Manipulación y mentiras: La seducción de los extremos

Opinión
/ 9 octubre 2024

Las noticias positivas, al igual que las explicaciones razonadas, difícilmente tienen impacto en la conformación de las percepciones públicas. Los políticos populistas son eficaces con sus estridentes medias verdades y sus francas mentiras; tienen mayor poder para persuadir y, por ser grotescas, las hacen creíbles, memorables e interesantes. Los ejemplos son muchos y México ha sido rehén, más ahora cuando desde el poder presidencial se falta a la verdad con un claro propósito de manipular sentimientos y emociones.

En Estados Unidos, con mayor escrutinio a lo que hacen y dicen los políticos, así como más calidad informativa, también está presente este exceso y es uno de los recursos retóricos más eficaces del candidato Donald Trump. En el curso del debate con Kamala Harris, para cuestionar la supuesta permisividad en materia migratoria del gobierno de Joe Biden, afirmó que en Springfield, Ohio, los migrantes ilegales se robaban mascotas de las familias para comerlas, afirmación notoria y probadamente falsa.

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En dicho debate los mismos conductores aclararon al candidato que tal afirmación era un bulo. Los medios hicieron la investigación del caso y no había tal denuncia; en todo caso, en un medio digital una persona había hecho tal afirmación mentirosa. Las autoridades municipales aclararon que los migrantes allí asentados de origen haitiano eran legales y contribuían positivamente a la comunidad y a la actividad económica. Cualquiera pensaría que la mentira con un tufo xenófobo significaría algún costo para el candidato. No sólo no fue así, sino que su compañero de fórmula J.D. Vance ha insistido en el infundio. Los hechos ratifican que cuanto no hay sanción social, la impunidad prevalece en los casos de abuso político asociado al desapego a la verdad.

Estos días, el diario El País da cuenta de que el discurso xenófobo de Vox y de algunos del PP ha provocado una percepción en la opinión de los españoles sobre que los migrantes representan un problema y están asociados a la criminalidad, además hay un sentimiento de invasión, que representan una proporción mayor a la que tienen en realidad. Encuestas de empresas serias realizadas para medios confiables, revelan que 75 por ciento de los españoles asocia la migración con aspectos negativos y 57 por ciento piensa que hay muchos migrantes, una tercera parte. El Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), una institución pública reconocida por la calidad de sus estudios y encuestas, señala en una investigación reciente que en año y medio se ha elevado de 25 a 41 por ciento la proporción de españoles a quienes despierta mucha inquietud la migración como un problema serio, a pesar de que la respuesta de una experiencia personal negativa con migrantes es muy baja y que los migrantes representan poco más del 10 por ciento de la población y no 30 por ciento como se cree.

En México la exageración y la mentira se han instalado desde la más elevada oficina pública del país como práctica cotidiana. Los medios reprodujeron acríticamente lo señalado, la valoración de los dichos presidenciales se trasladó a las páginas editoriales o a estudios de entidades con poco impacto en la opinión.

Los dichos presidenciales recrean el imaginario popular, a su vez propenso al prejuicio en muchos de los temas de la vida pública: la corrupción generalizada, la riqueza que casi siempre es resultado de la venalidad o del abuso, y que las instituciones propias de la democracia, como la legalidad o la justicia, están al servicio de los privilegios. Asimismo, el imaginario popular arropa la idea de que los problemas se resuelven con un presidente sin contrapesos ni restricciones.

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Como puede apreciarse, el recurso de manipular a la opinión pública mediante la mentira o la deliberada tergiversación de hechos cobra fuerza y vida a partir de los perjuicios socializados. No es un tema de falta de desarrollo político; es una enfermedad de la democracia contemporánea en la que políticos inescrupulosos aprovechan el espacio público para ganar ventaja. La impudicia en la conducta les beneficia; la prudencia y el juicio razonado castiga.

Los extremos se imponen por su poder de seducción. No hay remedio a la vista que no sea una mayor libertad de expresión, calidad del debate público y el escrutinio por parte de los medios. Seguramente es suficiente, pero al menos el abuso de la libertad de expresión no se castiga con su represión o contención, sino con mayor y mejor ejercicio de la libertad de expresión como respuesta.

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