Mi hijo, ¿tiene un problema o es la adolescencia?

Opinión
/ 25 mayo 2023
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Todos entendemos que la adolescencia es una de las etapas más difíciles del ser humano. Tanto niñas como niños, al entrar a la pubertad se enfrentan con una gran explosión de hormonas, un crecimiento sumamente acelerado y un gran cambio en su cuerpo, cerebro y emociones. Muchos psicólogos consideran que la transición de ser niño a adolescente es uno de los momentos más peligrosos en la vida del ser humano. Malas decisiones que pueden cometer entre los 11 y 17 años ocasionan adicciones toda la vida, embarazos no deseados, enfermedades de transmisión sexual, accidentes automovilísticos y aumento de enfermedades de salud mental, como depresión, ansiedad, baja autoestima y pensamientos suicidas.

Todos sabemos que la adolescencia es brutal. No hay duda de que los problemas de salud mental son una seria preocupación para los adolescentes de hoy. Los diagnósticos de ansiedad y depresión se han disparado en los últimos años entre las personas de 13 a 17 años, y las tasas de suicidio adolescente han aumentado un impactante 57 por ciento en las últimas dos décadas. Dado el resultado potencialmente grave o letal de los problemas de salud mental no reconocidos o no tratados, la salud mental y el bienestar de los adolescentes deben convertirse en un foco principal para la sociedad. Desafortunadamente, la angustia de los adolescentes puede imitar numerosos problemas de salud mental y representa un desafío de diagnóstico para los especialistas.

¿Es que las enfermedades mentales son un comportamiento típico de los adolescentes? En algún momento, mientras educamos a un adolescente, la mayoría de los padres nos preguntamos si la enfermedad mental podría desempeñar un papel en el comportamiento de sus hijos. ¿El mal humor, la ansiedad, los cambios en los patrones de sueño y la depresión transitoria son parte de la montaña rusa de la adolescencia?

Hay que tener mucho cuidado para reconocer las diferencias entre los problemas de salud mental y el comportamiento típico de los adolescentes, ya que un mal diagnóstico puede causar un daño sustancial en la vida de los adolescentes. Los peligros de que un problema de salud mental no se diagnostique en un adolescente son claros. Los adolescentes con trastornos psiquiátricos no tratados corren el riesgo de sufrir indebidamente su trastorno. El aumento del estrés, la falta de confianza y las luchas académicas son sólo la punta del iceberg. Los adolescentes que no reciben un tratamiento adecuado para una afección de salud mental tienen un mayor riesgo de suicidio, adicción y conductas de riesgo. También están en riesgo de empeorar su condición y desarrollar mecanismos de afrontamiento poco saludables.

¿Cómo notar la diferencia entre un problema emocional y un comportamiento “normal” de un adolescente? Algunas de las conductas de alerta que podemos observar en nuestro hijo adolescente para poner atención en sus vidas son:

> Falta a la escuela o eventos escolares rutinariamente sin una explicación sólida.
> Evita en forma repentina juntarse con sus amigos, compañeros o su vida social habitual.
> Pierde el interés en actividades que alguna vez disfrutó, pero evalúe esto cuidadosamente, ya que no es raro que una persona joven cambie de interés o los pasatiempos que alguna vez le trajeron alegría. Podrían estar experimentando con nuevas actividades, buscando encajar o rebelándose contra los padres que los han empujado a sobresalir en un deporte o pasatiempo.
> Parece estar crónicamente ansioso o preocupado.
> Dificultades para concentrarse en las tareas, incluidas las cosas que están motivados para hacer.
> Cambios de humor extremos.
> Conductas de autolesión, como cortarse, morderse, quemarse, pellizcarse la piel o arrancarse el cabello.
> Expresar pensamientos o acciones suicidas.
> Trastornos por consumo de drogas o alcohol.
> Signos de un trastorno alimentario, como preocupación extrema por el peso, dieta estricta seguida de atracones, desaparición después de las comidas, vómitos y uso de laxantes o diuréticos.

Tomemos en cuenta que es normal que los adolescentes tengan dificultades para abrirse a sus padres, así que ayúdelos a identificar a otros adultos de confianza con los que puedan hablar sobre temas delicados. La discusión de personas de confianza a las que recurrir también es un excelente lugar para plantear la posibilidad de obtener orientación profesional sobre la situación.

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