Tiempo de Navidad. Inexorable vuelve, infalible se va

Opinión
/ 17 diciembre 2023

A siete escasos días de celebrar la natividad del Señor, y ante la avalancha de la mercadotecnia y el consumismo que parecen ser los signos de la época, no está de más recordar lo que fácilmente olvidamos, abrumados por las exigencias navideñas de cumplir con los compromisos de familia, de amistad y de trabajo, que se traducen en comprar para regalar, adornar la casa y el pino, hacer la posada y la tradicional cena del 24. Lo anterior implica reunir a la familia más cercana, visitar a la no tan cercana y hablar a los que están lejos y no pudieron venir; asistir a alguna pastorela y a las posadas del trabajo, de los amigos, del club, de la escuela de los hijos y a las de los vecinos, y participar en los intercambios de regalos. Y aunque reforzar los lazos familiares y las amistades es una de las mejores cosas que se pueden hacer, al final todo se convierte en compras e intercambios exigidos por las circunstancias.

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Sin embargo, es bueno tener presente que la Navidad es la fiesta que recuerda el nacimiento de Jesucristo, que es su aniversario y el del nacimiento de la comunidad cristiana, y que las diversas tradiciones y costumbres, tales como el árbol, el nacimiento, el Santa Claus, los Reyes Magos, las posadas, las piñatas, las pastorelas, los villancicos, los dulces y los platillos propios de la temporada, surgen alrededor de ese gran acontecimiento.

México conserva la tradición de las pastorelas como una representación teatral simbólica, remontada a sus primitivos orígenes según la versión evangélica del nacimiento de Jesús, aderezada con bailes y cánticos ejecutados por los pastores y con un sencillo argumento: el ángel anuncia a los pastores el nacimiento del Mesías, se dirigen a Belén a adorarlo y en el trayecto enfrentan toda clase de argucias del demonio para evitar que lleguen a su destino; al final la lucha entre el Ángel y Lucifer, cierra el triunfo del bien contra el mal.

En Saltillo y la región, algunos barrios y rancherías montan cada año su pastorela, en la que los papeles de los personajes principales pertenecen a una familia y por derecho natural se heredan de padres a hijos, lo mismo que el cuaderno o libreta de la misma. Muchos grupos de teatro hacen también puestas en escena, unas veces a la manera tradicional y otras, aunque alusivas a la Navidad, son utilizadas como disfraz para la representación dramática de sátiras políticas y sociales.

Ya muy pocas familias conservan la costumbre de instalar nacimientos como aquellos montados en cerros de musgo y heno, con las escenas de la natividad en bulto, según la Historia Sagrada. El cerrito coronado con una rama seca salpicada de nieve casera hecha con detergente en polvo y poquita agua. Los protagonistas principales eran las figuras en el portal de Belén: José y María, y el Niño en el pesebre, y ahí mismo la mula y el buey; el ermitaño en su cueva y el diablo tentador; los pastores y borregos; Melchor, Gaspar y Baltasar, y el lago de espejo en el que nadaban plácidamente los patos. Ya no se usa, pero es cierto que en muchas casas todavía se colocan en un lugar principal las figuras del “Misterio”, resaltando así su significado de familia.

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Las posadas, las pastorelas, los villancicos y muchas celebraciones navideñas están fusionados indisolublemente al folklore y a la literatura mexicanos. Fernández de Lizardi popularizó las pastorelas en el siglo 19; Sor Juana Inés de la Cruz y otros autores mexicanos coloniales les dieron calidad de obras de arte poético y musical a los villancicos, de indudable raíz española. En todo el mundo, los niños cantan villancicos cuyo origen se pierde en el tiempo y la Navidad tiene en los grandes poetas de todos los tiempos a sus mejores exégetas, ahí están los hermosísimos villancicos de la chilena Gabriela Mistral y una de las novelas clásicas de la literatura mexicana: “La Navidad en las Montañas”, de Ignacio Manuel Altamirano.

Joan Maragall, el místico poeta catalán, llamó a la Navidad la “fiesta del eterno comienzo”. Y ciertamente, va y viene, pero siempre vuelve. No importa que ya no estemos todos.

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