Platillos posmodernos III: De la modernidad a la posmodernidad: la evolución de la Cultura visual

Opinión
/ 3 septiembre 2023
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Recientemente tuve la oportunidad de ofrecer una conferencia sobre Cultura visual, la emergencia del campo, sus antecedentes teóricos y sus posibilidades (disponible en https://shre.ink/2N2n). Quisiera compartir algunas de mis reflexiones, ya que fue precisamente en el apogeo de la posmodernidad que este campo de estudio inició (década de 1980), llegando a consolidarse ya para los dos miles, no sin muchas resistencias. Retomó algunos principios de la modernidad (eurocentrista) y rechazó otros.

La modernidad nos heredó una visión estetizada de “lo primitivo” y “lo popular”. Eso me hizo pensar en las hermosas fotografías de don Manuel Álvarez Bravo, pasando por Edward Weston, Tina Modotti y tantos otros que ciertamente lograron “embellecer” una realidad a veces demasiado cruda, que el blanco y negro favorece. También lo hicieron una buena lista de fotógrafos y fotógrafas mexicanos, como la misma discípula de don Manuel, Graciela Iturbide, todos ellos con un exquisito lenguaje de las formas y la luz.

Asimismo, Brancusi y Picasso “blanquearon” los artefactos africanos, convirtiéndolos en objetos artísticos de museo y perpetrando la oposición entre “Alta cultura” y artefactos etnográficos, después arte popular y artesanía. Pero eso tampoco era nuevo, pues el coleccionismo aristocrático de los siglos XVI y XVII inició esta mirada sobre lo extraño con una concepción de la superioridad europea sobre los demás pueblos no europeos.

$!Fotografía de Manuel Álvarez Bravo.

La racialización de las diferencias étnicas y la parcialización del mundo a través de naciones también fue una herencia de la modernidad, que subrayaba la blancura y la “razón” sobre aquello que representaba lo exótico, aquello misterioso, que implicaba la penetración fluida del mundo espiritual y el racional. Esa modernidad era posible entenderla desde la concepción marxista que oponía estructura y superestructura, es decir, las fuerzas de producción como base y soporte de la cultura y la ideología. Para apropiarse de estos artefactos, la modernidad resaltó la opticidad, lo hecho para ser visto, lo hizo agradable al ojo. Marcel Duchamp lo nombró arte retinal, entendiendo con ello la pintura, que sin duda podemos extender a la fotografía. No obstante, la imagen en movimiento del cine y la publicidad eludía las categorías anteriores y requirió otros marcos para su análisis, de ahí el surgimiento de la Cultura visual.

Anteriormente, los Estudios culturales de los años 1950 a 1970 iniciaron un camino de reflexión y apertura teórica desde la antropología y la sociología cultural. Partían de la tradición marxista, pero se ampliaron a incorporar el mundo simbólico, las relaciones de poder y los márgenes. Los estudios postcoloniales cuestionaron las categorías del otro desde la superioridad occidental y buscaron dar voz a los “sujetos subalternos” y de otras latitudes.

Fue el arte de los 80, en la llamada posmodernidad (precisamente por la globalización y el descrédito de los grandes relatos como el socialismo y el capitalismo), que la periferia fue trasladada a los centros (Nueva York, París, Londres, Bassel) con exposiciones de artistas “rescatados” de África y América Latina, o incluso marginados en el mero centro del arte, como en Nueva York el afroamericano Jean Michel Basquiat. Lo “primitivo” ya no lo era más; se convertía en fuente de inspiración, con el retorno de la propiedad retinal de la modernidad. Ya para los 90, se cuestiona y combate el canon de la Historia del Arte, frente a la producción y reproducción de la imagen de un mundo digital globalizado.

Sin los estudios culturales, no hubieran surgido ni el postcolonialismo ni la posmodernidad. Por supuesto, tampoco la cultura visual, uno de cuyos términos es precisamente “cultura”. Aunque dedicado a la visión, este campo de estudio subestimó en sus inicios la comprensión profunda de lo simbólico, de ahí que recibiera múltiples críticas por su esencialismo visual y superficialidad. Los escritos proliferaron en los últimos veinte años, ya con una revaloración de sus críticas. Recomiendo a Nicholas Mirzoeff (2003) como una introducción y ejemplos que incluyen la visión postcolonial; José Luis Brea, quien amplía a Estudios visuales sus postulados (2005); y Alexis Boylan (2020), la más reciente postura que deja atrás las resistencias para resaltar la interdisciplinariedad y la importancia del entorno visual. Sus análisis reconocen la autonomía de la cultura, donde los símbolos pueden trascender su contexto original, especialmente en la era del capital global. Sin embargo, para una comprensión adecuada, siempre será fundamental considerar cómo la sociedad en la que surgen o se comparten estos símbolos, les dan forma y cómo estas imágenes también influyen en la forma en que vemos al mundo.

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