Sin limosnas ni lisonjas

Politicón
/ 29 abril 2020

Los Centros religiosos del País se encuentran vacíos. El desierto es consecuencia del llamado a evitar aglomeraciones y quedarse en sus casas para reducir la movilidad del coronavirus.

A la Iglesia Católica –religión mayoritaria en México– se le presenta un aspecto muy peculiar; con el coronavirus no sólo hay soledad, sino que se le suma la pérdida de la gran mayoría de sus ingresos y, porque no decirlo, les afecta sus distintas obras sociales. Esto es un desafío para los jerarcas católicos mexicanos: ayudar desde la pobreza y seguir ofreciendo toda la serie de socorros para que de alguna manera la gente no pierda la esperanza en medio de la emergencia sanitaria.

La Iglesia Católica en México ha dejado de percibir ingresos económicos demasiado importantes, los cuales provenían de las misas que recaudaban en sus templos y catedrales en el País. La merma también proviene de la cancelación de los actos públicos por la Semana Santa, además de las bodas, bautizos, confirmaciones, primeras comuniones y otros actos que le proveían ingresos al clero mexicano.

Además, albergues, comedores populares, dispensarios médicos, orfanatos, entre otros centros, van a verse reducidos por la casi nula afluencia de ingresos económicos para su funcionamiento como labor social de la Iglesia.

Por otra parte, se sabe que las iglesias no pagan ni Impuesto Sobre la Renta (ISR), ni Impuesto al Valor Agregado (IVA), por lo que la venta de libros u objetos de carácter religioso sin fines de lucro pudieran ser un nicho para paliar la poca afluencia de sus ingresos (dudo que no lo hayan pensado ya).

Ahora bien, como se decía, “la iglesia no fue construida como una institución rica. De manera que ahora con la pandemia, de algún modo la iglesia actuará desde su pobreza para continuar ayudando a los pobres y hacer que mantengan viva la esperanza” (Proceso 2266).

Mucho se ha dicho sobre las limosnas, sobre todo desde puntos diametralmente opuestos, desde que es una ofrenda hasta el punto que la limosna lucra con la necesidad y pensamiento de los feligreses. Es a todas luces visto que el voto de pobreza se aplica más a padres y monjas de comunidades lejanas.

Por otra parte, y como dicen, entre los extremos la delgada línea roja de su similitud en ocasiones parece ser imperceptible. Los de la religión del dinero están en contra a todas luces de no dar limosnas en las calles, por razones estrictamente financieras, pero claro, por ganarse un peldaño al cielo, cumplen cabalmente con una suma sustancial al año otorgando un apoyo a su iglesia.

Como se dice coloquialmente y desde un terreno más terrenal que espiritual: la limosna es la digna representación de un perdón vacuo. Creo que una ofrenda de lo que Dios nos ha dado es más auténtica y cercana con el Dios de todas las religiones si se la damos directamente al que menos tiene, al olvidado, al que extiende la mano en la calle.

Sin ser un fanático y mucho menos un experto en religión, considero que estos días pueden ser una muestra de ofrecer actos-limosnas, como las cadenas convocadas de manera virtual a traer un poco de despensa en nuestros autos –aunque ahora con la fase 3 se restringe aún más el transito–, pero lejos de cualquier religión, y quizá solo por humanidad y por armonía con la naturaleza, uno se acerca más con actos ínfimos de este tipo a la paz espiritual y a la bondad humana.

@Abraham_AAR

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