Trump necesita entender a los cárteles para debilitarlos
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El problema del plan de Trump para enfrentarse a ellos es que no es lo suficientemente duro ni serio
Por Will Freeman, The New York Times.
El fentanilo, el potente opioide sintético del que los cárteles son grandes proveedores, mató a más de 250,000 estadounidenses entre 2018 y 2022. Unos 275,000 mexicanos han sido asesinados por el crimen organizado desde 2007, según Lantia Intelligence, una empresa mexicana de investigación.
Como escritor y analista del crimen organizado, he visto de cerca la manera en que los cárteles destrozan los medios de subsistencia mediante la extorsión y llevan a los mexicanos a huir hacia la frontera. Como estadounidense del medio oeste perdí a un amigo por una sobredosis de fentanilo y casi perdí a otro.
Aunque no veo ninguna verdad en el planteamiento xenófobo de Trump de que los cárteles y las bandas forman parte de una “invasión” de Estados Unidos desde el sur, muchas de las personas que llegan a la frontera van huyendo desesperadamente de los grupos delictivos, estoy de acuerdo en que debilitar y desmantelar a los cárteles debería estar muy cerca o a la cabeza de las prioridades de la política exterior estadounidense.
El problema del plan de Trump para enfrentarse a ellos es que no es lo suficientemente duro ni serio.
Trump dedicó algunas de sus primeras horas en el Despacho Oval a la amenaza de los cárteles, incluyendo la firma de una orden ejecutiva para designar a algunos de ellos como organizaciones terroristas. Desde entonces, también ha firmado órdenes ejecutivas para imponer aranceles a México, Canadá y China, citando, entre sus razones, su incapacidad para detener el flujo de fentanilo hacia Estados Unidos. Pero no tardó en llegar a acuerdos con los dirigentes de México y Canadá para retrasar un mes los aranceles; en el caso de México, a cambio de 10,000 efectivos de la Guardia Nacional destinados en la frontera.
Pero los cárteles no son grupos terroristas como Al Qaeda o ISIS. Cárteles como los dos mayores de México, el Cártel de Sinaloa y el Cártel Jalisco Nueva Generación, no buscan derrocar al Estado ni remodelar la sociedad a su imagen. Tienen un objetivo menos ambicioso: ganancias ilimitadas.
Eso los ha convertido en algo incluso más poderoso que los terroristas: corporaciones multinacionales ilícitas con recursos casi ilimitados. Es poco probable que el simple envío de más soldados a la frontera haga alguna mella en su modelo de negocio.
Durante años, el tráfico de drogas, alimentado por la voraz demanda estadounidense, ha generado ingresos anuales de más de 10,000 millones de dólares solo en México, lo que da a sus cárteles ingresos muy superiores a los de ISIS o Al Qaeda. También ganan dinero con el contrabando y el secuestro de migrantes, el robo de gasolina, la extorsión a exportadores de aguacate, la minería, la pesca a gran escala e innumerables pequeños negocios.
Tanto el Cártel de Sinaloa como el de Jalisco Nueva Generación tienen presencia en más de 40 países de América Latina, Europa y Asia. ISIS, por el contrario, solo ha establecido control territorial o ramas en una decena de países.
Es decisión del Secretario de Estado Marco Rubio designar o no a esos cárteles como grupos terroristas. Sin duda enviaría un mensaje claro: Washington se preocupa. Si los designa, otorgará a los fiscales federales estadounidenses autoridad para perseguir a quienes “apoyen materialmente” a los cárteles, lo que podría incluir a ciudadanos estadounidenses que introduzcan armas de fuego de contrabando en México, empresas mexicanas que paguen extorsiones, empresas estadounidenses que hagan negocios con ellos y, lo que es más preocupante, migrantes y refugiados obligados a pagar a los agentes de los cárteles para transitar por su territorio. Por estos motivos, podrían ser rechazados en la frontera.
Trump también ha amenazado con ataques militares en suelo mexicano, una medida que podría colapsar las relaciones con el vecino y mayor socio comercial de Estados Unidos, al tiempo que haría poco o nada por debilitar significativamente a los cárteles. Tienen dinero de sobra para reconstruir cualquier laboratorio de drogas destruido y lugartenientes en sus filas para sustituir a los capos caídos.
El mayor riesgo no es que Trump se comprometa a un plan agresivo para los cárteles. Es que, más allá de las palabras duras, no exista ningún plan, y que se dé por satisfecho con que México se limite a montar un espectáculo de golpear con fuerza a los cárteles mientras sus negocios y su poder político siguen creciendo.
Si Trump y aquellos que le rodean se toman en serio debilitar a los cárteles, necesitan un plan serio. Necesitan ver a los cárteles como lo que realmente son: empresas multinacionales depredadoras. Necesita una estrategia para golpearles donde les duele: en el bolsillo.
Eso podría incluir aumentar los recursos del Departamento del Tesoro para acabar con las redes transnacionales de lavado de dinero y ayudar a México en sus esfuerzos por hacer lo mismo. El gobierno de Trump también podría recurrir a la extradición, la única herramienta a la que temen todos los jefes del crimen, en colaboración con socios europeos y asiáticos para desmantelar las redes mundiales de los cárteles.
Al mismo tiempo, Trump debería aumentar la cooperación con el gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum de México para perseguir al equivalente de los directivos intermedios de los cárteles, los reclutadores, proveedores de armas y expertos en logística que mantienen el negocio en marcha, y apoyar los esfuerzos de México para desmantelar las redes de corrupción entre la policía estatal, los fiscales y los jueces. A Sheinbaum le beneficiaría recuperar el control total del Estado mexicano. Esto debe ir acompañado de un compromiso igualmente firme para frenar el flujo de armas de fuego estadounidenses traficadas ilegalmente hacia México y el lavado de dinero en el sistema financiero estadounidense.
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A Trump le gusta nombrar enviados especiales. ¿Por qué no nombrar a uno encargado de combatir la delincuencia organizada transnacional en el continente americano? ¿Qué tal un tratado de seguridad de América del Norte, en el que los ejércitos y las fuerzas del orden de México, Estados Unidos y Canadá colaboraran de forma mucho más estrecha para luchar contra el crimen organizado? Según una encuesta de enero, al 70 por ciento de los mexicanos les gusta la idea.
Los conglomerados delictivos de América Latina pueden sobornar a funcionarios del gobierno en México y otros lugares porque se enfrentan a obstáculos relativamente escasos para hacer negocios y, por tanto, tienen un inmenso poder adquisitivo. Explotan la industria del transporte marítimo comercial y los puertos para transportar drogas y precursores químicos por todo el mundo. Han lavado cientos de millones de dólares a través de bancos y han vendido miles de millones en oro extraído ilegalmente a empresas metalúrgicas estadounidenses y europeas. Obtienen armas de “compradores prestanombres”, quienes compran armas en nombre de grupos delictivos. Este es el ecosistema que sostiene a los cárteles: un mercado criminal relativamente libre.
Innumerables jueces, fiscales y policías latinoamericanos se han enfrentado a estos grupos, pero muchos otros han sido forzados o sobornados para que sean cómplices o guarden silencio. La incendiaria afirmación de la Casa Blanca de Trump de que “las organizaciones mexicanas de narcotraficantes mantienen una alianza intolerable con el gobierno de México” simplifica una situación compleja hasta lo caricaturesco. Sí, partes del Estado están coludidas con los cárteles, pero hay otras que resisten, y necesitamos que ellas, y sobre todo Sheinbaum, colaboren con nosotros.
Trump quiere que México haga aún más para impedir que los refugiados y los migrantes no autorizados lleguen a la frontera sur de Estados Unidos (más de 900,000 de los cuales fueron detenidos por México en 2024), al tiempo que lucha contra los cárteles y detiene los flujos de fentanilo. Pero puede que Trump tenga que elegir una cosa o la otra. Debería elegir a los cárteles: la verdadera amenaza para la seguridad nacional. Siendo realistas, México es incapaz de dedicarse plenamente a servir como una extensión de facto del muro fronterizo y a combatir a los cárteles con toda su fuerza al mismo tiempo. Ya lo ha intentado antes y no ha funcionado.
Jorge Castañeda, exsecretario de Relaciones Exteriores mexicano, me dijo: “El país simplemente no tiene el dinero, los efectivos, la formación” para librar una guerra en dos frentes. “Tarde o temprano, uno de los dos frentes se derrumba, siempre”.
Enfrentar a los cárteles como empresas beneficiaría tanto a los estadounidenses como a los mexicanos. Conozco a un político mexicano que ha sobrevivido a dos intentos de asesinato por parte de grupos criminales y sigue luchando por la justicia para sus víctimas en su rincón de México. Hablando bajo condición de anonimato por temor a su seguridad, dijo que no comparte muchos puntos de vista con Trump, pero que está completamente de acuerdo con la idea de que Estados Unidos ayude a luchar contra los cárteles: “No solo que los designen organizaciones terroristas, sino que realmente hagan algo”.
Si Trump no hace nada para aumentar los costos operativos para los cárteles, lo único que puede dar a los gobiernos de la región una oportunidad contra los grupos criminales, nunca cumplirá su promesa de hacer que Estados Unidos sea seguro de nuevo.
Will Freeman es investigador especializado en estudios latinoamericanos en el Consejo de Relaciones Exteriores. c. 2025 The New York Times Company.