Osos enamorados. Zapalinamé y la leyenda del boticario
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No sólo sucede en las poblaciones aledañas al Parque Nacional Cumbres de Monterrey. En el sur de Saltillo se ha visto un aumento en la dispersión de los osos negros que habitan la sierra de Zapalinamé y que se acercan a las casas de Lomas de Lourdes. En 2019 se avistó una familia de cuatro osos cerca de las casas y días después, una madrugada, varios osos permanecieron unas horas trepados en un árbol de una casa, sin mayores consecuencias, después se capturó a un osezno más abajo. Recientemente, las redes sociales replicaron videos en los que se aprecian osos negros en cabañas en Chipinque: un ejemplar trepado en un asador intentando agarrar la carne de la parrilla caliente; el mismo u otro en la terraza y en el interior de una sala o metido en la alberquita de los niños.
De entre los videos en los que se observa el desplazamiento cada vez más cercano a las personas, el de mayor impacto es uno que se hizo viral en julio pasado. Su contenido provocó comentarios a favor y en contra de la conducta de tres jóvenes mujeres en el Parque Ecológico de Chipinque, donde se toparon con un ejemplar adulto. Al avistarlo las jóvenes se paran, el oso se aproxima, husmea a las tres y se detiene en una de ellas, le olfatea las piernas a sus anchas, la toca con una de sus garras, se levanta en dos patas y la abraza olfateando el cuello y la cabeza. Después de unos momentos, el oso decide retirarse como llegó. Los biólogos especialistas afirman que estos acercamientos a los seres humanos son indicios de que cada vez los osos se sienten más cómodos de interactuar con las personas, lo que significa un gran riesgo; que los alimentos que acostumbran dejarles los paseantes los animan a acercarse más; que las jóvenes fueron muy afortunadas al no sufrir una agresión mayor, pero que su conducta no fue la adecuada, pues debieron tratar de ahuyentarlo, y que ese oso aprendió que puede acercarse e interactuar con las personas, lo que es sumamente peligroso.
Lo anterior nos recuerda la leyenda del boticario que cuenta Vito Alessio Robles, basada en un hecho real sucedido en la sierra de Zapalinamé probablemente a fines del siglo 19, cuando los días de campo al cañón constituían un importante entretenimiento familiar en temporada de calor. La leyenda relata que un domingo de 1870, un grupo de familias fue de día de campo al cañón de San Lorenzo, y que al comenzar el baile después de la comida, un conocido boticario de Saltillo, notable por su fealdad y su tez cobriza, anunció que se internaría en la sierra, habitada por varias especies de fauna salvaje incluidos los osos, para cazar alguna pieza. Pasaron las horas y el boticario no apareció, por lo que algunos señores fueron a buscarlo sin éxito. Al día siguiente, las autoridades, campesinos y leñadores expertos en los vericuetos del cañón emprendieron la búsqueda que se extendió por mucho tiempo sin encontrar ni el rastro ni los restos del boticario.
Entonces corrió el rumor de que los osos eran animales de costumbres extrañas, como la de enamorarse de las personas y, se decía que, entre más feas, más se enamoraban los osos. Se concluyó entonces que el boticario había sido raptado por una osa que se enamoró de él por su fealdad y lo mantenía prisionero en una cueva en lo más alto de la sierra, donde vivían un tórrido romance que no acabaría sino con la muerte.
Una antigua fotografía de un grupo de personas en el cañón de la sierra constituye un valioso testimonio de que hay veracidad en la parte de la leyenda del boticario que en vez de bailar prefirió irse de caza para no volver jamás. Junto a los paseantes se aprecia un conjunto de músicos que seguramente amenizarían el baile después de la comida, exactamente como relata la leyenda del boticario raptado en Zapalinamé por una osa enamorada.
Felicitaciones a la familia Castilla Galindo en el 45 aniversario de VANGUARDIA. Que sean muchos más.