Mirador 04/03/2024
Jean Cusset, ateo con excepción de las veces que se enferma, dio un nuevo sorbo a su martini –con dos aceitunas, como siempre– y continuó:
-Tengo la fortuna de no ser un filósofo. Los filósofos piensan demasiado, y el mucho pensar conduce a la infelicidad. Recuerdo ahora un dístico ramplón: “Si quieres ser feliz como tú dices, / no analices, amigo; no analices”.
Bebió de su copa una vez más y prosiguió:
-No sé de dónde venimos ni a dónde vamos –nadie lo sabe a ciencia cierta, ni incierta–, pero en mis muchos años he llegado a la conclusión de que estamos en este mundo para ser felices y dar felicidad a los demás. Hemos de ser parte de la alegría de nuestro prójimo, no de su tristeza o sufrimiento. Quien por soberbia, inconsciencia o maldad pone dolor en alguien no merece haber recibido el don precioso de la vida.
Así dijo Jean Cusset. Y dio el último sorbo a su martini, con dos aceitunas, como siempre.
¡Hasta mañana!...