Suenan las alarmas: Con cifras alegres, México alista la mesa para otra crisis económica
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¿Dónde estabas hace 30 años? ¿Cómo te sentías sobre el futuro del país? Hago estas preguntas pensando que no sé si hay alguien que lea este espacio y, segundo, que no sé si entre quien se anime a leer estos párrafos hay alguien que no haya nacido o no tenga memoria de lo que pasaba en México hace 30 años.
Compartiré algunas ideas, ya que yo sí tengo muy claros recuerdos de dónde estaba hace 30 años, qué pasaba en México en ese entonces y qué podemos sacar de conclusión sobre lo que aprendimos entonces como país, que nos permita entender, procesar y, en el mejor de los casos, si hubiera alguien suficientemente influyente que lea esto, ajustar el actuar del gobierno para ahorrarnos otro episodio como el de 1994-1995.
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Si conoces a alguien en el equipo económico de la presidenta Sheinbaum que pudiera beneficiarse de leer estas líneas, por favor, reenvíale esta opinión. Pudiera serles útil y, tal vez, pudiera ayudarnos a reducir la probabilidad de volver a vivir algo como lo que vivimos en México hace 30 años.
El jueves 17 de noviembre de 1994, visto de primera mano y desde una oficina en un rincón de Palacio Nacional, el país vivía en una tensa calma muy efectivamente administrada por el aparato de comunicación del Estado que, en ese entonces, contaba con la bendita ausencia de las redes sociales (Facebook y Twitter fueron fundadas en 2004 y 2006, respectivamente), con medios de comunicación acostumbrados a atender al Gobierno y con 29 de 32 gobernadores priistas (los otros tres eran del PAN en Baja California Norte, Chihuahua y Guanajuato) que ejercían todo el poder del partidazo y liderados por el todavía presidente Carlos Salinas de Gortari.
Las fake news no se conocían como tales, simplemente se vivía en la realidad que el aparato del Estado pintaba para la población. Para el 17 de noviembre de ese año, el país ya había pasado por el levantamiento zapatista, al mismo tiempo de la entrada en vigor del TLCAN (NAFTA en inglés), el secuestro del empresario Alfredo Harp Helú, el asesinato de Luis Donaldo Colosio, la elección de Ernesto Zedillo (le ganó 2 a 1 a Diego Fernández de Cevallos y 3 a 1 a Cuauhtémoc Cárdenas), el asesinato del secretario general del PRI, José Francisco Ruiz Massieu (quien fue cuñado de Carlos Salinas de Gortari), y faltaban dos semanas para la toma de posesión de Zedillo como presidente.
En las oficinas de Hacienda la instrucción consistía en que la situación económica y financiera era suficientemente holgada y manejable, aun con la incertidumbre política, como para acceder al grado de inversión muy pronto. El deterioro de las reservas internacionales era explicado por las presiones sobre un peso que no flotaba libremente, sino que se mantenía dentro de una banda cambiaria cuyo límite superior aumentaba ligeramente cada día. Se tenían que inyectar dólares al mercado para reducir la presión existente sobre el mecanismo de deslizamiento del peso y dar seguridad a los inversionistas. El aparato entero del gobierno, la comunidad financiera y los inversionistas en general compraron los “otros datos” y la “realidad” que Salinas astutamente vendió.
La transparencia de la información oficial era muy limitada. Apenas un par de meses antes me tocó estar en una reunión en la oficina del Economista en jefe de uno de los dos bancos más grandes de México, quien a la postre sería subgobernador de Banco de México, en la que él le aseguró a una agencia de calificación crediticia que la situación en México era excelente y que las señales de preocupación en el mercado no eran de cuidado. Todo parecía estar en orden, sólo era necesario esperar la transición de Salinas a Zedillo y mantener el rumbo.
Desafortunadamente, como bien dijo Rudiger Dornbusch, “las crisis tardan mucho más tiempo en llegar de lo que piensas y de pronto suceden mucho más rápido de lo que imaginaste”. Poco más de un mes más tarde, vino una devaluación forzada y substancial del peso en lo que se conoció como “el error de diciembre”, que detonó una de las crisis económicas más graves de México. La realidad barrida bajo el tapete nos pasó la factura.
Los tiempos son distintos y algunos factores de riesgo importantes que presentaba México en 1994 no existen hoy. Sin embargo, otros factores de riesgo, acompañados de la retórica, las ocurrencias, la ideología, el populismo, el “otrodatismo” y señales que salen del gobierno actual, aderezadas con la situación geopolítica mundial y el inminente ascenso de Trump al gobierno de Estados Unidos, deberían ser un llamado de atención para el gobierno actual y un partido político que se considera invencible e infalible, para que no se confíen.
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Hace dos días se publicaron los criterios generales de política económica para el presupuesto de 2025 y hay motivos para preocuparse. Contrario a lo que dice la popular frase “prepárate para lo peor y espera lo mejor”, pareciera que el Gobierno Federal se está preparando para lo mejor sin esperar que algo pueda salir mal. Proyecta un crecimiento muy optimista, considerando las circunstancias, de entre 2 y 3 por ciento, inflación de 3.8 por ciento, tipo de cambio de 18.50 pesos y tasas de interés sustancialmente más bajas. No parece tomar en cuenta el efecto Trump sobre México ni que pudiera haber contingencias adicionales inesperadas.
Están poniendo la mesa para una crisis más, y es oportuno y apropiado sonar las alarmas. ¿Dónde estarían ellos hace 30 años?