Mi corazón entona una canción
El remolino de buenas costumbres termina al levantar las cortinas metálicas
Apenas le dieron tiempo a la festividad. La oración express. Gracias por las bendiciones del año. Conserva la salud de quienes a la mesa compartimos. No olvides a quienes nada tienen.
En la tierra donde ya no fluye la leche y la miel, sino el fentanilo, cocaína y cristal. Por las callejuelas, donde los perros ladran, ni los peregrinos originales ni los dominantes ingleses puritanos, sueñan con el jueves de armonía.
Muchas de las fuerzas armadas disparan balas de paz y justicia. Eso piensan los enlistados, los familiares, los supervivientes, mutilados y de estrés postraumático.
Faltan pocos minutos para la gran venta comercial de viernes. Los municipios del norte de México cruzaron a temprana hora las fronteras en manos de la Gendarmería Nacional y de los grupos del crimen organizado. Casi lo mismo.
Emociona a los pudientes extranjeros las rebajas. Para el avezado gringo paga ahora y coloca bajo el pino de navidad los artículos tecnológicos.
El remolino de buenas costumbres termina al levantar las cortinas metálicas. Entran hordas con la comisión del golpe primero. Del orden nada más queda. Paquetes de gran calado.
La seguridad de los mercaderes aplastados. Rebatinga febril de consumismo. Recuerdos quedan de la oración en el día de acción de gracias.
Al fin de semana, en el regreso a México, la extorsión de las fuerzas del orden y de sus competidores, tiene cuota fija. Si cabe por el puente paga.
Todos deben cubrir la franquicia. Hasta los mirones.