Derechos laborales: A 100 años de la OIT
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¿Cuándo será realidad que mujeres y hombres sean remuneradas y remunerados de manera equitativa? ¿Qué podemos hacer para que niños y niñas vivan sus infancias con pleno ejercicio de sus derechos en vez de tener que trabajar? ¿Cómo se afecta la salud mental con el trabajo?
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) es una agencia de las Naciones Unidas (ONU) que se fundó en 1919, hace 100 años. Está integrada por gobiernos, empleadores y trabajadores de 187 países. Y es precisamente este órgano, especializado en temáticas laborales, el que se ocupa de establecer normas, formular políticas y elaborar programas para promover el trabajo decente para todos y todas.
En este sentido, interrogantes como las que se plantearon de inicio en esta opinión, entre otras, han estado tomando prioridad en la agenda de la OIT. Veamos algunos apuntes respecto de estos tres grandes temas.
1) Brecha salarial de género: la realidad es que, en general, los hombres siguen ganando más que las mujeres, por lo menos en promedio un 20 por ciento más. El incremento en el acceso a la educación para las féminas no ha podido abonar a la mejora de la posición laboral para ellas. En 2016 la tasa de participación económica registrada para varones fue de 77.6 por ciento y para las mujeres de 43.4 por ciento (OIT 2017).
El Centro de Documentación del Instituto Nacional de las Mujeres de nuestro País ha explicado que las mujeres que entran al mundo laboral regularmente lo hacen en condiciones desfavorables, pues tienen también la carga de labores domésticas y de cuidado no remunerados. Generalmente buscan horarios más flexibles o incluso terminan por interrumpir su carrera profesional. Agregado a esto, aproximadamente un 57 por ciento de las mujeres que trabajan lo hacen en el mercado informal, lo que se traduce en poca o nula protección social.
Son factores como estos los que tienen como efecto la continuidad de la segregación laboral por género. La OIT, en su informe del 22 de enero de este año (“Trabajar para un futuro más prometedor”), propone programas en los que se implementen licencias por paternidad, inversión en servicios públicos de cuidado, prevención y eliminación de violencia y acoso en el trabajo, así como políticas de transparencia salarial.
2) Trabajo infantil: la OIT estima que 40.3 millones de personas fueron víctimas de la esclavitud moderna en 2016; casi una cuarta parte era menor de 18 años. Por otra parte, calcula que 54 millones de niños, niñas y adolescentes de entre 5 y 17 años trabajan en tareas domésticas al menos 21 horas semanales.
Esta gran problemática conlleva que dichos menores, por estar activos en el universo laboral, no asistan a la escuela. Esto sólo agrava la situación, pues cuando sean adultos y adultas ganarán aproximadamente 20 por ciento menos que quienes sí cuenten con educación. Otras afectaciones que estos niños, niñas y adolescentes sufren se relacionan con su integridad y su salud, pues las labores muchas veces implican carga pesada, maquila, construcción, entre otras.
Existen consensos en que dos causas del trabajo infantil son la pobreza y los bajos salarios de los trabajadores. En este tenor, las propuestas de la OIT, además de insistir en la protección de niños, niñas y adolescentes, se encaminan al fortalecimiento de la educación y al establecimiento de un “salario vital adecuado”, en el marco de una Garantía Laboral Universal.
3) Salud mental: ha sido declarado que el estrés en el lugar de trabajo ha exacerbado los riesgos para la salud mental. El estrés ha sido definido por la OIT como “la respuesta física y emocional a un daño causado por un desequilibrio entre las exigencias percibidas y los recursos y capacidades de un individuo para hacer frente a esas exigencias”. Las respuestas del cuerpo se pueden manifestar en enfermedades, algunas tan graves y mortales como accidentes cardíacos, cardiovasculares, cerebrovasculares, pero también en decisiones fatales como los suicidios.
Alrededor del mundo hay cambios organizacionales y relacionales cada vez más súbitos: despidos masivos, creciente competencia, mayores expectativas de rendimiento y de jornadas, y menor estabilidad financiera. Dentro del trabajo podemos ver factores de riesgo como el ambiente, el diseño de las tareas, la distribución de funciones, oportunidades de desarrollo profesional y autonomía para toma de decisiones.
Así, se incrementa la presión para satisfacer las exigencias de la vida laboral moderna. Y si a esta fórmula agregamos el ritmo que las comunicaciones instantáneas marcan en el trabajo, no es de extrañar que el límite entre la vida laboral y la personal sea cada vez más difícil de detectar.
La OIT, para este tema, vuelve a indicar la necesidad de establecer una Garantía Laboral Universal con la que efectivamente se reglamenten las horas de trabajo, se fije un salario vital adecuado, se controlen los riesgos psicosociales, entre otros. Agrega que se deben elaborar acuerdos que permitan a los trabajadores elegir los horarios de trabajo, que es de suma importancia buscar contratos sociales viables que se apoyen en procesos de diálogo social para promover la participación, la justicia y la legitimidad, y encontrar soluciones equitativas y duraderas.
Es imprescindible que las medidas se realicen sin perder de vista que quienes trabajan son, ante todo, personas con necesidades de tener espacios y momentos para sí, para las familias y demás círculos sociales, para vivir y desarrollarse de manera plena y digna. “Trabajar para vivir” y no “vivir para trabajar”.
La autora es investigadora del Centro de Derechos Económicos, Sociales, Culturales y Ambientales de la Academia IDH
Este texto es parte del proyecto de Derechos Humanos de VANGUARDIA y la Academia IDH