él. Llego a pensar que, si las cosas iban a salir bien, entonces así saldrían; de lo contrario, se contentaría con eso que parecía su irrevocable mediocridad.

El origen del sentido del aparente fracaso de su personaje Charlie Brown, proviene del increíble “destino” de Schulz para que las cosas no le salieran del todo bien; como ejemplo, en una ocasión se presentó en un cine que había prometido dar chocolates gratis a los primeros 100 clientes. Pero no lo logró: fue el número 101.

Además, el anuario de su preparatoria nunca publicó los dibujos que Schulz entregó para su publicación. Y, al paso del tiempo, la historia se repitió: el joven artista fue rechazado por Walt Disney.

Luego, a los 17 años, Schulz se inscribió en una escuela de arte por correspondencia en la que obtuvo una pésima calificación al dibujar a un niño, precisamente a Charlie.

ALQUIMIA

¿Cómo es posible que un niño deleznable, poco dotado haya llegado a ser el dibujante de tiras cómicas más rico de todos los tiempos? La respuesta es sencilla: su entusiasmo por el dibujo y su imparable pasión por darle vida a su creatividad.

Schulz transformó sus desventajas en oportunidades: se atrevió a poner a su servicio sus propias peculiaridades (la inseguridad e inferioridad) en algunos de sus personajes.

INNOVADOR

Schulz innovó cuando introdujo a la vida cotidiana personajes identificados con las realidades de sus lectores, les dio voz a los niños al no permitir que en sus historietas aparecieran adultos: su universo pertenece a la infancia y a la temprana juventud, es un mundo real dominado por el distanciamiento humano y aislamiento individual, de la verdadera vulnerabilidad que nos habita.

También tuvo la osadía de abordar temas tabúes de su época como la depresión, la intolerancia, la soledad, la crueldad y la desesperación; adicionalmente, sus personajes hablaron sagazmente de literatura, arte, música y deporte; inclusive de teología y psicología.

Así se recreó a sí mismo, desarrollando un estilo único de comunicación, de expresión, sensible a el mundo entero, a un universo muy dilatado, en donde las edades sencillamente desaparecen, inclusive la propia temporalidad.

Su oficio le ayudó a estructurar su alma y su arrojo y determinación caracterizó su existencia.

PATHOS

“Peanuts” describe un mundo donde las primeras entradas del béisbol duran tanto tiempo que los jardineros se van a comer; donde “el significado de la vida es volver a dormir y esperar que mañana sea un día mejor”.

Schulz brindó a sus lectores una niñez realista con todas sus pérdidas y rechazos. Sus niños tenían “pathos”: todo lo que se siente o experimenta, estado del alma, tristeza, pasión, padecimiento, enfermedad. En sus breves historias los niños nunca crecen, pero tampoco tienen que hacerlo: sufren ya de desilusión adulta, fracasos y dudas sobre sí mismos, pero salen adelante.

INCANSABLE

En 1950, vendió sus tiras a United Feature Syndicate, pero ellos cambiaron el nombre a “Peanuts”, el cual Schulz de inmediato rechazó; pero, para a su pesar, así lo siguieron conociendo. Por cierto, derivado de esta experiencia, Schulz decidió jamás ceder su creatividad a otros y, desde entonces, se dispuso a dibujar cada línea, iluminar los fondos y escribir cada diálogo de las siete tiras semanales que creaba, jamás se apoyó de asistentes.

El resultado fue una producción extraordinaria: 18 mil tiras que fueron leídas por más de 355 millones de personas en 75 países y traducidas a 21 idiomas. Fue un incansable trabajador, hasta que, físicamente, le fue imposible continuar por lo que dio por terminado su titánico trabajo días antes de morir y fue el 13 de febrero del 2000, un día después de su muerte, que apareció su última tira original en la cual escribió:

“Queridos amigos: He sido afortunado al dibujar a Charlie Brown y sus amigos durante casi 50 años. Fue la realización de mis anhelos infantiles. Lamentablemente ya no puedo mantener la continuidad demandada para una tira diaria, por lo tanto, estoy anunciando mi retiro. A través de los años me he sentido agradecido hacia la lealtad de los editores y por el maravilloso apoyo y amor expresado a mi historieta por sus seguidores. Charlie Brown, Snoopy, Linus, Lucy... cómo podría olvidarlos jamás...”

EN LA LUNA

Cabe mencionar que, aparte de las tiras cómicas, se realizaron cuatro largometrajes, y se desarrollaron parques de diversión y una serie de libros con la temática de la emblemática pandilla.

Por cierto, la NASA bautizó con el nombre de Charlie Brown al módulo de mando del Apolo X y Snoopy al módulo lunar; también otorga el “Premio Snoopy” a colaboradores y contratistas por logros vinculados a la seguridad o al éxito en una misión espacial.

Shultz en alguna ocasión dijo “no hay mayor peso para un ser humano que un gran potencial”, y su vida es prueba de ello.

Indudablemente, Shultz sigue siendo ejemplo para los niños y jóvenes actuales, pero principalmente para los padres de familia y educadores que, en ocasiones, claudican ante los talentos ocultos de sus hijos o estudiantes. Talentos que, misteriosamente, se esconden detrás de aparentes discapacidades, pero que en realidad no son más que formas distintas de expresión, de esperanzas que anhelan ser descubiertas, comprendidas, apoyadas e impulsadas.

“La vida es como una bicicleta de diez velocidades. Hay algunas que la mayoría nunca usamos” ... Sin duda, Shultz, al no ponerse límites, al haber encontrado el sentido de su vida y el “ADN” de sus potencialidades, pudo utilizar las diez velocidades de su bicicleta para alcanzar sus aspiraciones y objetivos vitales, dejando a las nuevas generaciones un imborrable legado de vida.

cgutierrez@tec.mx

Programa Emprendedor

Tec de Monterrey Campus Saltillo

TEMAS

COMENTARIOS

NUESTRO CONTENIDO PREMIUM