Los espectadores frente al arte actual

Opinión
/ 9 julio 2023
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Hoy voy a referirme al punto de vista del espectador. En realidad, no existe un espectador único, sino múltiples personas con diferentes informaciones (códigos), entrenamientos (visuales, auditivos, manuales, etc.), así como sensibilidades. Todo esto conjunta maneras muy diversas de entender y apreciar el arte. Y en su propio contexto todas son válidas, pero se han construido legitimaciones dominantes (hegemónicas) que descalifican algunas sensibilidades y entendimientos. Busco aquí una mayor apertura, tomando en una mano la diversidad, y en la otra el conocimiento informado.

A partir de las vanguardias, rotos los ideales de belleza clásicos, reducida la representación a simples colores como el Blanco sobre blanco de Malevich (1916-1918); trascendidos los formatos y soportes del lienzo, el papel, el mármol, la madera (pensemos cómo el ready made o el objeto encontrado, industrial, suple al objeto artístico en su concepción de factura humana); así como los géneros (ahora se habla de multimedia, performance, transgéneros, arte relacional, muchos de ellos intencionalmente bordeando el escándalo); es decir, cuando el arte de los libros de Historia del Arte ya no es el que los grandes circuitos está promoviendo de manera predominante, ¿qué queda? Ante ello, quisiera plantear dos preguntas importantes: ¿qué tan válidas son las bellas artes tradicionales hoy en día?, y ¿cuál es su papel?

$!Blanco sobre de Blanco de Kasimir Malevich.

Se dice que todo arte es reflejo de su tiempo. Y también es cierto que nos está tocando vivir un tiempo, o mejor decirlo en plural, tiempos acelerados, convulsos, inciertos, como señala la UNESCO. Tanta información y al mismo tiempo tanta desinformación; tantos intentos de borrar la historia, tanto por los medios masivos y las redes sociales estupidizantes, como por el discurso del “fin de la historia” que ya hemos analizado anteriormente. No obstante, la historia nos enriquece, permite reconocer de dónde venimos y nos posibilita para darle una densidad y un sentido a lo que hacemos, disfrutamos y vivimos. De ahí que cuando hablemos del arte “de hoy” no podamos señalar una única manera de hacerlo. Así como tampoco podemos indicar una única manera de interpretarlo.

Tanto el concepto actual (moderno) de arte, como el de artista, fueron construidos con base en la perspectiva occidental de la cultura. A ellos se unieron las nociones de “genialidad e individualismo” a la hora de concebir la creación de una obra de arte, mismas que aún prevalecen. Añadámosle la (sobre)valoración de la innovación, que a veces ralla en modas pasajeras. Como parte de esta idea occidentalizada del arte, desde el romanticismo el artista se ha caracterizado como un individuo dotado de una visión y un talento fuera de lo común, que produce, en solitario, obras llenas de inspiración (Good, 2010; Becker, 1982). Según Larry Shiner, en su ya citado libro La invención del arte, “...no faltan quienes, envueltos en la bandera del posmodernismo, admiten que el moderno sistema de las bellas artes está muerto, pero nos invitan a bailar junto a su tumba...” (p. 21).

Yo concuerdo más con la concepción que busca reconciliar arte y vida, como lo hiciera el alemán Joseph Beuys, porque implica una porosidad capaz de recibir y darse, y no una barrera. Como espectadores de las múltiples manifestaciones actuales, ya sea tradicionales, de la transvanguardia o que se resistan a clasificaciones, más allá de nuestra sensibilidad particular, debemos informarnos y ser exigentes no sólo con la obra, sino con nosotros mismos, para saber hacer las preguntas correctas. En mi caso, igual puedo disfrutar de un retrato totalmente naturalista (generalmente se le conoce como realista), pero exijo que ahí esté algo más que una mano dotada, algo de ese conocimiento de la historia y también algo que me estremezca o me intrigue. Ese añejamiento y ese avistamiento del ser y de la existencia para que tenga sentido. También entiendo que los artistas tengan que vivir de algo, que son un sector de la sociedad desprotegido, y que sus complacencias al mercado nacen de la sobrevivencia. Como asalariada, trabajo para vivir, pero no vivo para trabajar. Así lo mismo con el arte.

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