El papi de Pedrito

Opinión
/ 5 abril 2025

Los años de vida que tengo en este mundo -y algún vago recuerdo de los que posiblemente viví en otros- me han enseñado a distinguir entre la gente que vale y la que no sirve para nada. Aquella es muy sencilla; ésta es vana, petulante y afectada.

Don Ismael Rodríguez, cineasta mexicano, fue siempre muy valioso. Por lo tanto fue siempre muy sencillo. Una noche, hace ya muchos años, tuve el honor de conversar con él en una mesa de buen comer y de mejor beber. Fue aquella una gratísima conversación. Una pregunta le hice, y fluyeron las palabras y los recuerdos de don Ismael igual que sale el agua de un generoso manantial. Esa pregunta fue:

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-Ismael: ¿cómo comparas a Jorge Negrete y Pedro Infante?

Aclaración al margen: por su edad y sus méritos empecé hablándole de usted a ese gran director de cine. De pronto él me interrumpió:

-Oye, Catón: nos hemos tomado ya tres tequilas cada uno, y nos hemos contado buenos chistes. Ni yo soy tan viejo ni tú eres tan jovencito como para que me estés hablando de usted. Hablémonos de tú.

Según la vieja usanza me tendió la mano; yo la estreché, y así empezó el tuteo.

-Ismael: ¿cómo comparas a Jorge Negrete y Pedro Infante?

-Mira: la distancia que había de Pedro a Jorge en voz, esa misma distancia la había de Jorge a Pedro en ángel.

En efecto, Jorge Negrete era dueño de una voz poderosa de barítono, capaz de dar notas altas y sonoras. Pedro Infante, en cambio, tenía una voz relativamente pequeña, sin la potencia y brillo de la del señorial charro cantor. Sin embargo el carpintero de Guamúchil poseía eso que en España se llama “duende”, en Inglaterra “it” y entre nosotros “ángel”: un misterioso encanto (o, como decía Corín Tellado: “un no sé qué que qué sé yo”) gracias al cual un artista cae en la gracia del público. Ese mismo carisma o ángel tenían, cada quien en su campo, figuras como María Conesa, el Panzón Soto, Cantinflas -el de los primeros tiempos-, Lorenzo Garza, Pardavé, el Piporro...

Me contó don Ismael Rodríguez que en un principio Pedro sentía temor de trabajar al lado de Negrete.

-No me pongas al lado de ese señorón, papi. Él es muy alto y yo más bajo; él tiene un vozarrón y yo una vocecita; él es un hombre culto que habla tres idiomas; yo apenas sé escribir mi nombre.

-Es cierto, Pedro. Pero tú tienes algo que él no tiene: gracia, simpatía, ángel... Sus cualidades son humanas, resultado de una esmerada educación. Pero lo tuyo, Pedro, es don de Dios, y no lo puedes regatear.

Cuando por fin actuaron juntos –en la película “Dos tipos de cuidado”- ambos lucieron sus respectivas facultades: Jorge Negrete su varonil presencia, su apostura, su elegancia y su preciosa voz; Pedro Infante su sentido de lo popular, su naturalidad, sus notables cualidades de actor, la expresiva emoción que ponía al cantar. Y no hubo en aquel mano a mano ni vencedor ni vencido: cada uno de esos dos magníficos astros brilló espléndidamente con luz propia.

En cierta ocasión el papá de Pedro, don Delfino, le reclamó en broma a Ismael:

-Oiga, señor Rodríguez: tenemos que aclarar una cuestión. Los periodistas dicen que es usted el padre de Pedro Infante. Ya le pregunté a mi señora, y dice que no, que el papá de Pedro soy yo. ¿Cómo está eso?

Y es que los críticos de cine señalaban que gracias a la dirección de Ismael Rodríguez había Pedro Infante alcanzado la plenitud de su talento.

Pedro rio mucho aquella ocurrencia de su padre, y en adelante llamó “papi” a su director.

Gran regalo de la vida ha sido platicar en mi vida con personas –personajes- como don Ismael Rodríguez. Aquella conversación con él fue de película.

Escritor y Periodista mexicano nacido en Saltillo, Coahuila Su labor periodística se extiende a más de 150 diarios mexicanos, destacando Reforma, El Norte y Mural, donde publica sus columnas “Mirador”, “De política y cosas peores”.

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