Lo que se nos viene en 2024...
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1. En términos de política electoral, justamente dentro de cinco meses −sábado 1 de junio− estaremos a unas horas de saber quién será la primera presidenta de México: Claudia Sheinbaum o Xóchitl Gálvez. Como dice el periodista deportivo Javier Alarcón cuando hace pronósticos en el noticiario de Ciro Gómez Leyva, “aquí les dejo mi reputación”: sin afán de apostar con usted, lectora-lector (o sí, si usted insiste), Claudia ganará con amplitud, por un margen de dos dígitos.
Es verdad −lo he tecleado− que en las campañas electorales basta un escándalo mayúsculo para descarrilar a cualquier candidata (o casi a cualquiera), pero las más recientes encuestas en vivienda realizadas durante diciembre −me refiero a mediciones hechas por empresas serias, no a las patito− exhiben que, al día de hoy, la gran mayoría de los mexicanos quiere a Sheinbaum en la Presidencia.
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No hay una sola fotografía que plasme lo contrario. La preferencia por ella en careos con boletas simuladas le da una ventaja de 20 y hasta más de 30 puntos, lo que en términos comiciales es una soberana paliza: el promedio es de 61 por ciento contra 29 por ciento, de acuerdo al recopilador Oraculus, que sistematiza los datos de las intenciones de voto.
¿Estos números de Sheinbaum tienen una razón contundente de ser? Sí, ya lo he escrito en esta columna, pero algunos articulistas de capilla siguen en negación y continúan buscando explicaciones (es un decir), como la que apunta a nosotros, a los propios periodistas y columnistas, por no haber sido “comprometidos” con sus dictados opositores, es decir, por no escribir lo que ellos, desde su enorme sapiencia, quieren que tecleemos siempre que se les da la gana.
Se los repito −con gusto− y sin ningún deseo subrepticio de que se les atragante el brindis de fin de año: a la pregunta hecha por Buendía & Márquez para El Universal, que dice “Hablando de política, ¿usted normalmente se considera lopezobradorista o anti-lopezobradorista?”, sólo una pequeña minoría de 22 por ciento se ubica como anti-AMLO y una aparatosa mayoría de seis de cada diez mexicanos (60 por ciento) se siente obradorista. O para fines electorales, claudista. Mientras esos números no cambien, será muy difícil que Sheinbaum tenga competencia que le inquiete.
Y vuelvo a dejarles mi prestigio timbeado: Morena y sus aliados no conseguirán mayoría calificada en el Congreso de la Unión (qué bueno, el equilibrio de poderes es democráticamente sano), por lo que Sheinbaum tendrá que ser una estadista que dialogue, negocie y convenza, si acaso pretende lograr modificaciones constitucionales.
2. En asuntos de inseguridad, nada variará. Lamento reiterárselo, lectora-lector, pero es la verdad. Desgraciadamente, debido a los múltiples frentes de batalla que sostienen los distintos cárteles y sus cientos de balcanizadas y enloquecidas células locales, continuarán los desaparecidos (por más que rasuren el listado en Bucareli), las ejecuciones, las matanzas, las masacres, las atrocidades a las que nos hemos habituado desde hace 23 años, y con más virulencia en los últimos 17 años.
¿Por qué nada cambiará gobierne quien gobierne? Porque la narcocultura y la narcoeconomía ya están enraizadas en cientos de pueblos, ciudades, municipios y, en mayor o menor medida, en todos los estados de la república. Las gigantescas derramas monetarias de los criminales salpican cada vez más las economías locales y una creciente parte de la sociedad abreva en esos dineros que benefician a sus familias. Miles de jóvenes tienen hoy mucha y ostentosa lana narca, que lamentablemente supera por mucho los ingresos que obtienen otros chavales a través de programas sociales y formas decentes de vivir.
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Además, mientras no haya una política de Estado para combatir el cobro de piso, las extorsiones seguirán desangrando comunidades en todas las entidades, hasta que éstas se harten y tomen las armas, como ya hemos visto que ha ocurrido.
Pero bueno, ánimo, un abrazo, y mil gracias por leerme este 2023.
jp.becerra.acosta.m@gmail.com