Necrológicas ½
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W.S. Merwin mantuvo en su poesía el cultivo, reverencia y respeto hacia el planeta, hacia la naturaleza, hacia toda forma de ser vivo
Una persona realmente muere cuando dejamos de pensar en ella. Una persona realmente muere cuando dejamos de pronunciar su nombre. ¿De quién es esta frase? No lo sé, pero de seguro tiene paternidad. ¿Platón, Sócrates, William Shakespeare? No lo recuerdo y no pienso ir al cibercafé de la esquina a consultar lo anterior. Internet no se me da, usted lo sabe. No pienso atar mi vida a un mullido sillón y ver pasar el mundo a través de la pantalla plana de mi “teléfono inteligente”. Ostracismo, sedentarismo… ignorancia y estupidez. Hoy, cuando todo mundo tiene acceso al fin del conocimiento y al fin de todos los continentes, estamos más solos y somos más ignorantes a cualquier época anterior. La gente muere, los edificios arden, las sirenas de los autos policías o de ambulancias siguen horadando el día o la noche con su canto lastimero en camino a una tragedia. ¿Quién ha muerto, quién se ha salvado de morir? Un amigo recientemente, al cambiar mensajes y comentar la muerte de un empresario de la localidad, me dijo de aquello sabido por todos nosotros: “La vida es un milagro y la muerte es un pestañeo”.
Las notas necrológicas se siguen apilando en mis cuadernos y en mis notas. Para desgracia de todos, se mueren humanos los cuales no deberían morir. Hay gente, por su altura, debería ser eterna. Pero, así somos: somos mortales y en un pestañeo, pues sí, nos vamos. Ando muy retrasado en escribirle, a usted, algunas letras de gente alta y venosa, la cual nos ha dejado en orfandad. Hoy vamos abordar a dos estetas, dos banderas, estandartes de un Olimpo seco y mustio sin ellos. Los vamos a revisar someramente, pero luego regresaremos con tranquilidad para estudiarlos. Son dos pensadores, escritores de primer nivel: W.S. Merwin (1927-2019) y George Steiner (1929-2020). El primero deletreado poeta, el cual murió el año pasado a los 92 años. El segundo es el filósofo el cual acaba de fallecer hace días a los 90 años de edad. Vidas longevas y bien logradas, sin duda, aunque nos queda el deseo imposible de su vida eterna para seguir disfrutando de su arte.
Del segundo aquí nombrado, el erudito y profesor George Steiner, a días de su muerte, le presenté un pequeño ensayo en las páginas del suplemento dominical de Opinión, el cual publica esta casa editora en su edición dominical, en su mítica y bien diseñada “Página 7”. Nunca está de más abordarlo de nuevo debido a lo poliédrico de su pensamiento y la multitud de ideas las cuales detona en nosotros, mortales. Pero, desde el año pasado tenía notas sueltas, las cuales y aún hoy estoy sistematizando, de un poeta norteamericano el cual me gusta sin ser tampoco de mis grandes faroles o guías. Es W.S Merwin, de quien tengo apenas dos libros de poesía y textos suyos sueltos en varias antologías de poetas norteamericanos. Autor de más de 20 libros de poesía, murió en aureola de santidad y en la placidez de su refugio en la Isla Maui, en Hawái, a donde se fue a vivir y recluir. Alejado del mundanal ruido citadino.
ESQUINA-BAJAN
W.S. Merwin mantuvo, en una buena y larga parte de la temática de su poesía, el cultivo, reverencia y respeto hacia el planeta, hacia la naturaleza, hacia toda forma de ser vivo. Una especie de panteísmo, del cual y en su momento muchos escritores rusos también hicieron destino y vocación. Otra vertiente en el poeta W.S. Merwin fue su crítica en contra de toda injusticia terrena. En una rápida antología, y a propósito de lo anterior, lea usted los títulos de algunos de sus poemas más emblemáticos: “El Estuario”, “La Roca”, “Para una Extinción que se Aproxima”, “Lluvia de Junio”. Todo, todo o casi todo gira en torno a los brazos de la madre naturaleza.
“Ballena gris / ahora que te estamos enviando al último fin / ese gran dios / dile / que nosotros que venimos detrás inventamos el perdón / y nada perdonamos…”. Caray, versos devastadores y de una enorme tristeza. El linaje del poema es escogido y conste, apenas estamos comentando los seis primeros versos de un texto de 32 versos libres. Aparece lo primigenio: el universo acuoso del cual venimos. Aparece el gran pez, una ballena, un gran pez donde fue a refugiarse el bíblico Jonás antes de anunciar la destrucción de Nínive. Pero ahora es el pez el cual está en vías de desaparecer, en vías de extinción. Los humanos lo han condenado, lo hemos condenado, al último fin: la muerte. No hay perdón, nosotros –en teoría– debemos de perdonar por ser hijos de Dios y Jesucristo altísimo.
El poeta W.S. Merwin es fiel heredero de otro norteamericano ejemplar, Henry David Thoreau. Con un alto perfil espiritual y el respeto por la naturaleza y sus frutos, Merwin vivió lo mismo en Francia, España, Inglaterra y México. En 1971 ganó por primera vez el prestigiado Premio Pulitzer el cual rechazó en protesta por la Guerra de Vietnam. Sí, un acto de honor, justicia y, claro, de valores personales. Una posición alta y gallarda del poeta Merwin. Posición la cual usted recuerda en la toma de decisiones del poeta Octavio Paz, entonces embajador en la India, cuando renuncia al puesto por los acontecimientos brutales del gobierno mexicano en contra de los estudiantes de la UNAM y otras escuelas, en aquellos días infaustos de 1968. “Me he topado con los hombres de guantes / que sacan la basura a todas horas / apilando montañas / de bolsas blancas de plástico y capas de verde mezclado / con negro…”. ¿Ecología, salvar al planeta, calentamiento global, desechos tóxicos, emulsiones malsanas, apocalipsis? No un ecologista ni un político, no, sino un poeta, el cual trae la verdad en su palabra, quien ya lo sabía, lo sabía desde siempre: el Apocalipsis es ahora… lo dijo el poeta…
LETRAS MINÚSCULAS
W.S. Merwin. Espere usted la segunda parte.