Efectos de una llamada falsa de extorsión (crónica de Jesús Peña)
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Lo que puede ocasionar una llamada de extorsión.
Una voz desconocida, siniestra, demoniaca, al otro lado de la línea.
Al protagonista de esta historia, un señor de 80 años, le causó una embolia y después un infarto que casi lo mata.
Así es que ni se crea, no es nada más el susto, se lo juro.
Una llamada de esas en el momento en que usted menos se la espera, lo puede matar, matar.
Al señor de que le cuento, y que por razones obvias me reservo su nombre y demás detalles, le sucedió una tarde que estaba descansando, en su casa muy a gusto, muy quitado él de la pena.
De repente sonó el teléfono.
Nadie, menos una persona de la tercera edad, se va a imaginar que puede ser un extorsionador.
La voz anónima en el auricular le dijo que tenían a una de sus hijas secuestrada, y que querían dinero para liberarla.
Si no, la golpearían, la matarían y se la mandarían hecha pedacitos.
El señor se derrumbó, se le trabó la lengua, se le entrincó el cuerpo y ya no pudo nada.
Cuando su familia llegó lo encontró en shock, apenas y pudo contarles lo de la llamada.
De inmediato todos se movilizaron para buscar a la hija presuntamente plagiada.
Más tarde la localizaron en la fábrica, donde trabaja como empleada desde hace años.
Había sido una mentira, un engaño, un ardid, una falsa alarma de los extorsionadores que se quedaron sin su botín.
Pero oiga, el señor quedó con el cuerpo paralizado de la impresión y un daño en el corazón del que apenas se está reponiendo.
Y cada vez que se acuerda de ese momento indeseable, nefasto, tremendo de la llamada aquella, se pone a temblar.
No se ha recuperado del trauma.
Los hijos cambiaron de número telefónico y cuando salen, y los padres se quedan solos, descuelgan el aparato.
Está prohibido a los chicos de esa casa y a los adultos mayores, como medida de seguridad, contestar el teléfono, para impedir dar información de más a extraños y evitar otro susto.
¿Tendrán idea esos güevones malparidos de lo que pueden provocar con sus llamadas?
Me pregunto ¿a cuánta gente no habrán matado ya de un susto, todo por dinero fácil?
Y cómo se habrán reído cuando la gente cayó en el engaño.
Pero bueno, mire, al fin y al cabo la justicia divina es más dura.
Yo sé por qué se lo digo.