La amistad

Politicón
/ 27 junio 2021

Hoy deseo hablar de un fenómeno que tiene lugar en la vida, pero que sigue siendo por siempre un misterio: la amistad. Ésta nace de una serie de casualidades, contingencias, períodos de la existencia. Cuando el filósofo Michel Foucault preparaba sus libritos sobre la historia de la sexualidad expresó que “el cristianismo ha hablado demasiado del amor, pero no ha entendido nada de la amistad”. Frase que resulta demasiado imprecisa. Basta con leer “Confesiones”, de San Agustín, para echar abajo tal dictamen. Agustín rescató la idea aristotélica de que la amistad consiste en tener un sólo corazón en dos cuerpos; maravillosa metáfora. Saint-Exupéry, en “El Principito”, recoge el concepto agustiniano cuando pone en palabras del zorro la idea de que un amigo es quien te ha domesticado. Esta palabra suena un poco fuerte, pero si buscamos su origen greco-latino sabremos que domesticar es hacer que alguien ajeno a la familia sea considerado parte de ella.

Amistades raras fueron, por ejemplo, la que se dio entre George Sand y Gustave Flaubert. Ella eligió ese nombre (masculino) porque en su tiempo las mujeres estaban relegadas de ciertas tareas, incluyendo el arte. Leer la correspondencia entre ambos es gratificante. Vivían en ciudades distintas. En no pocas cartas declaraban que su mayor deseo era ir a visitar al otro para abrazarlo, besarlo y conversar sin descanso. Sin embargo, no eran amantes, sino amigos. Sand era 17 años mayor que Flaubert y tenía su propia familia.

Recuerdo una de las grandes amistades de la historia: la que se dio entre Carlos Marx y Federico Engels. Ambos iniciaron su relación desde que eran jóvenes. Nada más para establecer su exploración del pensamiento alemán de la época, escribieron a los 23 años de edad la maravillosa obra “La Ideología Alemana”, que guardaron en un cajón y no se publicó sino tras la muerte de ambos. Cuando Marx revisaba las pruebas de imprenta de “El Capital” escribió a su colega: “querido Fred, si esto ha sido posible es a ti y nada más a ti a quien lo debo”. Cuando Marx estuvo en la ruina económica total, le escribió que “en medio de los tormentos de estos últimos días, lo que me ha hecho soportarlos es pensar en ti y tu amistad”.

No recuerdo dónde leí la bella frase “se es amigo de aquellos a quienes buscas y de los que te buscan”. Suena un tanto ramplona, aunque bastante clara. De cuando en cuando se escuchan declaraciones de amistad que no tienen sustento alguno. Se establece en la práctica, en el sentido del disfrute en compañía del otro (o la otra, por supuesto), en la posibilidad de escuchar y ser oído por alguien que no eres tú sino tu amigo. Virginia Woolf escribió que no existimos más que en los labios de nuestros amigos, lo cual habla de su difícil, pero valiosa experiencia en un mundo machista que trató, sin éxito, de anularla.

Por su parte, el filósofo Federico Nietzsche dijo que existe una sed superior que es común, el ideal del amor, cuyo “verdadero nombre es amistad” (La Gaya Ciencia).

En fin, sorprende la existencia misma del amigo y el sentimiento de responsabilidad que se instala entre quienes dicen que lo son. Es un fenómeno que surgió de golpe o de manera lenta y que se pudo tener sin necesidad de expresarlo en palabras. Cuando uno se enamora está obligado a hacer determinadas declaraciones (“te amo”), entregar objetos a la persona amada, sentirse obligado para con ella. En cambio, entre amigos, sobran las declaraciones.

Una de las molestias que aportó la pandemia fue la de no poder conversar con los amigos. Algo sucedió, porque la comunicación no fue lo frecuente que se hubiese imaginado. Personas que declaran amistad a ultranza, casi no me escribieron en todo el año de encierro. Y, por tanto, tenían todo el tiempo del mundo. Cuando no recibía respuestas a mis cartas corté por lo sano. Con algunos/as, logré continuar el sentimiento de amistad contra las amenazas del coronavirus.

Hay, inscrito en nuestro cerebro, un requerimiento de simpatía hacia los demás. Es una primera base. La amistad representa la perfección de la sociedad. Es garantía de felicidad y tranquilidad. Es confianza. Es cariño.

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