México vs. Estados Unidos: ¿Estamos jugando al empate?
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No podemos festejar un empate a ceros cuando corren los primeros minutos del partido
Para cuando leas esto, el gobierno de Trump llevará un gran total de veinte días (incluyendo fines de semana) desde que comenzó su segundo periodo. Le quedarán unos mil 440, dependiendo si contamos o no el bisiesto de 2028, en el poder. La cristalería pudiera estarle ya quedando chica al chivo, pero todo indica que hay muchas cosas más por romper, ya que no parece haber pastor que pueda encausar la energía y el ánimo destructor del chivo y su rebaño en cuestión.
Por otro lado, serán exactamente siete días desde la última vez que en este espacio me referí a que México debe cambiar la mira y aspirar a más y mejor. En esa columna me refería a cómo, tanto en el fútbol como en el desarrollo de México, nos hemos estancado en el nivel del “cuarto partido” y, últimamente, ni de la fase de grupos salimos. No pasaron ni tres días desde la publicación de esa metáfora sobre altura de miras y “quintos partidos” cuando de pronto, quienes nos gobiernan y quienes les aplauden incondicionalmente, festejaban casi a nivel de vuelta olímpica que se negoció con Trump posponer por un mes los aranceles anunciados.
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La espada de Damocles sigue ahí, colgando por un mes más. Se reconoce que, entre los escenarios posibles, ese era uno de los más favorables, tomando en cuenta que un gobierno con la filosofía de la 4T y las señales de ideología que nos han dado, primero López Obrador y ahora la presidenta Sheinbaum, pudiera estar salivando ante la oportunidad de encontrar en Trump y los Estados Unidos al enemigo ideal (anillo al dedo) para apretar aún más fuerte su control sobre todo lo que pasa en el país, reforzar la militarización, redoblar el asalto a instituciones y poderes y seguir nadando de muertito en lo económico. Sin embargo, el hecho de que no hubo (por ahora) una maniobra kamikaze por parte del gobierno, pudiera ser motivo de alivio, más no de festejo.
Y así, volvemos a la noción del “quinto partido” y a equiparar los festejos de esta semana en materia de relaciones comerciales con Estados Unidos a un empate a ceros cuando apenas corren los primeros minutos del partido. Si festejamos como campeonato el que las cosas estén como estaban hace dos semanas y si alguien siente que cumplió la misión cuando su país vecino le dice que los cárteles criminales controlan amplios territorios del país, son terroristas y encima te acusa de estar aliado con esos mismos terroristas, pues da la impresión de que alguien no está interpretando correctamente las señales que le mandan, incluso cuando están por escrito y en papel membretado.
Los ciudadanos debemos ser los primeros responsables a la hora de poner la mira y los objetivos razonables para considerar a un gobierno como exitoso; pero al parecer somos los primeros culpables de conformarnos con poco, demasiado poco. Salir al Ángel de la Independencia a festejar cuando el juego apenas comenzó, mantenemos el cero a cero a duras penas, pero claramente los tenemos encima, parece una receta ideal para la decepción, una nueva decepción. No es suficiente envolverse en la bandera fácil del “masiosare”, del nacionalismo hueco y de una unidad que es de dientes para afuera. Cuando el rival nos ve festejar un empate parcial nuestra posición negociadora se ve afectada porque sabe que a final de cuentas estaremos contentos si no es goliza, ya que saben que nos hemos acostumbrado a jugar como nunca y perder como siempre, a caer con la cara al sol.
Con tanto festejo anticipado, ¿será que ya se guardaron los planes A, B y C en un cajón? ¿Es prudente bajar la guardia? Independientemente de lo que pide Estados Unidos, es importante darnos cuenta de que hay cosas que ellos piden que debiéramos hacer por interés propio y sin que nos lo exijan; que las amenazas que lanzan nos deberían convencer de que debemos actuar en lo político, en lo social, en la seguridad y en lo económico para beneficio propio, y no de Trump y sus seguidores. No debería ser normalizado que sólo urge actuar en materia de seguridad cuando lo pide otro gobierno.
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Tal vez son esas las señales que los ciudadanos necesitamos para empezar a pensar en nuestro propio Plan A, B y C cuando un gobierno no arroja los resultados adecuados en materia de seguridad y de desarrollo económico. ¿Cuál sería una amenaza equivalente de “aranceles” impuestos por los ciudadanos de este país para que nuestro gobierno nos responda como responde al país vecino?
La mesa está puesta para fomentar una verdadera unidad nacional, pero desde el poder profundizan las señales, discursos y acciones que polarizan. El gobierno exprime, lo más posible, este empate parcial (cuestionable por la acusación de ser aliado del narco) en la relación con Estados Unidos, pero preocupa no sólo que no existan resultados para Trump, sino especialmente para los mexicanos. No podemos acabar celebrando que al final de los cuatro años de Trump no hayamos podido mover la pelota más allá de medio campo; con inseguridad rampante, sin Estado de derecho, sin crecimiento económico, sin salir de la fase de grupos. Insisto: subamos la mira, por favor.