Los huevotes de Claudia
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Probablemente no piense en ello muy a menudo, pero... ¿alguna vez se ha preguntado por qué el rinoceronte blanco está en peligro de extinción?
Esta majestuosa bestia se encuentra entre las especies condenadas a la desaparición a causa de la interacción humana −¿por qué más?−.
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Pero si no hay evidencia de que el bistec de rino sea especialmente sabroso, y si su piel no sirve para hacerle unas botas al Licenciado Valeriano: ¿Por qué es tan codiciado entre los cazadores furtivos?
Es el cuerno (que no es cuerno) que corona su nariz, al que se le atribuyen más propiedades que a Rocío Nahle: desde remedio contra el cáncer hasta poderoso afrodisiaco.
Pero ni se emocione, mi estimado disfuncional cavernoso. Como ya anticipará, el cuerno de este desdichado y asediado mamífero no le va a devolver el brío amatorio de mejores épocas ni le va a ayudar a remontar ningún otro padecimiento secundario.
Los supuestos atributos son meras creencias que sólo puede permitirse el segmento más ignorante y acaudalado de la población porque, como podrá adivinar, cazar un rinoceronte y traficar sus menudencias no es barato en modo alguno.
¿Y por qué hay quienes depositan su fe en semejantes embustes, fuera de toda lógica o explicación?
Básicamente porque la gente es pendeja y abraza creencias irracionales, mágicas, absurdas, contradictorias, peligrosas y carentes de mínimo fundamento (además de que cualquier maduro desesperado intentaría lo que fuese luego de experimentar las primeras acometidas de la edad).
“Hay que respetar las creencias de la gente”, me dicen con frecuencia y me lo volvieron a decir hace poco los defensores de AMLO, de la 4T y, por extensión y necesidad, ahora de su candidata oficial, Claudia Sheinbaum. Y fue en razón de que critiqué la “limpia” que le realizaron a la candidata en su reciente visita proselitista a Mérida.
Apenas arribó a la capital Yucateca, la proclamada doctora en física fue advertida de que se le practicaría el tradicional ritual para la eliminación de las “malas vibras” que se acumulan con las envidias y el encono (de la oposición, desde luego).
Y así, cual recién casada, a Claudia Sheinbaum le pasaron el huevo varias veces por su carita sonriente.
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Ahora bien: si alguien que ostenta un doctorado en física creyera realmente que existen “vibras” nocivas, mismas que se atrapan por la interacción de un triste huevito que estaría mucho mejor aprovechado (frito y con salsa) en la barriga de cualquier mexicano... Repito, si alguien con un doctorado en física realmente cree en esto, no debería extrañarnos. No cuando se pertenece a un gobierno, a un partido y a un movimiento político que ha reiterado no sólo desdén, sino su más declarada oposición a todo el conocimiento emanado del método científico y a la ciencia misma.
¿Y si la candidata sólo se dejó llevar al calor del momento, por la euforia del comité de recepción (gente pobre e ignorante)? ¿Si lo hizo sólo por “mostrar respeto” hacia los usos, creencias y costumbres del pueblo bueno? Pues entonces, peor tantito.
Peor tantito porque su deber como política y científica, como ser humano y aspirante a la mayor investidura de la Nación, debería ser el ayudar a la gente a salir de su rezago; a superar su primitivismo y a acceder a todos los enormes beneficios de la ciencia, la medicina moderna y del mundo actual.
Pero claro, el presente Gobierno valida los llamados “saberes ancestrales” y los equipara con el conocimiento real, académico, científico, el único que logra cosas concretas y el único que ha mejorado la calidad de vida de los seres humanos.
Este Gobierno tuvo una de las peores gestiones de la pandemia de COVID ¡en el mundo! Se opone al maíz transgénico y al uso de pesticidas modernos (glifosato) por los prejuicios pseudo-ecoambientalistas de la titular de Conahcyt; busca ofrecer “medicina tradicional” dentro de sus servicios de salud pública (no por su efectividad, sino porque será mucho más barato darle hierbas a la gente que medicamento moderno, de patente, probado y efectivo).
Este Gobierno condona que uno de sus legisladores, amparado en su origen indígena, sacrifique en instalaciones del Senado a una gallina en ofrenda al dios Tláloc. ¡Qué perro oso!
Este Gobierno que abraza la existencia de los Aluxes (duendes mayas luchadores) es incapaz de promover la ilustración más elemental entre el pueblo de México en pleno siglo 21 y no se atreve sacarlo de sus peores engaños porque contradecirlo tiene un costo político que no se está dispuesto a asumir y, además, es más barato y más fácil gobernar a la ignorancia.
¿Respetar a las creencias para no ofender o herir susceptibilidades? ¡Mis blanquillos!
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¡Cómo no le tiembla la voz a este Gobierno para contradecir la más contundente realidad cada vez que ésta le resulta desfavorable, sobre el número de muertos y desaparecidos, sobre el estado de las finanzas públicas o sobre las incontables evidencias de corrupción! Ahí no tienen ningún problema en contradecir, en burlarse socarronamente, en desoír cualquier reclamo popular.
La doctora Shein no puede presumirse científica, desde que no tuvo empacho en darle Ivermectina, un desparasitante veterinario, a los primeros pacientes con COVID de la Capital que tuvo a bien desgobernar.
Y va a necesitar unos huevotes enormes la doctora si quiere concluir su gira y su eventual gobierno. No para deshacerse de las malas vibras que acumule, sino para seguir llamándose a sí misma doctora en física y mujer de ciencia.