Salinas ya había muerto; lecciones de los asesinatos de Obregón y Colosio

Opinión
/ 13 agosto 2023

1. La noche del 23 de marzo de 1994 que Carlos Salinas llamó al comisionado para la Paz y la Reconciliación en Chiapas, Manuel Camacho, para pedirle su opinión sobre cómo conducir la grave crisis surgida del asesinato de Colosio, Manuel estaba incomunicado por el mal tiempo en Chiapas y se acordó que yo, como jefe de su equipo de asesores, me ocupara de la solicitud presidencial.

2. En la tarjeta que luego de 20 minutos envié a Los Pinos, proponía la aplicación de la misma estrategia que Emilio Portes Gil, gobernador de Tamaulipas y presidente del Partido Nacional Fronterizo, propuso al presidente Calles horas después del magnicidio de Álvaro Obregón.

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3. El método era simple: poner en manos de un obregonista puro, eficaz y leal las pesquisas. Sólo de esa manera Calles, “por encima de toda suposición malévola”, lograría pacificar los exaltados ánimos de los obregonistas que en varios casos amenazaban con sublevarse.

4. Más muerto que Tutankhamun, Salinas no lograría siquiera nombrar, también se lo propusimos, como fiscal del caso a Santiago Oñate Laborde, amigo de Colosio, secretario de Relaciones Internacionales del PRI y abogado de mucho renombre.

5. Vendrían después 4 fiscales al hilo, comenzando por Miguel Montes, que terminarían enredados, por ineptitud o por consigna, hasta con las propias cortinas de la subprocuraduría.

6. ¿Desde cuándo el enorme poder de Salinas comenzó a dirigirse a su inesperado destino fúnebre?

7. ¿El 20 de noviembre de 1993 cuando, imprudente, le anunció a Manuel Camacho que él no habría de ser el candidato?

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8. Porque después de esta revelación, vendrían, con la división del salinismo, la guerrilla de Chiapas y el asesinato de Colosio.

9. Salinas estaba ya más tieso que la calaca más rígida y gris de las momias de Guanajuato luego del discurso rupturista de Colosio del 6 de marzo.

10. Bastante hecho bolas, de verdaderas bolas de engrudo de Agualeguas, Salinas, con una falsa serenidad y su conocido sonsonete, convocaba a que nadie se hiciera ídem.

11. Salinas era un ser profundamente deshabitado la noche del 7 de enero de 1994 en que Manuel Camacho, respaldado por nosotros, Alejandra Moreno, Marcelo Ebrard, Nacho Marván, Juan Enríquez y yo, fue a pedirle que parara la guerra contra los indígenas chiapanecos.

12. Salinas vivía casi de pura respiración artificial cuando Camacho me pidió elaborar la estrategia para un Movimiento Nacional por la Paz que habríamos de impulsar en caso de que se persistiera en la decisión del exterminio.

13. Al final, logramos doblar a Salinas, parar la guerra y el compromiso de firmar la paz.

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14. Con la ascensión del implacable y astuto, muy bravo Zedillo, Salinas olería a cempasúchil ácido plus, pues el nuevo Benemérito de las Américas del Norte concluiría su calvario como el pobre niño rico de Dickens en una huelga de hambre en Monterrey.

15. La gran lección que nos han dejado los asesinatos de Obregón y Colosio, le comenté a Manuel Camacho al informarle de la tarjeta que yo había escrito para Salinas, que en México todo intento de reelección, de hecho o de derecho, había terminado siempre entre en magnicidio o en fractura nacional.

El autor es un historiador y político mexicano que participó en la Comisión para la Paz y la Reconciliación en Chiapas a principios de 1994

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