Los partidos, centros de poder y espacios de conflictos
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Los partidos políticos nacieron en México a mediados del siglo 19, no con las características que ahora tienen; como en la antigua Grecia y Roma, nacieron como grupos políticos. Los grupos políticos, dice Max Weber, son solamente facciones cuando buscan el interés personal y de grupo −como permanentemente se ha dado en México− y son partidos políticos cuando buscan el interés de todos, es decir, el interés nacional. Saque sus conclusiones.
Entre 1870 y 1920 aparecieron una buena cantidad de grupos políticos que se denominaron partidos, pero no tenían ni la presencia en el país ni el número para ser considerados como tales. Posterior a la Constitución de 1917, en 1929, apareció el Partido Nacional Revolucionario, que luego en 1938 se convirtió en el Partido de la Revolución Mexicana y a partir de 1946 lo conocemos como el Partido Revolucionario Institucional (PRI), el cual mantuvo una posición hegemónica hasta el año 2000. Gobernaron el país por cerca de 71 años y posteriormente de 2012 a 2018.
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Como contrapeso al partido de la Revolución, hacia 1939 surgió el Partido Acción Nacional (PAN) y sus fundadores fueron Manuel Gómez Morín y Efraín González Luna. Después de muchos esfuerzos, trabajos y luchas el partido logró el triunfo por el año 2000. Se mantuvieron 12 años en el poder, sin embargo, Fox y Calderón no respetaron la idea primigenia de sus fundadores y rehicieron un partido a su imagen y semejanza: banal y rijoso. Los últimos dirigentes ni siquiera han entendido por qué y para qué se fundó Acción Nacional.
Apareció posteriormente el Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional, que al tiempo mutó al PRD, posteriormente nacieron otros tantos partidos. Morena surge en 2011 como movimiento, por 2014 obtiene el registro de partido. Con la Reforma de 1977 se les agrega el mote de entidades de interés público, que de esto, por estos días, queda muy poco.
La situación de los partidos es compleja. Desdibujados, sin coherencia, en pugna estructural, sin rumbo y sin cabeza. Uno de ellos después de 35 años y habiendo nacido legítimamente de un momento en que se puso en riesgo la democracia mexicana, ha perdido el registro y muy probablemente los otros dos, al tiempo y en un futuro inmediato, también lo pierdan. A Morena lo que le sostiene es el liderazgo presidencial, pero es bien sabido que la rebatinga sobrevendrá si no se ponen las pilas las diferentes tribus, visiones, facciones y grupos que lo conforman. Morena es, no nos hagamos, Andrés Manuel, y necesitan hilar fino si no quieren verse en la misma situación del PAN y del PRI en otro momento.
Los egos y ambiciones de los dirigentes de los partidos mayoritarios, como lo hemos visto, no tienen llenadera. Los otros, en el caso del MC, conteniendo y aprovechando las coyunturas históricas, han medido rating y comienzan a conocer la ruta de la vigencia y del negocio político. El PT y el Verde no les queda de otra que seguir el papel de rémoras pegados a Morena, que les ha dado la particularidad de subsistir. Como bien lo profetizó Giovanni Sartori (2007) en su libro “¿Qué es la Democracia?”: “la partidocracia degenera en centros de poder, que al mismo tiempo agudiza los conflictos”. Y eso es lo que ha ocurrido, degeneraron en centros de poder.
Lo que vivimos en el previo a las elecciones 2024 nos sorprendió a muchos, me refiero a la fusión entre partidos que durante mucho tiempo representaron posturas ideológicas y doctrinales distintas. Y como toda mezcla donde los elementos eran incompatibles, no pudieron −porque su esencia no se los permitía− integrarse. Con el subterfugio de una candidata que de independiente tenía muy poco, con sus dislates e inconsistencias discursivas, con la falta de coherencia entre género y número y una serie de situaciones donde era notoria la falta de coherencia por los egos y personalidades, dichas agrupaciones en ningún momento hicieron conexión. A uno le llegó su fin, los otros dos, si no se ponen las pilas sufrirán la misma desgracia.
En un padrón electoral de 98 millones de votantes sólo salieron a votar 60 millones 115 mil 184 ciudadanos. Según el INE, por Morena votaron 27 millones 364 mil 649 votos; por el PAN, 9 millones 644 mil 918 votos; por MC, 6 millones 204 mil 710 votos; por el PRI, 5 millones 736 mil 759 votos; por el Verde, 4 millones 677 mil 57 votos; por el PT, 3 millones 882 mil 813 votos y por el PRD, un millón 121 mil 20 votos. Aquí no se habla de las coaliciones o frentes.
De manera que esta es sólo una muestra que explica el porqué de la desconfianza y el lugar que ocupan los partidos en el grado de confiabilidad y opinión que tiene la población sobre ellos, según la Encuesta de Cultura Cívica y Democracia (ENCUCI, 2023). Por supuesto, la opinión no es gratuita, han hecho y siguen haciendo todo lo posible, en virtud de sus niveles de cinismo, su comportamiento y la personalidad de sus líderes, que la sociedad en general −no me refiero a sus militantes, miembros o simpatizantes− tenga una opinión que deambula en el espacio de lo patético.
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Como lo afirmaba don Toño Usabiaga durante mucho tiempo, por muchos domingos: “los partidos están partidos” y efectivamente así es. Acción Nacional se dividió y partió con Felipe Calderón. La crisis se agrandó con Marko Cortés, y sus actuales pelas y disputas hablan de una triste realidad. Con el PRI pasó lo mismo, el reparto del botín y la crisis interna donde Alejandro Moreno, con un cinismo desmedido, va debilitando al partido cada vez más, y la salida masiva de personajes controversiales fortalecen el discurso. Con Morena la rebatinga está del mismo tamaño y el pago de facturas a todo lo que da.
Lo que se viene, la llamada “Marea Rosa”, es decir, el grupo de ciudadanos decepcionados que apoyaron a la coalición PRI-PAN-PRD ya se lame los bigotes por volverse partido. ¿Irá a ser lo mismo? Sin lugar a duda. ¿Se unirán y estarán de acuerdo los beligerantes líderes empresariales, los intelectuales que requieren apapachos y los periodistas domesticados de tiempos pasados? Así de compleja la situación. Lo que veremos por estos días será la refundación institucional o la inevitable condena de muerte. Mientras tanto, Claudia Sheinbaum armando su gabinete. Así las cosas.