Territorio, ciudad y arquitectura

Opinión
/ 14 julio 2024

“La ciudad se constituye no solo desde su espacialidad física,

sino también simbólica y narrativa”.

Conrado Romo.

Existe un término denominado “determinismo geográfico”, este concepto nace en Alemania a finales del siglo XIX y se refiere a la manera en que un territorio determina las características de sus habitantes. El territorio y quienes lo habitan, además de sus elementos heredados, tanto tangibles como intangibles; trazan líneas que, como las huellas en un camino del deseo, dejan a su paso vestigios que hacen visible un pasado histórico donde quedan grabadas sus memorias.

Me cuesta trabajo pensar que el territorio no nos determina y sin entrar en discusiones bizantinas, podemos remontarnos a la etimología de la palabra árido, refiriéndome al desierto, que es el tipo de ecosistema en el que vivimos, podemos ver que, proviene del latín áridus, que significa árido-seco, la cual se relaciona con ārdeō, que a su vez quiere decir: “ardo” estoy en llamas; lo anterior es tan elocuente, que no requiere mayor explicación. En cuanto a los espacios construidos, sabemos que antes de que llegaran otras formas de comunicación a nuestra ciudad, los habitantes construían con los materiales que tenían a la mano y con estos, edificaban lugares que los protegían de la intemperie, por lo tanto, estas maneras de construir, moldeaban la ciudad por medio de sus edificios, su volumetría, sus oquedades o sus muros, su textura o su color. Esta materialidad que se conforma desde el contexto geográfico, determina de una manera o de otra, la forma de una ciudad, tanto de ser (del habitante) como de hacer (ciudad).

El autor de la cita con la que abro esta breve reflexión, afirma que: todos los proyectos de intervención urbana poseen un poderoso componente utópico. Su desarrollo está siempre ligado a una narrativa que los dota de cualidades emocionales, estéticas y morales que hacen de los edificios propuestos algo más que un agregado de materiales; emergen valores simbólicos de esa epopeya diseñada para explotar los anhelos, pasiones y deseos de los habitantes en los territorios intervenidos. Y es que, en la época que sea y con lo que se tenga a la mano, estos valores simbólicos son plasmados en la arquitectura y son la marca o el sello identitario de las personas en los lugares. Los edificios que conforman la arquitectura de un sitio (y no solamente los históricos o patrimoniales, porque lo que construimos hoy, se convertirá en el patrimonio de mañana), son parte de este universo de símbolos y de esta materialidad que se manifiesta desde la identidad del individuo emplazado en un territorio. El cual, determina y da respuesta a planteamientos tan prácticos como protegerse del frío o del calor, pero, como menciona Romo, dota de cualidades, representan desde una moda, hasta cultura y tradición.

Por lo tanto, en la cercanía del aniversario de la ciudad, más allá de asumir nuestros espacios como una simple solución geométrica en lo espacial y pragmática desde el punto de vista económico, reflexionemos sobre las cualidades de nuestro territorio y la posibilidad de seguir generando y manifestando nuestra identidad con fundamento en las experiencias, memorias e historia de sus habitantes; de quienes están aquí, para que sea apreciada por quienes nos visitan. Porque la arquitectura expresa una temporalidad y al mismo tiempo perpetúa una época, por medio de la materialidad determinada por sus componentes y ésta a su vez, por el territorio, pero aún más, por quienes la viven en lo cotidiano trasladando sus anhelos, pasiones y deseos a los espacios que habitan, convirtiéndolos en medios para definir el carácter, la narrativa y la identidad del entorno convertido en ciudad.

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