¡Qué difícil es la carambola de tres bandas! Casi como enderezar el rumbo de México sin voluntad
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No, no me refiero al poco probado fruto agridulce, también conocido como fruta estrella, y del cual dicen se recomienda no consumir en exceso, ya que contiene una neurotoxina llamada caramboxina, cuyos efectos secundarios incluyen confusión mental y agitación (no es broma). Tampoco a ese incidente de tránsito en el que un automóvil choca con otro y este segundo automóvil va y choca con un tercero (me pasó hace 35 años en el bulevar Venustiano Carranza; fui el de en medio y mi Tsuru blanco quedó como acordeón). Esta carambola también puede causar confusión mental y agitación.
No, en este caso me estoy refiriendo al juego de billar que se juega en una mesa sin buchacas o troneras (no tiene agujeros) y que solamente usa tres bolas, más grandes y pesadas que las de billares con buchacas, generalmente una roja y dos blancas, una de las cuales tiene una marca. Hay campeonatos mundiales de este deporte, el campeón actual (Quyet Chien Tran, de Vietnam) ganó el mundial en Colombia hace un par de meses y se llevó un premio de unos 16 mil euros, derrotando en la final al egipcio Sameh Sidhom.
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Para los que no conocen, el juego de carambola de tres bandas es, probablemente, una de las disciplinas deportivas más difíciles y al mismo tiempo menos conocidas. El propósito del juego es que uno de los dos jugadores, o uno de los equipos de dos jugadores, logre llegar a un número definido de carambolas (generalmente 50) antes que el otro. Para eso debe golpear su bola blanca primero y lograr que esta toque la otra bola blanca y la roja no sin antes haber tocado tres bandas de la mesa con su bola blanca. Suena fácil, pero no lo es. Los jugadores toman turnos y el jugador que logra una carambola sigue hasta que falle. La mesa tiene marcas (diamantes) en su borde que ayudan a los jugadores expertos a calcular la trayectoria y el efecto que pondrán a su tiro. No quiero exagerar en lo complicado que es este juego, pero me atrevo a afirmar que alguien que nunca haya jugado Carambola podría tardar días, si es que no enloquece antes, para lograr 50 carambolas de tres bandas.
Bueno, habiendo puesto el concepto de “carambola” en la mesa, me atrevo a afirmar que el país sigue dependiendo de que pasen carambolas, algunas de tres o más bandas, para aspirar a algún tipo de transformación positiva de mediano o largo plazo. Estamos hipnotizados por el proceso electoral y, a menos de un mes de la elección presidencial, hay quienes nos quieren hacer creer que todo depende de que gane la candidata correcta, como si la elección fuera el objetivo y no lo que se va a hacer una vez que se gane dicha elección. Eso no es nuevo en México.
Nos hemos acostumbrado a tener candidatos(as), partidos de todos tipos y colores, que son expertos en la improvisación, en esperar que los planetas se les alineen sobre la marcha (las carambolas) y en confundir los medios con los fines. Alguien, suponiendo que existan adultos responsables en sus campañas, debería decirle a Claudia y a Xóchitl que, aunque la campaña y la elección son importantes, es mucho más importante lo que se piensa hacer después de ganar. Por ahora, una dice que va a hacer un segundo piso de lo que hemos visto por 5 años (lo poco bueno, lo regular y lo muy malo), la otra dice que quiere regresar a lo que se hizo por 35 años y que derivó en la mal llamada “Cuarta Transformación”. Hasta hoy, sólo nos dicen que el otro es peor que ellos, y ya es tiempo de que los ciudadanos demos un golpe en la mesa y dejar de hacerle el caldo gordo a la mediocridad que nos han dado y nos siguen prometiendo.
Entonces, como ciudadanos, estamos ahora en manos de que sucedan distintas (y muy poco probables) carambolas para poder emprender un rumbo diferente al que hemos tenido por unas cuatro décadas. Básicamente estamos a expensas de que lo que hemos visto por 5 años, de unos, y 35, de otros, donde no acertaron a completar ni un par de carambolas por mérito propio, de pronto se convierta en una sucesión de finos tiros de carambola y dominio de la mesa y los diamantes para que con la misma gente, las mismas ideas y la misma experiencia −contaminada de una ideología rancia por un lado y de una capirotada de intereses partidistas del otro− obtengamos una corrida de carambolas que anoten puntos para el país y podamos, ahora sí, aspirar a una verdadera transformación.
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Aun así, si la candidata ganadora nos diera la sorpresa y realmente tenga intenciones de hacer algo más que mantener el nadado de muertito de las últimas cuatro décadas y fuera capaz de desmarcarse de su mesías tropical e ideología rancia, por un lado, o de sus 40 (mil) ladrones, del otro, tendrá que enfrentar la realidad de que el mundo no nos ha esperado ni nos esperará. Que aunado a las buenas intenciones, a un cambio de perfiles, actitudes, aptitudes y recetas, estaremos sujetos a los vaivenes de la geopolítica, al desempeño y liderazgo que exista en Estados Unidos, al rumbo de la economía global, entre muchas otras carambolas que habrá que ser capaces de ejecutar, navegar, sobrevivir o aprovechar para anotarnos puntos.