El ovnibus... y la crisis del transporte público en Saltillo

Opinión
/ 24 abril 2025

Una luz púrpura se acerca cada vez más hacia donde estoy. El miedo paraliza mis piernas y es inútil tratar de huir. Agarrado al poste de aquella esquina -cual si fuera Lorenzo de Monteclaro- espero lo peor mientras el objeto luminoso no identificado está cada vez más cerca.

La lluvia cae y nubla mi vista. Es imposible distinguir qué es lo que se aproxima. ¿Acaso es un ovni? Todo parece indicar que sí. De pronto, el misterioso objeto se detiene justo enfrente de mí y una puerta se abre. El miedo me obliga a cerrar los ojos pero es inútil huir de esa realidad. El objeto no se mueve.

TE PUEDE INTERESAR: Sed de la mala en una crisis de agua en Saltillo

Preparado para cualquier cosa abro poco a poco los ojos. Estoy seguro que un marciano saldrá a mi encuentro pero me equivoco. Justo cuando se me pasa aquel susto, una persona grita enfadada: “¡¿No se va a trepar?!”.

Obedezco la orden y me subo en el microbús, o mejor dicho, en el ovnibus. ¿Qué es esto? ¿Un microbus o una discoteca? La luz púrpura que adorna el exterior, también es usada para ambientar el interior. Los vidrios están polarizados a su máxima expresión y los pasajeros tenemos que resignarnos a ver las luces que en el techo enmarcan una imagen de la santa muerte.

Al frente, en el espacio que existe entre el filo del parabrisas y el techo, hay un llamativo mural conformado por una colección de discos compactos inservibles. ¡Eso sí que es reciclaje!

Me siento mareado. No sé si la forma de manejar del chofer o la atmósfera en la que me encuentro inmerso me han provocado náuseas. Mi malestar aumenta gradualmente. Una esfera de espejos que gira colgada del techo despide rayitos de luz hacia todos lados. Lástima que me siento mal, pues de lo contrario me pondría a bailar tratando de imitar a John Travolta en “Fiebre de Sábado por la Noche”.

No sé dónde estoy. Lo único que quiero es bajarme de esa nave psicodélica. Una gota de sudor helado resbala por mi frente y de pronto el vehículo se detiene. Sin vacilar corro hacia la puerta y justo cuando comenzaba a cerrarse, me tiro un clavado anhelando encontrar refugio en el exterior. Con un golpe tremendo en la cuneta me doy cuenta que estoy a salvo, mientras veo que a lo lejos desaparece rápidamente aquel ovnibus despidiendo una luz púrpura cegadora.

Usted se preguntará qué fumé ahora, pues relatos como el anterior sólo pueden concebirse bajo el influjo de un Raleigh sin filtro, pero aunque no me crea, ovnibuses como el anterior todavía pueden ser vistos en Saltillo.

No cabe duda, los microbuses y autobuses que circulan por nuestra ciudad siempre han de llamar la atención de alguna manera. Si no es por su decoración churrigueresca, es por la carrocería deforme. Si no es por lo ruidoso, es por las tremendas bocanadas de humo que envenenan al aire. Si no es por la exagerada velocidad con la que circulan, es por los embotellamientos que provocan al detenerse en lugares indebidos.

No cabe duda: uno de los problemas más fuertes a los que tiene que enfrentarse nuestro alcalde Javier Díaz es precisamente el del transporte urbano de Saltillo y hasta ahora parece que está tomando al toro por los cuernos. Los concesionarios de las diferentes rutas siempre pugnan por el alza de tarifas y pocas veces ofrecen un cambio estructural en el servicio que otorgan: no hay capacitación de calidad a los operarios; los choferes muchas veces, o son inexpertos, o pasan demasiadas horas al volante provocando accidentes que en ocasiones llegan a ser fatales; las unidades del transporte en la mayoría de los casos son obsoletas y contaminantes. Ante estas realidades inobjetables, Díaz González anunció un nuevo programa de movilidad en el que el propio municipio capacitará a los operadores y velará por la actualización de modelos de las unidades del transporte urbano, advirtiendo a los concesionarios de las distintas rutas que de no cumplir les retirarán dicha concesión.

Por si fuera poco, el presidente municipal anunció la creación de dos rutas troncales operadas por el Ayuntamiento y que no tendrán costo para los usuarios. Con ello, Javier Díaz parece dar en el blanco, pues todo transporte urbano para ser eficiente debe ser operado por el mismo gobierno el cual, más que buscar ganancias, debe beneficiar con sus obras a los ciudadanos.

Los sistemas de transporte más eficientes de diversas capitales del mundo suelen ser operados por las propias autoridades de gobierno. El transporte urbano de Madrid, por ejemplo, tiene tarifas subsidiadas por el propio Ayuntamiento, unidades actualizadas y aptas para las personas con distintas discapacidades, choferes capacitados y un sistema en el que es posible determinar con exactitud los horarios en que pasarán los autobuses por distintos paraderos.

Es verdad que cada alcalde busca hacer un cambio profundo en el sistema de transporte urbano, pero por lo general se quedan en cambios superfluos que en nada mejoran el servicio otorgado a la ciudadanía. Las iniciativas de Javier Díaz traerán una mejora inicial pero no integral. Para ello debe hacer saber a los dueños de las distintas rutas del transporte urbano que tienen una concesión del municipio y que éste puede retirarla en caso de no cumplir con lo indispensable para dar un buen servicio.

Saltillo es una de las ciudades de México con mayor calidad de vida y mayor competitividad. Sin embargo la falta de un transporte urbano de calidad es la cruz que a diario tienen que cargar miles de saltillenses, quienes prefieren gastar más en un taxi que enfrentarse a rutas mal organizadas, a cafres que ponen en peligro la vida de sus pasajeros, y a concesionarios que se la pasan exigiendo un aumento de tarifas sin ofrecer a cambio mejoras en el servicio que ofrecen.

aquientrenosvanguardia@gmail.com

COMENTARIOS

NUESTRO CONTENIDO PREMIUM