Leo Dan en su tinta
Cuando el presidente Harry Truman aplicó el Plan Marshal a Argentina puso en aprietos al presidente Juan Domingo Perón. Durante la primera presidencia de Perón, Argentina abría un paréntesis de estabilidad y recuperaba su título de Granero del mundo. Fue cuando hubo pan, educación, salud y empleo para todos. Sin embargo, el estadounidense Plan Marshal protegía las desechas economías europeas para regresarlas al mercado mundial, y lo más importante, para alejarlas del socialismo ruso. Argentina exportaba a EUA y a Europa, pero con la puesta en práctica del famoso Plan su economía se vino abajo. Soterradamente los empresarios argentinos apoyaron a los gringos y la segunda presidencia peronista terminó en golpe de estado. El siguiente presidente, un católico llamado Arturo Frondizi (1958-1962), postulado por la Unión Cívica Radical Intransigente (su nombre lo dice todo). Con él miles fueron detenidos, condenadas en juicios sumarios militares y sacados de los empleos e incorporados como leva al ejército.
Inmediatamente después del Marshal, a Argentina llegó el rock, en medio de severas contradicciones, pues venía de parte de los malos, aunque era una música genial. Para el Estado el rock fue el gran distractor, entregado a los jóvenes vía dos grandes medios: El Club del Clan del canal 13, y la revista Para Ti, la publicación femenina más antigua de la Argentina —algo así como la Buenhogar en sus tiempos de agua—. Ésta preguntaba a las veinteañeras si les gustaba bailar twist y rock, salir en grupos mixtos en vez de con amigas; usar jeans y sweaters... Si sí eran nuevaoleras “...algo que era “saludable y normal” para las menores de 22 años.”
El Canal 13 estaba asociado con la disquera RCA, cuyo ejecutivo, Ricardo Mejía, fue llevado de México a Buenos Aires, para “...lanzar al mercado a una “nueva ola juvenil”. Para 1962, dos años después de su llegada, Mejía había diseñado a 12 “jóvenes felices”, cambiando sus nombres, y listos para lanzarlos en El Club del Clan. Entre ellos a Palito Ortega (Ramón Bautista Ortega). El éxito fue inmediato. Esa era la música que homogenizaba a los jóvenes por sobre las múltiples y cada vez más marcadas diferencias sociales. Era una música que giraba en torno a la juventud, sus gustos, emociones, sueños y sobre todo, sobre los amores juveniles. Quedaba atrás los rebeldes y revoltosos Atahualpa Yupanqui, Mercedes Sosa, Facundo Cabral. La demostración quedó hecha al año siguiente cuando El Club del Clan sacó tres LP —a un cuarto del precio que el promedio— con las canciones más populares del programa. La puntilla la dio el Presidente Arturo Illia, quien, en 1964, recibió en la Casa Rosada a la jovencísima Rita Pavone, de 17 años, a quien llamó representante de “los valores saludables de la ‘nueva ola’.”.
Desde distintos flancos se sumaron nuevaoleros, como Piero y Leonardo Favio; rocanroleros como Sandro y Los de Fuego, que luego quedaría solo como Sandro; Los Gatos, autores de La barca, la que quizá sea la primera canción hippie en español.
La cadena CBS le entró a la competencia y sacó dos cartas: Yaco Monti (Julio César Eugenio. 1944), y Leo Dan (Leopoldo Dante Tévez, 1942-2025).
De entre los diversos registros tonales el de Leo Dan trascendió las fronteras argentinas, y en un año ya estaba en México con Celia. En los turbulentos años de la adolescencia de los baby bommers mexicanos Leo Dan nos dio voz y puso nombre a la borrasca emocional. Hasta antes de Leo Dan la música por radio era la ranchera —excelente— y la pop transterrada en voz de Enrique Guzmán, Alberto Vázquez, César Costa y Angélica María; además desde España nos llegaba la aflautada voz de Joselito, Marisol, Nino Bravo, una dulcísima Rocío Dúrcal y un peligroso Raphael. Peligroso porque gustarnos ponía en entredicho nuestra aun precaria varonía.
La voz melodiosa, suave de Leo Dan, sus letras amorosas, ensoñadoras, literalmente nos ponía las palabras en la boca para nombrar ese qué sé yo que asomaba cuando veíamos pasar a las muchachas, las tarareábamos durante días y días, en espera de la siguiente canción, bailaban en nuestros labios, aunque la prenda amada no nos viera; a nuestro corazón juvenil lo engalanaba Leo Dan con graves versos a pesar de que en nuestra corta vida desconociésemos el sentido del dolor. Hoy el dolor adolescente regresa ya encarnado ante la noticia de su partida. Descanse en Paz. Hoy no te puedo prometer que te he de olvidar.