Trump destruirá la maquinaria del poder económico de Estados Unidos

Opinión
/ 18 febrero 2025

Durante las dos últimas décadas, Estados Unidos ha generado un arsenal sin precedentes de herramientas de seguridad económica que han anclado la política exterior estadounidense

Por Henry J. Farrell y Abraham L. Newman, The New York Times.

Los gobiernos republicanos y demócratas desarrollaron en conjunto una visión compartida del mundo y de la mejor manera de defender los intereses de Estados Unidos. Los responsables de la seguridad económica trabajaron en los diferentes gobiernos, forjando poco a poco grandes ambiciones de un orden mundial basado en sanciones financieras, controles de las exportaciones y el desarrollo de tecnologías cruciales. Cada gobierno nuevo fortalecía las herramientas económicas que heredaba del anterior y alentaba a sus sucesores a seguir construyendo las estructuras del poder económico estadounidense.

Estamos a punto de descubrir lo que pasa cuando esas estructuras son controladas por un gobierno disruptivo, y lo que pasa cuando ese gobierno hereda las armas sin el sentido de la responsabilidad que las acompaña.

Todavía hay tecnócratas tradicionales de la seguridad económica en el nuevo gobierno de Donald Trump, pero solo son una facción, que compite con otras: los entusiastas de las criptomonedas, los impulsores de Wall Street y los partidarios de la postura “America First” (Estados Unidos primero). Con esta pugna, sumada a las peleas del presidente Trump con otros países a través de redes sociales, podríamos encontrarnos ante el comienzo de un mundo en el que los países se desvinculen de la dependencia de Estados Unidos, mientras nuestra maquinaria de poder comienza a oxidarse desde adentro.

Antes de dejar la Casa Blanca, el equipo de Joe Biden claramente esperaba poder dar forma a la agenda del gobierno de Trump. Tan solo seis días antes de que este tomara posesión, el gobierno de Biden publicó un plan para que Estados Unidos dominara la inteligencia artificial mundial. Este documento era la culminación de más de dos décadas de esfuerzos estadounidenses por utilizar los estrangulamientos tecnológicos y económicos para construir un poder estadounidense duradero, y trazaba un plan detallado para consolidar el control del país sobre la inteligencia artificial de vanguardia.

Sin embargo, Trump mostró su propio enfoque de la política y los asuntos mundiales. Colombia es uno de los aliados latinoamericanos más estrechos de Estados Unidos. Cuando se negó a aceptar dos aviones militares con deportados, Trump anunció que impondría sanciones totales “del Tesoro, bancarias y financieras”, así como aranceles del 50 por ciento a todos los productos colombianos en el plazo de una semana. El presidente de Colombia respondió con su propia diatriba en internet. Un arreglo que permitió salvar las apariencias puso fin a la pelea. Adiós al acuerdo político que se había gestado durante décadas; en su lugar, una publicación de 190 palabras en Truth Social resolvió el asunto.

Sin duda, otros países habrán prestado atención. Es posible que, a corto plazo, estén más dispuestos a darle a Trump lo que quiere. A largo plazo, tendrán motivos de sobra para alejarse de un gobierno de Estados Unidos que parece dispuesto a aplastar la economía de un aliado por capricho. Las fanfarronadas de Trump se vieron más como la diplomacia de cañoneras del siglo XIX que como un cálculo estratégico.

Pero el problema no es solo que Trump rebote de una posición política a otra como una bola en una ruleta. Es que su gobierno parece encaminado a convertirse en un casino en el que criptojugadores, oligarcas tecnológicos y oportunistas de Wall Street competirán con los halcones de la seguridad por la influencia.

La política estadounidense dependerá de la casilla de la ruleta en la que termine cayendo Trump. Estas facciones tienen visiones diferentes sobre los intereses de Estados Unidos. ¿El país debe confiar en las criptotecnologías diseñadas para resistir el control gubernamental? ¿Debe relajar o reforzar las restricciones a la exportación de inteligencia artificial y semiconductores? ¿Debería llegar a acuerdos convenientes con regímenes autocráticos ricos?

Al menos algunos de estos se apartarían drásticamente del consenso de seguridad del pasado. Antes, aunque demócratas y republicanos se enfrentaran amargamente en muchas cuestiones políticas, ambos coincidían en que el interés nacional dependía de fortalecer el poder sobre las finanzas y la tecnología globales.

Tras los atentados del 11 de septiembre, miembros de ambos partidos se dieron cuenta de que un aparato financiero global en gran parte no regulado amenazaba la seguridad de Estados Unidos. El dólar estadounidense sustentaba un sistema en el que los terroristas y los Estados fuera de la ley, como Corea del Norte, podían enviar y recibir dinero fácilmente a través de las fronteras.

El Departamento del Tesoro empezó a convertir el dólar en un sistema de poder mundial, desplegando sanciones y bloqueando a personas, bancos y, con el tiempo, incluso países enteros. Se tardó más en enfocar su atención en la tecnología, pero en el segundo gobierno de Obama, la Oficina de Industria y Seguridad del Departamento de Comercio ya estaba desarrollando controles a la exportación y medidas afines que no solo aislaban a países como Irán, sino que también podían utilizarse contra empresas extranjeras como la china ZTE, que burlaba las reglas de Estados Unidos al tiempo que dependía de la tecnología del país.

Pocas personas ajenas a ese campo le prestaron atención a lo que parecía un mundo arcano de tecnicismos aburridos. Solo los especialistas entendieron que Estados Unidos estaba remodelando lentamente la economía mundial en torno a sus intereses de seguridad, acumulando acción tras acción para construir una vasta maquinaria de coacción.

Cuando Trump llegó al poder en 2017, este sistema no cambió tanto como uno habría esperado. Su anterior amenaza de imponer sanciones a los aliados hizo que el poder económico estadounidense fuera mucho más visible y polémico. Sin embargo, Trump con frecuencia se vio frustrado por sus propios altos funcionarios, quienes a menudo bloqueaban las acciones que temían pudieran socavar los intereses de Estados Unidos.

Los funcionarios de nivel intermedio guiaron la política a través de las tormentas de tuits de Trump, y sus improvisaciones llevaron incluso al descubrimiento de una nueva arma económica. El deseo de Trump de presionar a China para que hiciera concesiones comerciales hizo que se ampliaran los controles a la exportación, de modo que pudieran utilizarse contra empresas extranjeras que solo estuvieran relacionadas con la economía estadounidense de manera indirecta.

Cuando Biden llegó al poder, sus funcionarios utilizaron estas medidas contra Rusia y después contra China. El plan de IA de Biden se basa en poderes que fueron inventados por el Departamento de Comercio de Trump.

Estas dos décadas de continuidad están a punto de terminar. Ya quedó claro que habrá menos restricciones para Trump en su segundo mandato. En 2020, emitió una orden ejecutiva que habría prohibido efectivamente TikTok como una amenaza para la seguridad nacional. Ahora parece querer un acuerdo que mantenga a TikTok en funcionamiento (cambió de opinión en el momento en que habló con Jeff Yass, uno de los principales inversores de la empresa matriz de TikTok, aunque niega haber hablado de TikTok en la reunión).

El romance de Trump con las criptomonedas choca de manera incómoda con su entusiasmo por el poder estadounidense. Él ha prometido hacer de las criptomonedas una prioridad política nacional, e incluso lanzó su propia criptomoneda meme. Nombró a un criptoinversor, David Sacks, “zar de las criptomonedas y la inteligencia artificial”, y designó como secretario de Comercio a Howard Lutnick, cuya empresa, Cantor Fitzgerald, ha sido una de las principales promotoras de la criptomoneda estable Tether.

Pero los intereses de las criptomonedas están en conflicto con el poder financiero y tecnológico estadonidense. Las criptomonedas facilitan a los Estados rebeldes el movimiento transfronterizo de dinero y prometen que la descentralización tecnológica puede ofrecer alternativas al poder gubernamental. Los bancos tradicionales se preocupan por las posibles repercusiones de la falta de control de los servicios de criptomonedas sobre el lavado de dinero y la aplicación de sanciones financieras.

Habrá batallas similares sobre los semiconductores y la IA. Los halcones de la seguridad nacional del nuevo gobierno quieren mantener la IA bajo el control de Estados Unidos y limitar el acceso de los extranjeros a los semiconductores más poderosos. Pero las empresas de IA y los productores de semiconductores están realizando inversiones tempranas en influencia: quieren que sus enormes apuestas financieras en centros de datos e instalaciones de fabricación den sus frutos.

Las empresas de IA suelen ser optimistas respecto a los controles a la exportación (que perjudican a sus competidores chinos) y desean menos regulaciones y restricciones sobre la IA. Por el contrario, las empresas de semiconductores están mucho más preocupadas por los controles a la exportación, que limitan enormemente su acceso a los mercados mundiales.

Los funcionarios de nivel intermedio que durante mucho tiempo mantuvieron en marcha la maquinaria de la seguridad económica tendrán que hacer malabarismos con estas exigencias contrapuestas. Es probable que haya ocasiones en que el presidente Trump les exija que le proporcionen una medida de presión contra sus enemigos. Eso significa que tendrán que mantener y reforzar la maquinaria estadounidense de sanciones y control de las exportaciones.

Otras veces, es probable que el presidente quiera que estos funcionarios no interfieran con las criptomonedas, la IA o cualquier otro interés económico influyente que quiera eludir las restricciones de seguridad nacional.

A veces, sus objetivos y los intereses de seguridad nacional podrían coincidir. Aunque el propio Trump vacila sobre si Ucrania podría pasar a formar parte de Rusia, algunos de sus asesores quieren claramente aumentar la presión de las sanciones sobre Moscú para forzarlo a aceptar un acuerdo de paz con más concesiones a Ucrania.

Sin embargo, en general este gobierno debilitará inexorablemente la seguridad económica de Estados Unidos. En ocasiones, sanciones y otras medidas podrían aplicarse indiscriminadamente contra países, organizaciones y personas que disgusten al presidente. Quienes teman la volubilidad y la ira de Trump tendrán motivos de sobra para desvincularse de las conexiones con Estados Unidos para limitar los daños.

Es probable que los países y las empresas rindan pleitesía a Trump, o finjan hacerlo, para evitar aranceles, sanciones y controles a la exportación. Pero también sabrán que Estados Unidos ya no es del todo fiable. Es probable que se vean perjudicados no solo por las acciones deliberadas de Trump, sino también por los errores en política exterior que proliferan a medida que el Estado administrativo del país se marchita desde adentro. Es probable que veamos la erosión de los mercados que sustentan la fortaleza de Estados Unidos, a medida que los tributos unidireccionales desplacen a las relaciones bilaterales en un mundo multilateral. Las empresas globales diversificarán sus cadenas de suministro, aplicando a la exposición estadounidense los mismos cálculos de riesgo que antes aplicaban a los tratos con cleptócratas de poca monta.

A los adversarios de Estados Unidos durante mucho tiempo les ha resultado difícil convencer a los aliados del país para que deserten de las redes económicas estadounidenses. El segundo mandato de Trump ha cambiado sus cálculos; ahora incluso los aliados europeos hablan, discretamente, de acercarse a China. Cada vez es más difícil ver los beneficios que obtienen de sus vínculos con Estados Unidos, y cada vez es más fácil ver los costos.

Henry J. Farrell, de la Universidad Johns Hopkins, y Abraham L. Newman, de la Universidad de Georgetown, son profesores de asuntos internacionales y autores de Underground Empire: How America Weaponized the World Economy. c. 2025 The New York Times Company.

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