La bicoca
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“Cuando los políticos actúan, es que dios está de vacaciones”
Estoy seguro que la debacle surgió a finales de 1987, momento en el que el entonces presidente De la Madrid otorgó a los salarios este término lastimoso a través del Pacto de Solidaridad y Estabilidad Económica, en un ambiente de tensión social derivado del manejo de la economía nacional desde los Pinos.
Con una inflación de 150% y una paridad de 987.00 pesos por cada dólar, los firmantes del pacto acordaron otorgar un incremento al salario mínimo del 1.87% y, con ello, la historia del profundo abismo entre la recuperación del salario y la inflación vigente en nuestros días.
Siguió la masacre salarial y como nuestros economistas tienen también un sesgo de magos y esotéricos, vinieron a inventarnos una solución en el año 1990: eliminaron tres ceros a la moneda y decretaron una banda de paridad del peso frente al dólar de 3.40 nuevos pesitos; en realidad 3,400.00 pesos por cada billete verde. (Hoy día la cotización real es de 19,000.00 pesos por dólar).
A partir de esa nueva realidad, el salario mínimo nunca recuperó su poder adquisitivo y mucho menos en los tiempos en los que el secretario Farell Cubillas (1988-1994) amenazó a las empresas a no otorgar incrementos mayores a un solo digito, eso mediante oficios enviados por fax a las compañías. En resumidas cuentas, del 16 de diciembre de 1987 al 25 de abril del 2016, la pérdida acumulada del poder adquisitivo del salario mínimo es de 79.11 % (debería ser entonces de 128.96 por día).
Esa parte de la historia de México, que los políticos han tratado de ocultar, aconteció entre los años 1976 a 1999, cruenta borrachera de los regímenes que incrementaron sus mieses particulares y metieron mano a las instituciones del País, tiempos de oro, dirían algunos, para el saqueo del patrimonio nacional.
El tema de los salarios refiere no sólo el tratamiento legal, sino otro igual de profundo que es el socio-económico, que también repercute en el anímico humano.
Dos factores han repercutido en la disposición legal que señala que: “los trabajadores dispondrán libremente de sus salarios y que cualquier disposición o medida que desvirtúe este derecho será nula” (Articulo 98 LFT). El primero que surgió de los adelantos científicos y el segundo del divorcio que tienen los magistrados de la Suprema Corte de Justicia, con la realidad del País.
Vámonos por partes. Menciono que los adelantos científicos repercutieron en la disponibilidad de los salarios, debido al surgimiento de los cajeros automáticos o ATM en los años noventa.
Nuestra Ley del Trabajo, antes de la reforma, sólo refería que los salarios deberían de pagarse en efectivo y en día hábil. Esa disposición fue transgredida en principio, ya que el numerario o efectivo fue sustituido por un instrumento de pago que es el plástico de las tarjetas de débito.
Y en caso de sonar arcaico, confirmo que se trata de una transgresión, ya que las consecuencias de dejar entrar a los Bancos a la vida íntima de las personas a través de la información de las cuentas de los trabajadores ha sido una de las causales de rotación más recurrente en los últimos años.
El truco del Banco es muy sencillo: te doy de alta como cuentahabiente, te otorgo una tarjeta de nómina, te acreditan tu salario, tienen tus datos personales, utilizan esos datos para hacerse de clientes de seguros de vida, de auto, de casa, pero no te atrevas a cancelar esos servicios, porque es un verdadero suplicio.
Lo más grave es que los bancos están ofreciendo crédito a cuenta de nómina y los cargos del mismo repercuten en el haber semanal protegido por la ley.
La otra acción que afrenta al salario es la decisión de la Suprema Corte de Justicia de la Nación de poder afectar el excedente del salario mínimo para el pago de deudas civiles de los trabajadores, una aberración que somete a los ingresos familiares a la voracidad de: bancos, cajas de préstamo, de empeño, mueblerías y especies depredadoras anexas.
En la ley dicen, está la trampa, sin embargo, día con día, estas trapacerías surgen de los recovecos de jueces balaceras y ministros de papel a través de sus insanas decisiones… y dios nos agarre confesados.
Henry Hazlitt refería: “Cuanto más produce el individuo, tanto más acrecienta la riqueza de toda la comunidad. Cuanto más produce, tanto más valiosos son sus servicios para los consumidores y, por lo tanto, para los empresarios. Y cuanto mayor es su valor para el empresario, mejor le pagarán. Los salarios reales tienen su origen en la producción, no en los decretos y órdenes ministeriales” (“La economía en una lección” 1946).