Periodismo y horror en México

Opinión
/ 1 enero 2023

“A las 11:10 pm, a 200 metros de mi casa dos personas en una motocicleta me dispararon, al parecer con la clara intención de matarme. Me salvó el blindaje de mi camioneta que yo manejaba y he enterado del asunto a las autoridades”. Este tuit se publicó apenas 20 minutos después del intento de asesinato. Lo escribió la propia víctima: Ciro Gómez Leyva, uno de los periodistas más conocidos de México. Antes de la medianoche, volvió a lanzar otro, con una misma idea: “Me salvó el blindaje de la camioneta”, escribió junto a dos fotos en los que se veían algunos de los disparos que impactaron en el vehículo.

En México, escribir que una matanza, un atentado, un crimen en definitiva, ha marcado un punto de inflexión se ha vuelto desolador. Son tantos que para que tenga un eco noticioso da la sensación de que tiene que ser aún más sórdido, truculento, más grave que el anterior, el de hace 24 horas a lo sumo. Un ejemplo: no habían pasado ni dos días del atentado contra Gómez Leyva, o Ciro, como se le conoce en México, cuando dos hermanos y su tío aparecieron muertos en el corazón de la capital, maniatados en su casa, junto a una superviviente, la mujer y tía de las víctimas. Los habían asesinado los inquilinos del piso de abajo porque querían quedarse con la propiedad del inmueble. Convivir con el horror es la tónica a la que nos hemos acostumbrado, porque el horror en este país parece tener menos límites que la impunidad.

Vuelvo al atentado de Ciro. Es un punto de inflexión porque en el país en el que más periodistas matan, la Ciudad de México y los grandes comunicadores parecían intocables. Hasta un jueves por la noche, en el que dos sicarios en moto revientan cualquier tipo de razonamiento banal. Todo el mundo ha podido ver por redes cómo los asesinos seguían la camioneta de Ciro, junto a un sospechoso coche que ralentizó el paso, hasta propinarle una serie de disparos. México, repito, es uno de los países más peligrosos del mundo para los periodistas. Y este año que acaba, el más mortífero que se recuerda. Hasta escribir estas líneas, al menos 12 han sido asesinados vinculados a su profesión de reporteros. Todos ocurrieron fuera de la capital, pero si algo tienen en común es la impunidad que rodea a los casos. Estos y los de decenas que han muerto en años pasados. La sensación de indefensión ante la justicia, sin embargo, no es un asunto de periodistas: más del 90 por ciento de los crímenes en México quedan impunes.

Han pasado casi dos semanas y no hay un detenido por el intento de asesinato de Gómez Leyva ni se ha podido aclarar cuál es el móvil del atentado pese a que las autoridades se afanaron en decir que se resolvería. Las especulaciones, todo lo que va en contra del buen periodismo, se han multiplicado. La investigación, no obstante, ya parece estar en un segundo plano. De nuevo, todo se centra en el presidente, Andrés Manuel López Obrador, y en sus ataques a la prensa. En su mañanera posterior al atentado, se solidarizó con Ciro y acto seguido criticó a varios periodistas. Con los días, el mandatario ha llegado a decir que el atentado le conviene al periodista y a los medios sin aportar medio dato en el que base su macabra especulación. La confrontación a la que acostumbra a diario, atizando a los reporteros y medios que le son o le han sido críticos, alcanza también niveles inimaginables. “Estoy contigo y un escupitajo en la cara”, resumió Gómez Leyva las palabras que le dedicó el presidente. Este mensaje también es para todos. © EL PAÍS, SL, 2022. Todos los derechos reservados

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