El arte en la curiosidad infantil y la educación; un desafío nuevo

Politicón
/ 1 septiembre 2020

La visitante admiraba algunos cuadros y pasaba de largo al apreciar rápidamente el tema del siguiente. Era un museo en México, en una interesante exposición donde los autores que la integraban eran impresionistas.

Al verla situarse emocionada frente a unas imágenes y abandonar casi de inmediato las otras, le pregunté la razón. Y con sinceridad contestó: “Sé que son muy buenos. Los colores muy bien aplicados; y una fantástica forma en que están trabajados, pero no me cuentan una historia. Me detengo en los que me cuentan algo”.

Ya de niñas había notado esa propensión a gustar de ello cuando examinaba con curiosidad aquellos cuadros de madera que en tercera dimensión representaban una casa o una cocina en miniatura.

Y esos recuerdos aparecieron ahora, a propósito de la educación en línea, de las dificultades a que se enfrentan los educadores y los grandes retos. Recordé a León Tolstoi, que implantó un sistema de enseñanza muy novedoso en su tiempo, y muy en el tono de lo que la visitante del museo externara hace años.

Tolstoi sostenía que “todos los personajes y los acontecimientos son interesantes para el alumno, no por su importancia en la historia, sino por el arte de que su actividad está rodeada, por la leyenda artística creada por el historiador, y, para la mayoría, por la tradición popular… La historia no les gusta a los chicos más que cuando el asunto es artístico”.

Quiero extraer de estas líneas, entonces, que resulta de la mayor importancia en este proceso aquello con lo que puede sentirse cercano el estudiante, aquello con lo que forme parte de su propia experiencia, al ser el arte una expresión de los sentimientos e impresiones, pensamientos y opiniones. “A los niños les interesa mucho más la leyenda que la historia”, expresan dos estudiosas de su obra, completando esta idea.

El reto que veía Tolstoi, a siglo y medio de distancia, sigue siendo el mismo que enfrentan los maestros. Buscaba, señalan Irene y Andrea Andresco en un espléndido estudio introductorio de su obra, que la enseñanza fuese grata, y “no divorciarla de la vida, de la auténtica curiosidad del niño, poner a este en contacto con la realidad y con la naturaleza, no sobrecargar y aburrir su alma en flor con secas abstracciones ni con imposiciones tiránicas”.

Como se ve, tanto entonces como ahora, el desafío al que se enfrentaron y se están enfrentando los maestros en la actualidad tiene mucho que ver con la forma en que se logre que los niños y jóvenes puedan entrar en contacto con la realidad que los circunda, con la naturaleza, de una manera agradable y fructífera.

La tiranía de la rigidez de los programas debe ser puesta a prueba en estos tiempos de crisis que estamos viviendo y sacar de ellos el mejor provecho posible. Así, en lo que concierne al arte, a las ciencias naturales, a las ciencias sociales y temas de orden científico, lo ideal sería poner en práctica los consejos de alguien como el escritor Tolstoi y con las autoras del estudio de su obra: “Donde el arte pone calor y vida, allí está despierta la atención del niño”.

Ahora que tienen que estar frente a una pantalla y aunque ella en sí misma es mágica, pues nos conecta de manera asombrosa de manera remota con tantos a la distancia, explorar los contenidos en la observación de la naturaleza; en el crecimiento de una planta, en el aroma que despiden las esencias; en la contemplación de un atardecer. Podemos sacarlos de clase y que regresen con sus notas a platicar lo que encontraron al observar a través de una ventana, o el progreso del sol a lo largo de los minutos.

Así, la historia podrá ser contada por ellos, por los estudiantes, y serán sus propios relatos los que retraten estos tiempos. Quizá, de esta muy complicada época, recuperen algún momento agradable.

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