Odisea del espacio: la búsqueda por la conquista fuera de este mundo
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Ubicada a 370 kilómetros sobre nosotros, la Estación Espacial Internacional (EEI) orbita la Tierra 16 veces al día a una velocidad de 28 mil kilómetros por hora. La EEI es una maravilla de la tecnología y fue lanzada al espacio en 1998, requiriendo para lograrlo de los esfuerzos conjuntos de Estados Unidos, Rusia, Europa, Japón y Canadá.
Del tamaño de un campo de futbol americano, la EEI es, además de una nave espacial, un laboratorio científico donde se llevan a cabo investigaciones sobre biotecnología, medicina, la vida en gravedad cero y el comportamiento de distintos elementos y materiales en el espacio. Pero la más importante tarea de esta nave es entender cómo podría ser la vida en el espacio para que, en un futuro no tan lejano, podamos enviar seres humanos a explorar nuevos mundos; porque está claro que más temprano que tarde tendremos que buscar otros planetas hacia donde emigrar.
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Hace algunos años y luego de habitar la Estación Espacial Internacional, Chris Hadfield, astronauta canadiense y celebridad de la divulgación científica, terminó su misión y regresó a casa. Lo hizo a bordo de la cápsula Soyuz que aterrizó en la estepa de Kazajistán. Ese mismo día, Hadfield publicó en YouTube un video grabado en la EEI que ha recibido 52 millones de visitas, cifra sorprendente para algo que tenga que ver con ciencia.
El video es un cover de la canción “Space Oddity” que el gran David Bowie publicó un día como hoy, 11 de julio, pero del año 1969. El tema cuenta la historia del Mayor Tom, un astronauta cuya nave falla y su vida corre peligro perdiendo comunicación con su centro de comando. Pero es ahí, cuando su vida pende de un hilo y alejado a 160 mil kilómetros de la locura de la Tierra y ante el azul intenso de la Luna y el brillo de las estrellas, que logra descubrir que allá arriba se siente mucho mejor.
La canción de Bowie es una referencia a “2001: Odisea del Espacio”, la obra emblemática del maestro de la ciencia ficción, Stanley Kubrick. El filme, que ha sido poco comprendido, es una adaptación de “El Centinela”, un relato del escritor inglés Arthur C. Clarke, y hace 55 años, cuando fue proyectada por primera vez, supuso una sacudida a nuestras conciencias, provocando un debate acerca de si un Dios omnipotente estimulaba la inteligencia humana para respondernos la pregunta eterna: ¿De dónde venimos y hacia dónde vamos?
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La película inicia en los orígenes del hombre; es el amanecer de la humanidad y un grupo de primates encuentra un monolito negro. Se trata de una especie de transmisor de inteligencia que les despierta la conciencia y ayuda a sobrevivir, pero que revela también su lado violento y destructivo.
De ahí, y tras un salto de cientos de miles de años en la evolución, se llega a bordo de una nave hasta una estación espacial en órbita, donde se discute la aparición del monolito ahora enterrado en un cráter lunar y que tiene claros indicios de ser producto de una civilización extraterrestre. Tras ser desenterrado, el monolito emite una señal de radio con origen en el planeta más grande del sistema solar: Júpiter. Esto los lleva a un viaje de mil millones de kilómetros a bordo del Discovery, nave comandada por el astronauta David Bowman, quien está al frente de la misión, y la supercomputadora HAL 9000 con quien entabla una lucha hombre-máquina. Pero tras llegar hasta las lunas de Júpiter, el comandante Bowman descubre el verdadero motivo del viaje: se trata del inicio, un proceso evolutivo, uno en donde habrá que renacer para ir más allá de nuestra conciencia y conocimientos hasta convertirnos en una mejor especie, una sin violencia, odio ni dolor. Renacer para alcanzar en la paz y la igualdad, la creación, al fin, de una nueva especie humana que esta vez no se autodestruye.
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Sobre eso mismo, además de “Space Oddity”, Chris Hadfield grabó a bordo de la EEI otros videos. Destaca un experimento al que llamó “La prueba de que no puedes llorar en el espacio”. Ahí demuestra que, gracias al ambiente de gravedad cero, las lágrimas no logran caer de los ojos. Un buen inicio para el futuro del ser humano en el espacio inconquistado, uno en donde como modernos Ulises, al emprender esta “Odisea del Espacio”, nos lleve a encontrar fuera de este mundo un lugar en donde no se derramen más lágrimas.