Que el circo se quede en las mañaneras, no en la campaña de Xóchitl
Se iba a casar uno de los integrantes del círculo de amigos. Le preguntaron: “¿Y vas a ir de luna de miel?”. “De luna solamente −declaró el muchacho−. La miel ya me la chingué”... El cliente de la sexoservidora entabló conversación con ella. La dama de la noche le contó que tenía una hermana monja, otra que era maestra y una más que se dedicaba a la investigación científica. “Y con hermanas así –se asombró el tipo−, ¿cómo fue que tú llegaste a esto?”. “Realmente no lo sé –respondió, pensativa, la mujer−. Supongo que debo atribuirlo a mi buena suerte”... Yo no puedo decir que me gusta mi trabajo, porque lo que hago para ganar el pan no es trabajo para mí, sino quehacer placentero que disfruto. Cada nuevo día que el Misterio me da, estoy esperando con ansia que amanezca para ponerme a hacer mi tarea. Ayer, sin embargo, me resistía a escribir esto que mis cuatro lectores leerán hoy, pero en conciencia debía escribirlo, y lo escribí. Tenía que decir que no me gustó el hecho de que Xóchitl Gálvez firmara con su sangre los compromisos que asumió frente a los ciudadanos al empezar su campaña. Esa acción me pareció melodramática, efectista, demagógica y populista, con trazas de medida desesperada para remontar la desventaja que ante la corcholata de AMLO tiene en las encuestas. De sobra está decir que mi voto será para la candidata opositora. Aun así no puedo dejar de señalar lo que me pareció un error, un exceso innecesario y de dudoso efecto, por no decir que de dudoso gusto. Pienso que la campaña de Xóchitl debe ser de altura. Su innegable carisma, su brillante trayectoria y la contundencia de sus críticas al actual régimen y a la representante de la mentirosa 4T la libran de tener que recurrir a extremos que algunos considerarán teatrales y otros tildarán de exageración risible. Los asesores de esa valiosa mujer que es Xóchitl Gálvez deben aconsejarle moderación, prudencia y sencillez en sus palabras y sus hechos. Los yerros cometidos por López Obrador, y la declaración de la señora Sheinbaum de que les pondrá segundo piso, le dan a la candidata ciudadana material de sobra para forjar un discurso que calará en los ciudadanos más que cualquier gesto escenográfico. Que el circo, la maroma y el teatro queden para las mañaneras de AMLO... Sevicio era un aprovechado. Obtuvo los favores de una joven por medio del gastado método de prometerle matrimonio, pero llevaba ya cinco años de gozarla sin cumplirle el falso ofrecimiento. ¡Ah, incautas doncellas! Deberían ver películas como The Apartment, con Shirley MacLaine, Jack Lemmon y Fred MacMurray, dirección de Billy Wilder, o The Curse of the Jade Scorpion, con Helen Hunt, Dan Aykroyd y Charlize Theron, dirección de Woody Allen, para que aprendan las muchas penalidades a que se expone la mujer soltera que cree en las promesas de un hombre casado. Mucha diferencia hay entre un seductor y un burlador. El seductor conquista; el burlador engaña. A esta última especie pertenecía Sevicio. Le dijo Flordelicia, la ingenua joven a quien llevó a la cama con el falso juramento de matrimoniarla: “Dame una sola razón por la cual no te casas conmigo”. Replicó al punto el cínico individuo: “Te daré siete razones. Mi esposa y mis seis hijos”. (No cabe duda: el desgraciado era un cabrón)... En el Bar Ahúnda un tipo se plantó frente a la mesa en que un sujeto bebía su copa y le reclamó en agresivo tono de amenaza: “Señor mío: me dicen que está usted durmiendo con mi esposa”. “Caballero –replicó el otro con acento de sinceridad al tiempo que se ponía la mano en el corazón–. Le juro por lo más sagrado que no pegamos los ojos en toda la noche”... FIN.
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